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Apenas se escuchaban los toques en la puerta gracias a la música.

Los fines de semana eran los únicos días libres para Eddie y amaba disfrutarlos en la soledad de la casa rodante, por ende, el sonido de la entrada jugó con su paciencia.

¿Quién tocaba? No tendrían que ser sus vecinos, se había asegurado que el contenedor y el basural no cayera en las zonas ajenas, ¿Entonces quién jodido era? ¿Qué querían? Nunca tocaban la puerta excepto cuando tenían quejas, todo eran reclamos con esos vecinos de mierda. Tampoco era Wayne, ese domingo no regresaría temprano y el hombre jamás olvidaba sus llaves, el era el primero en quejarse cuando Eddie las olvidaba, entonces nunca se daba el lujo de hacerlo.

Los golpes se intensificaron haciendo que el azabache protestara en voz alta y se levantara de una vez por todas de la cama, dejando su cuaderno con anotaciones ahí.

A grandes pasos, se acercó a la puerta y la abrió de par en par. Mantuvo las cejas abajo hasta que notó quién permanecía ahí. La mala fantasía nunca terminaría. Apenas iba reaccionar, cuando el contrario se adelantó:

—Necesito hablar contigo —soltó, sin rodeos. 

El pobre Steve se veía muy cansado a diferencia de él y eso le causó gracia, pero se guardó la sonrisa. Verlo así le sirvió para encubrir los repentinos nervios que le invadieron. 

Asintió sin importancia y lo dejó pasar.

[...]

El castaño ni siquiera tuvo tiempo para examinar el humilde aposento, pues Eddie lo invitó a su habitación tan despreocupado como siempre. Odiaba que se viera tan tranquilo.

Caminaron por el corto pasillo hasta llegar a la pieza donde provenía la música. Bajó el volumen de manera considerable, para poder conversar apaciblemente. Tomó el cuaderno de la cama y antes de que Steve pudiera mirarlo, lo metió velozmente bajo la cama.

El castaño estaba tan concentrado ojeando el desorden de aquel cuarto; tenía tanta personalidad, todas las paredes cubiertas y tapizadas con mierda y media. Había muchas cosas que observar, pero no venía a eso. Tenía que enfocarse en lo importante. Munson se dejó caer en su cama como si nada, dejándolo de pie en esa desastrosa habitación.

—Bienvenido —movió levemente los brazos, añadiendo teatro innecesario.

Steve se cruzó de manos. Le divisó, aún sin entender la razón de su tranquilidad e indiferencia ante su presencia, como si no recordara qué carajo sucedió la última vez que se vieron. Y honestamente, Eddie no lo olvidaba. Claro que recordaba y todavía se percibía como un baboso por arruinar su próximo quién-sabe-qué, pero ya había pasado una semana, lo suficiente como para superarlo y caer en cuenta que no fue tan importante como asemejaba. Se habían besado y listo, era tarde para deshacerlo. Aceptaba que quizás estaban destinados a no poder tener cualquier tipo de relación.

Aparte uno de los dos necesitaba mantener la cordura, si no nada de esto tendría sentido. Sabía que el contrario haría escándalo de sobra por ser tan supuestamente hetero y por haberse besado con él. Lo sabía perfectamente. Y ahí se encontraba, confirmándole su teoría.

—¿De qué querías hablar? —le dio cuerda.

—...De lo que pasó el día de la tocada —odiaba decirlo en voz alta. Le estresaba que Eddie se hiciera el desentendido. De todas maneras, le asintió y se incorporó en su cama, dispuesto a escucharlo.

El castaño bufó y se jaló el cabello en acto desesperado.

—Eddie, sabes que no soy gay... —empezó. Edward quiso reírse, pero debía mantenerse serio. No había gracia, el pobre chico estaba confundido—. Y lo que pasó estuvo mal, no tuvo que suceder, fue un impulso momentáneo... No quiero que por eso te des ideas equivocadas. Fue un error.

Sc-OOPS Ahoy! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora