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Le habían pasado muchas cosas a Eddie desde el último fin de semana. La mayoría de ellas eran desgracias, por no decir que todas.

Con sinceridad, lo sucedido con Steve ni siquiera pasaba por su cráneo cuando se ponía a recapitular cuán terrible habían sido sus últimos siete días. La verdad era que el sexo con Harrington aún podía colocarse como lo mejor, a pesar de que hubiera tenido un final amargo. Pero en serio, eso era lo de menos. De hecho, casi ni recordaba lo negativo.

Parecía como si la vida le hubiera puesto ese acontecimiento sólo para advertirle lo que se vendría a continuación. 

Esa misma noche, cuando Wayne llegó, tuvo la jodida suerte de enterarse cómo la furgoneta le causó demasiados problemas a lo largo del día, tanto que casi abandonó a su tío en medio de la nada, por ello el señor venía echando humos por la cabeza. Y obvio, ¿De quién más iba a buscar ayuda si no era de su sobrino el cuál tuvo la débil habilidad para arreglar tontos automóviles por unos meses?

Era claro que Eddie bajo circunstancias normales estaría dispuesto a ayudarle sin problemas, pero esa noche el tío venía de tal mal humor que era contagioso, estresaba a su sobrino con sus indicaciones inútiles, como si fuera un estúpido y no hubiera trabajado suficiente tiempo como mecánico. ¿Para qué mierda le pedía ayuda si iba a ordenarle qué hacer? ¡Mejor lo hubiera hecho él solo! Eddie detestaba cuando su tío se ponía en ese papel demasiado imperativo y actuaba como un mandón sin cesar.

Encima, no era como que, su día fue de maravilla, después de soportar a Steve, tenía que soportar el genio de su tío. Por lo tanto, era claro que para ese instante, Eddie simplemente ya se encontraba fuera de sus casillas. Ambos habían tenido días terribles, estaban liados en gritos ocasionados por sus discordancias y ni siquiera pensaban claro.

Lo peor estaba sólo por llegar. Ojalá hubiera hecho caso cuando Wayne le insistió sobre usar una linterna o prender la puta luz para continuar arreglando sin inconvenientes, pero Eddie se aferró tanto a no hacer caso para acabar de una maldita vez. Se aferró tanto, que ni siquiera sintió cuando el capote se cerró, comprimiéndolo a velocidad considerable, aún con su brazo dentro.

Se había roto el puto brazo.

Fue una cosa que pudieron haber evitado, si en su lugar hubieran encendido una lámpara o si se hubieran asegurado de que todo estuviera en orden, y si aparte no se hubieran puesto a gritar como si no tuvieran vecinos.

A decir verdad, el asunto del brazo no le causaba muchos apuros, su mano resultó casi ilesa y tendría la oportunidad de retomar la guitarra en unos meses. El trabajo le daba igual, le dieron la semana para la recuperación. ¿Lo que en realidad le importaba? Los jodidos Calabozos y Dragones.

Lastimado no estaba apto para hacer ninguna cosa de lo que tenía planeado para ello. Tenía un montón de cosas que hacer y tantos proyectos para las partidas vecinas, que eran muy comprometedoras y justamente había decidido machacarse el brazo. ¿No fue capaz de elegir un mejor día? No tenía oportunidad de darse el placer de retrasarse más. Tenía el tiempo y a los chicos encima.

Así: había recurrido a Henderson, quizá confiando demasiado en él para una tarea tan importante, como lo era la organización de las putas partidas. El niño lo tomó con mucha trascendencia, como si su vida dependiera de ello y hasta garantizó que llevaría a alguien más, únicamente con el fin de conseguir tiempo y lograr que la organización fuera más fluida. 

Se lo confió, creyendo que era lo suficientemente inteligente como para llevar a Lucas o a Will, o tal vez hasta Mike, -aunque eso implicara tener a un Wheeler en su casa-. Pero no. Había traído al cabeza hueca de Harrington. Hubiera preferido mil veces más al odioso de Wheeler que a Steve. 

Sc-OOPS Ahoy! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora