El viernes era primero de junio y el mes empezaba advirtiendo la llegada del invierno. Un chaparrón mojaba la ciudad de La Plata, nublada y apagada a la noche. Sólo las luces nocturnas empapadas lograban iluminar la acera del club, donde Heungmin esperaba bajo el techo a que la lluvia cesara. Miró al cielo retumbar y se exaltó un poco. Recién eran las ocho pero ya estaba fuera del trabajo porque nadie vendría a jugar ese día. Sus compañeros lo despedían y, él, pensaba qué hacer.
—¿Estás seguro que no querés que te lleve? —preguntó una de sus compañeras, una que se iba con dos más. En sus manos, las llaves de su auto.
—Sí, tranquila. Gracias.
—Saludalo a tu primo de mi parte —bromeó otra de sus compañeras, haciendo reír al grupo. Hace rato que venían bromeando sobre su primo porque, según ellas, era lindo. Heungmin se quería reír pero de ellas.
Estaba un poco enojado con Guesung, si era sincero. No era tan lindo como se hacía mostrar. Más bien, era algo controlador, como su papá. Heungmin detestaba pedirles cosas. No lo iba a llamar para que lo venga a buscar.
Miró las llaves de la entrada del buffet y pensó en el teléfono que estaba dentro. Sólo tenía que marcar el número de Guesung para que lo venga a buscar. La idea le revolvió el estómago porque odiaba pedirle cosas a Guesung. Recordó las veces que lo hizo y, luego, tuvo que oír sus reclamos.
Aún no se había mojado gracias al techo que salía de la entrada del club, pero la lluvia era incesante. Miró sus pies y el agua empezaba a mojar donde estaba pisando. Además, para el viento helado, su pobre campera no era rival. Calaba por la tela hasta llegarle al cuerpo, haciéndolo tiritar. Sus piernas temblaban, sus manos se endurecían y su boca soltaba ese humito de frío cada vez que suspiraba. Se mantuvo fuerte en su posición, No dejándose dominar por el frío. Esto no era ni la mitad de lo que había pasado en Corea del Sur y aún así parecía ir cediendo al frío. Se agachó, recostando su espalda en la pared externa del club y pegando sus rodillas al pecho, manteniéndose en puntitas para no tocar el piso mojado. Se abrazó a sí mismo, manteniendo el calor.
La lluvia sólo empeoraba, haciendo retumbar el cielo una vez más. Un suspiro lleno de humito de frío salió de la boca de Heungmin cuando se dio cuenta que tendría que llamar a Guesung para volver a casa. Sus esperanzas de una noche tranquila se disuelven en la lluvia que caía sobre la acera. Se centró en el sonido que, si estuviera dentro de casa, sería el más hermoso.
En medio de la lluvia, un auto estacionó frente al club. Era curioso como alguien salía en medio de la tormenta. Lo más curioso era que estuviese tocando la bocina. Lo ignoró, pensando que quizás era transporte para algún compañero suyo que quedó dentro.
Pero si él tenía las llaves. El ruido metálico de ellas lo hizo entrar en razón.
Heungmin miró con más detalle el auto, levantándose de su lugar. La lluvia limitaba su vista y el carro estaba un poco lejos. El conductor tocó la bocina de nuevo. Aún así no se iba arriesgar a mojarse, menos si no conocía quién era. Le habían dicho que tuviese cuidado porque en occidente podía ser peligroso acercarse a un auto desconocido. Bueno, en Corea también. No se puede confiar en desconocidos en medio de la lluvia.
El auto se acercó a velocidad baja hasta frenar completamente frente a él. Por la ventana del copiloto pudo notar de quién se trataba. Era Cristian, el chico que venía a jugar los viernes con Julián.
Sus ojos se abrieron, dejándose caer en la sorpresa. Recordó que el lunes pasado le dijo que vendría a buscarlo. Su estómago dio un vuelco recordando el lunes pasado.
El vidrio se bajó, mostrando a Cristian con más claridad. Él lo saludaba con simpatía. No pudo evitar sonreír.
—¡Dale, Sonny, subite! Yo abro y vos corrés, dale, rápido. —Oyó el grito de Cristian que era tapado por las miles de gotas golpeando el suelo.
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Friday (I'm in Love) | Cutison.
FanfictionPerdido en la ciudad que no ve nevar. Buenos Aires, 2007. Él aprendía a vivir solo cuando la casualidad lo llevó a abrir viejas heridas que creyó haber cerrado y amores que juró haber olvidado. ¿Hasta dónde somos nosotros mismos? Cristian volvía a...