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Eddie odiaba la escuela. No entendía el propósito de estar tanto tiempo con el culo pegado a esas sillas, para que al final, todo su esfuerzo se fuera a la basura. Ni siquiera una buena nota.

Simplemente la escuela y él no eran compatibles, era todo un tema. Claro, había un par de cosas buenas ahí, como los amigos que llegó a hacer en ese corto tiempo, con los cuales tenía muchas cosas en común y sacaban lo mejor de él.

Pero el resto era basura. Las materias, profesores, tareas, los demás compañeros los cuales le miraban extraño y hasta el mismo Steve Harrington, que se paseaba por todos esos pasillos como si nada, siendo espectacular y superior, sin mostrar una pizca de ser juzgado por el resto.

Como fuera, prefería no hablar de eso, de esa etapa de su vida. Era algo cuyo simplemente prefería ignorar, pues decidió abandonarla por un bien común: su salud mental. Entonces así, un día simplemente lo hizo, abandonó sus estudios sin previo aviso. Sería un borrón y cuenta nueva en su vida.

Cuando Wayne se enteró, se enojó tanto que dejó de hablarle por unos días, hasta que Eddie lo convenció de que había sido un cambio para bien. Haría algo de su vida, lo que fuera.

Nadie lo sabía, quizá su banda podría tener un golpe de suerte, quizás se encontrarían con un cazatalentos en una de sus tocadas, quién sabe.

Su tío no estaba muy contento con esas promesas, entonces lo obligó a trabajar por tiempo indefinido con un amigo suyo, que era mecánico. Al menos lo suficiente hasta que Eddie se cansó y empezó a pensar que realmente fue mala idea dejar la escuela. Prefería rodearse de mocosos y repetir las mismas materias a tener que torturarse como mecánico.

Era obvio que Wayne no lo dejaría hacer nada bajo su techo, por lo tanto tenía que conseguirse otro trabajo antes de confesarle que dejó la mecánica.

Tuvo demasiada suerte pues, el ambicioso Starcourt Mall acababa de hacer su anhelada aparición después de tanta espera. La cara de Eddie se iluminó como estrella cuando vio las calles repletas de carteles, anunciando el centro comercial oficialmente abierto.

Quizá podía sacar algo bueno de ello.

[...]

Al inicio todo marchaba bien.

Le dieron trabajo en una tienda de smoothies. "Orange Julius" decía en el cartel de la entrada.

Puede que se viera patético; necesitaba usar un ridículo mandil -que ahora tenía su nombre-, amarrar su largo cabello en una coleta y atender a quien llegara. No tenía nada de experiencia en servicio al cliente y seguro se volvería loco, pero todo era mejor si lo comparaba con la jornada que hacía antes.

¿Qué tan malo podía ser servir licuados a niños mimados? Iba a dominarlo, tenía más fuerza que la de un centro comercial demandado. O eso creía. Sólo cerraba los ojos y esperaba lo mejor. Que su taquicardia no lo dominara al ver tantas manos y gente delante del mostrador.

[...]

La mayoría del tiempo, Steve se sentía asombroso.

Casi todas las cosas se daban a su favor, a pesar de los altibajos y duras lecciones que había aprendido en estos últimos dos años.

En ese tiempo, su vida había dejado de ser tan ordinaria. Desde que empezó a salir con Nancy -y luego terminaron- muchos sucesos anormales habían sucedido. Hawkins parecía ser un tarro lleno de mala suerte y posibilidades inhumanas, y él había tenido la suerte de ser partícipe en la mayoría.

Ya no quería formar parte de los sucesos históricos de ese insípido pueblo, por favor...

Pero bueno, esta vez tenía esperanza de que su vida volviera a estabilizarse, que volviera a ser tan ordinaria como antes.

Sc-OOPS Ahoy! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora