El local entero se detuvo cuando el romperse del vidrio se escuchó, haciendo que el murmullo aumente. Las miradas incomodaban un poco a Heungmin, más aún sabiendo que esto era su culpa. Miró al suelo, el vaso roto y maldijo en voz baja.
Y ardió, pero no su pecho, sino su mano. Había agarrado el vidrio tan descuidado que se cortó. Sangre salía de la herida debajo del pulgar. Sacudió la mano adolorida.
—¡Sonny! ¿Estás bien? —preguntó Micaela saliendo preocupada desde el mostrador.
—No pasa nada, no pasa nada —dijo incorporándose, llevando la mano lastimada detrás de su espalda, tratando de que no la vea. —¿Llevarías eso por mí, por favor?
No esperó respuesta de la muchacha, sólo se fue, dejando a su compañero con todos los vidrios en el suelo. Si bien él había roto el vaso, no aguantaba el dolor en la mano y no podría trabajar todo ensangrentado.
Salió por la puerta trasera, camino al baño. Agarrando su mano, tratando de detener el sangrado, llegó medio trotando a las canillas. Rápidamente puso su herida bajo el agua y dejó que la sangre se vaya por el drenaje. Ardía, dolía, pero era mejor que nada.
Mirándose en el espejo, el pensamiento cruzó su mente de nuevo, por incontable vez en el día: ¿vendría Cristian a buscarlo después de haberle fallado ayer?
Fue cuando pensó en eso que se le cayó el vaso. Le preocupaba que no venga, que se haya enojado, que no haya manera de explicar lo que había pasado. La sangre corría por el fregadero pero él sólo pensaba que no quería que llegara la hora para encontrar la acera vacía. No, no quería. Dolía.
Si Cristian no volvía a aparecer podría volver caminando o pedir un taxi. No sería algo nuevo. Pero había algo más, no verlo ayer dejó un vacío en su día, como si se hubiese olvidado de algo. Más aún con el pensamiento de que Cristian podría estar enojado con él por dejarlo plantado. ¿Plantado era la palabra? Valentino también se habría enojado con él. Heungmin bajó la cabeza, decepcionado de sí mismo.
Afuera del baño era de noche y los clientes se iban uno a uno. No podía detener el tiempo. Se estaba acercando a él y tendría que enfrentarlo.
—Puta madre, Guesung —dijo en español. Había oído la frase tantas veces que supuso que podía usarla en esa situación.
El perseguir del tiempo es tedioso. Te sigue como el ardor en la mano, por todos lados, como si no quisiera perderte de vista. Se moviera o no, el tiempo se le escurría de las manos.
Las luces apagadas, el local vacío, sólo Heungmin con el corazón a mil por hora y las manos temblando, ya no sabía si del frío o de los nervios. Apenas podía poner la llave en la puerta del local. Agarró sus cosas a un costado para salir a la calle, a cerrar el portón. Iba con la cara baja porque tenía miedo de la realidad, de ese momento, de confirmar que podría perder su algo. Quizás estaba haciendo demasiado drama.
Levantó la vista y ahí estaba el auto, como si nada. Recostado en él, Cristian, que se alegró de verlo salir. A Heungmin le sorprendió que nada de lo que había pensado haya pasado. Pero qué más da.
—¡Cristian! —No pudo ocultar la sonrisa que le pintaba esa felicidad que le daba verlo. —Cierro el portón y voy.
—¿Llevo las cosas al auto?
—Por favor.
Había demasiada alegría oculta en ellos. Sólo las caras sonrientes que los delataban, y ni siquiera llegaban a mirarse. Era como si algo estuviera por explotar pero de la alegría que había de verse de nuevo. Explotaría.
Cristian se acercó a agarrar la mochila y bolso de Heungmin, se sintió atrapado antes que pudiese siquiera agacharse a agarrarlas. Los brazos de Heungmin rodearon su cuello y fue atrapado en un abrazo cálido, apretado, alegre. Tardó un poco en poner sus brazos en la cintura del otro, sorprendido por el movimiento. Heungmin se tomó un ratito para sentir el calorcito que Cristian le daba, el olorcito a rico que tenía y el tacto de sus manos en su cintura. Lo había extrañado.
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Friday (I'm in Love) | Cutison.
FanficPerdido en la ciudad que no ve nevar. Buenos Aires, 2007. Él aprendía a vivir solo cuando la casualidad lo llevó a abrir viejas heridas que creyó haber cerrado y amores que juró haber olvidado. ¿Hasta dónde somos nosotros mismos? Cristian volvía a...