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Steve apretó el volante. Hacía más de quince minutos que se encontraba afuera de la residencia de los Henderson y ya había tocado el claxon dos veces. Ni siquiera porque Dustin se aprovechaba de su amabilidad y de sus sábados -cuando trabajaba medio día- se aseguraba de salir de la puta casa a tiempo. Seguramente a este punto estuviera haciéndolo a propósito.

Iba a presionar la bocina de nuevo, pero en ese instante el niño rizado salió por la puerta manteniendo el ceño fruncido, como si él hubiera estado esperando.

—¡Por fin! —exclamó Steve, con ironía.

El otro se subió al carro, aún con las cejas apretadas.

—Me aseguraba de que todo estuviera en orden —indicó, tratando de mantener la paciencia. Colocó entre sus piernas la mochila que cargaba en la espalda y la abrió, verificando dentro por millonésima vez. Steve no entendía nada y lo miró confundido. Dustin al ver que sólo admiraba sin actuar, habló con su poca delicadeza—: Steve ¿Qué esperas? ¡Vamos tarde!

El mayor rodó los ojos y arrancó, preguntándose por qué seguía siendo tan buena persona con ese crío del mal.

[...]

Iban en camino al arcade. Steve entendía muy poco el asunto de llevarlo hasta allá. Podía cerciorarse que Dustin se lo había explicado novecientas veces, pero para la cabeza de Steve no hacía sentido, se perdía en el instante cuando mencionaba los otros detalles. Porque, era evidente que no irían a jugar videojuegos, pues si fuera así no se confundiría.

—¿Puedes recordarme la razón por la que te dejo en el arcade? —quería escucharlo una vez más y tratar de recordar con mayor precisión posible. Era sólo en caso de que desapareciera, así podría brindarle una buena explicación a la señora Henderson cuando le preguntara por él.

Dustin bufó, harto de tener que decirlo tantas veces.

—Ya te dije —inició—: El otro sábado que vinimos los chicos y yo, hallamos una oportunidad increíble para los Calabozos y Dragones.

Esas últimas palabras obligaron a Steve a asentir y rodar la mirada nuevamente, recordando la razón de su olvido en el resto del discurso.

—...Su juego de mesa.

—¡Así es! —dijo, entre emocionado y desesperado por llegar—. Conocimos a un tipo genial, que quiere iniciar un equipo. ¡Nos tomó en cuenta! —sonrió. No importaba cuántas veces lo repitiera, seguía emocionándose al recordarlo—. Y quedamos de volver a vernos hoy, a esta hora. Sólo para ver si somos dignos de entrar. ¿No es asombroso?

Ojalá Steve comprendiera la pasión e importancia por el juego de mesa, pero por supuesto no lo hacía. Entonces mejor se guardó los comentarios y siguió manejando en silencio.

—Necesitamos dar una buena impresión —continuó, acomodándose inquieto en su asiento—. Es nuestra chance para formar parte de algo más grande.

El mayor asintió en silencio.

—...Todavía no entiendo por qué tengo que llevarte yo.

—¡Porque es importante! —respondió, casi al instante—. Y mi mamá no me llevaría en lo absoluto —el otro no dijo nada, sólo le dio una mirada acelerada—... Y porque eres mi amigo —añadió para tratar de suavizar los comentarios.

Él rió, pero no agregó más.

[...]

Cuando dio vuelta para entrar al arcade, logró observar a lo lejos al grupito de niños que claramente conocía. Se hallaban en el estacionamiento, platicando entre ellos, visualmente nerviosos. 

Sc-OOPS Ahoy! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora