A Lionel le encantaban las charlas tácticas. Diría que en otra realidad era el mejor capitán que el mundo haya visto y encima tenía una forma de jugar impresionante. Estaba bien, era respetable, pero cómo odiaba cuando Julián no le entendía. Bueno, odiaba a Julián.
—Entonces, Cris, vos abajo con Ota. Juli y yo arriba y ¿empezás atajando vos, Paulo? Después cambiamos— Todos miraron esperando la confirmación de Paulo. Enseguida le dijo que sí. —Listo, entonces—
—Pero, pará, o sea, ¿Cristian y Nicolás defienden y nosotros atacamos?— preguntó Julián inocentemente. Cristian bufó.
—Sí, eso mismo— Lionel también tenía paciencia con Julián. No entendía cómo hacían.
Mordiéndose el labio inferior, los ojos entrecerrados y negando con la cabeza miraba Cristian a Julián que caminaba a su posición. En ese momento que se puso en su cancha supo que iban a perder por goleada.
Antes de empezar el partido, como era de costumbre, Cristian le dio una mirada a Valentino que hoy le tocó jugar solo. Mateo no había venido y, por suerte, trajo su propia pelota. Allá estaba, al fondo, en el pasto solito. Sonrió con un poco de penita cuando lo vio.
—¡Eu, Cris, concentrado!— fingió simpatía Julián. Casi le hace burla del tonito que le quiso venir a usar.
Igual le hizo caso porque no iba a ser tan cabeza dura de ir a pelearle sólo porque le dijo que esté en el partido. Pero, la próxima, le daba un castañazo.
La pelota empezó a rodar y, así, los jugadores se movían por la cancha. El juego daba comienzo.
Cristian trató de mantenerse atento a la pelota pero su instinto le decía que se mantenga cuidando de su cachorrito que a lo lejos jugaba. participaba del juego, sí, pero no podía evitar darle unas miradas vigilantes de vez en cuando. Pudo arreglárselas para no perderse las jugadas de más que –según él– julián hacía. Estando en la misma línea que él, Cristian se acercaba para hacer de apoyo ¡pero no! Julián tenía que hacer una de más.
Una de más hizo cuando remató al arco y terminó afuera, haciendo sonar el alambrado de lo fuerte que fue su tiro. Cristian seguía sin convencerse y miraba a Paulo, compartiendo una mirada de decepción con él. Paulo obviamente no opinaría eso de su amigo, pero Cristian lo odiaba.
Rápidamente volvió a observar a Valentino mientras el equipo rival pensaba en cómo salir del arco. Valentino venía camino a la cancha, corriendo con la pelota en mano. Era tan grande que le tapaba un poco la cara.
La pelota salió jugada desde abajo y a Julián se le escapó el defensor, el otro Nicolás, que subió desde su cancha a la otra. El pase de Tagliafico –algo así– cayó a pies de Leandro y de Leandro a Rodrigo y, ahí, un remate que termina entrando en el arco de Paulo que quedó mirando el tiro.
Bueno, es un partido de fútbol cinco. No pasa nada. Están jugando entre compañeros y más que reírse con ellos y compartir ese momento, no había nada. A Cristian casi se le salía una vena. Apretó los puños con fuerza, clavando los ojos en un sólo objetivo. "Era tuyo", casi le grita a Julián pero sólo lo murmuró a regañadientes.
Iba a decirle algo, aunque sea tranquilo, pero algo le iba a decir. No podía estar haciéndose el estrella y comprometer todas las jugadas. No podía. Iba a decir algo.
Un paso de convicción que se vio retrocedido cuando escuchó un nene llorando. Cerca de la entrada a la canchita, acostado panza abajo en el piso, estaba Valentino, pidiendo a gritos que lo vengan a ayudar. Había caído en el cemento y si no sabía él lo que raspaba eso. Por Dios.
Ni siquiera pidió permiso para salir de la cancha y corrió disparado a ver a su hijo. Lo levantó en brazos, abrazándolo para que se tranquilice. Notó sus rodillas lastimadas por la caída en el cemento, suelo áspero. Ahora no sabía qué hacer. No tenía ni una bandita para ponerle, nada.
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Friday (I'm in Love) | Cutison.
FanfictionPerdido en la ciudad que no ve nevar. Buenos Aires, 2007. Él aprendía a vivir solo cuando la casualidad lo llevó a abrir viejas heridas que creyó haber cerrado y amores que juró haber olvidado. ¿Hasta dónde somos nosotros mismos? Cristian volvía a...