Sc-OOPS Ahoy! [Steddie]

23

Eddie no tenía idea si lo sucedido en Chicago en realidad (y por primera vez) significaba un cambio importante en su relación con Steve. Pero esta vez en serio, de ambos lados.

Steve no le dijo mucho, pero no se requería de inteligencia para saber. Lo percibía, no se lo inventaba. ¿Esa porquería de "ser amigos"? Harrington era el único que se lo tragaba. Había algo diferente, algo que crecía fuertemente entre ambos, jalándolos y arrastrándolos con mucha fuerza: grande y evidente.

¡No alucinaba! Maldita sea. Casi podía salir disparado de un brinco hasta el cielo para sentarse sobre las nubes y admirar lo hermosa que sería su vida de ahora en adelante. Todavía estaba fuera de su comprensión: había logrado encender algo dentro del castaño... Pese a no haber buscado eso con Steve, de una manera u otra logró haciéndolo, terminó lográndolo.

A lo mejor sí estaban destinados a estar juntos... Demasiado irreal para sus ojos.

Bueno, no pretendía que aquello afectara su vida cotidiana, pero por primera vez en harto tiempo podía garantizar que no caminaba con los ojos cerrados, por primera vez afirmaba conocer su destino, pues éste era con Steve; él le esperaba del otro lado. Harrington aguardaría por él. 

El hecho de revivir ese sentimiento después de tantos años y con la misma persona... Patético. Quería gritar y ahogarse en su saliva mientras dormía.

Simultáneamente, anhelaba por la perduración de ese sentimiento. Limpio, puro y casto. Nuevo y fresco para él, cegado, lo suficiente como para ser un hombre nuevo. De pensar esas estupideces se daba asco. Era asombroso.

El resto del día se la pasó recostado en su cama, divagando en su cerebro sobre el castaño; la noche de ayer, su toque y todo lo ejecutado por él. Eso sería su combustible desde ahora.

Y Iron Maiden... Iron Maiden no dejó de sonar en sus bocinas el resto del día. Inconscientemente lo relacionaría con Steve hasta la muerte. ¿Se acababa la cinta de los cassetes? Entonces presionaba el botón de repetir. Una y otra vez.

Era bueno. Fue una tarde buena, donde su cuerpo logró la catarsis deseada, al menos lo suficiente como para perderse en la nueva realidad.

Ni siquiera se fijó cuando empezó a llover. La lluvia no le desagradaba, pero era rara por esas fechas. No iba a quejarse, resultó más ameno y pacífico de lo especulado. Quizá debió tomarlo como un augurio.

[...]

Asfixiarse en sus pensamientos fue suficiente como para permanecer en su burbuja, la cuál no le permitió escuchar cuando la puerta principal se abrió. Se incorporó sobre la cama, observando como la oscuridad se apropió del exterior, tan pronto había oscurecido. Escuchó las llaves siendo dejadas con violencia en la mesa y ruidos provenientes de la cocina. Wayne había llegado.

A lo largo de la tarde olvidó ese asunto, su tío. Si bien Steve se lo había mencionado, simplemente (y como se sabe) su cerebro estuvo ocupado con otras cosas.

Debatió si salir del cuarto para recibirlo y hablar como acostumbraban, pero existía el leve detalle de que desapareció por más de doce horas (que recuerdo: fue sin previo aviso). Probablemente Wayne estuvo preocupado por su paradero... O no, ya que no visitó ni se asomó al cuarto, ni porque desde afuera se veían las luces encendidas gracias a su presencia.

Torció la boca y terminó de sentarse en su cama. Suspiró. No había por qué analizarlo, no tenía por qué pasar algo malo.

Así, se levantó por completo y salió de la guarida. Caminó por el pasillo con tranquilidad, encontrándose con el mayor, el cuál buscaba comida en el refrigerador. Él le miró, sólo como para asegurarse de que fuera él, pero nada más. Continuó con la mirada dentro de la nevera.