Capitulo 39: Independencia y nieve en Buenos Aires, parte uno

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El domingo a la noche hacía más frío de lo usual. La soledad de su casa no ayudaba en nada, porque ahora sólo extrañaba más a Valentino y su mente, ruidosa como siempre, lo estaba matando.

No sabía qué sentía por Karen, su compañera de vida. Ella por quién juró estar en las buenas y las malas. Estando en las peores, se había alejado de ella. Su cabeza hacía ruido pidiendo por favor qué salga a buscarla, que pedía por favor que tenga algún sentimiento para regalarle a ella quien –se supone– debía amar locamente.

Se enredó más en la manta que había traído de su cuarto al sillón.

Lisandro estaba actuando raro en el trabajo. Nahuel era incómodo de cruzar. Paulo ya estaba harto de escucharlo titubear cosas que ni Cristian se entendía. Y la soledad... sólo lo enredaba más en la manta.

Después de todo, estaba solo y todo, todo estaba mal.

Se sentía aislado del mundo, prisionero de sus pensamientos, de aquel papel que lo obligaba a irse o dejarlo todo atrás. ¿Cómo podría Cristian escapar? ¿Cómo?

Cuando todo estaba perdido, se acordaba de Heungmin, sólo para sentirse un poco mejor. Ahora recordarlo dolía porque ir al club era ser ignorado. Tenía razón, era un mentiroso porque Karen aún lo perseguía, porque aún no podía dejarla atrás.

Y ahora estando atrapado, no podía hacer nada.

Nada.

Cristian no quería nada.

O sí. Sólo una cosa.

Algo.

Le desanimaba pensar que no lo tendría, porque era así, su vida estaba así, desastre tras desastre. Una etapa que hubiese deseado jamás empezar. Cristian estaba atrapado. Nada, no tenía nada que hacer.

Se iba a dormir en el calor de la manta porque últimamente el sueño era más fuerte que él. Sus ojos se iban cerrando de a poco, sus piernas no estaban tensionadas, su expresión se relajaba pero sus brazos, incómodos, buscaban dónde apoyarse. Medio dormido atinaba a abrazar algo, pero no había nada, sólo el aire. Sus brazos iban a quedar estirados, colgando en el sillón. Lentamente sus ojos se cerraron.

Entonces «ring, ring, ring»

"Cris, no atiendas, debe ser mi hermana" decía Lautaro asustado. El adolescente se puso la remera como pudo. "Vamos, nos tenemos que ir antes que venga"

"Pero, Lau, le decimos que..." fue callado con un beso. Uno de esos que Lautaro solía darle.

"No, vamos" le agarró de la mano, sin dejarle la oportunidad de agarrar su gomera del cuarto.

De repente, estaban en la escuela y "¿¡Qué estaban haciendo!?" gritó la directora del colegio.

El grito hizo que Cristian se exalte en el sillón. Abrió los ojos y chocó con su realidad, con el techo. Había estado soñando. La manta se cayó cuando Cristian se sentó y, entonces, el teléfono sonó otra vez. Se estiró un poco, extrañado por el sueño y caminó hasta el teléfono que hacía escándalo en la solitaria casa.

Hacía frío, tanto que con sólo levantarse, le congeló hasta los pies descalzos.

—¿Hola? —contestó.

Tardó.

Uno, dos.

Quizás unos cinco segundos.

—«Hola, Cristian» —El estómago se le apretujó cuando oyó la voz del otro lado de la línea.

Era Heungmin.

ahora sí wacho traigan cebolla que hoy se picaaaa

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Friday (I'm in Love) | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora