CAPÍTULO 9: Belladonna.

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Si por algo se ha caracterizado la belladona a lo largo de la historia es por la cantidad de leyendas y mitos que se han creado en torno a ella.

Según algunas viejas leyendas, hablar de belladona es hablar de seducción. De hecho, el nombre de esta planta no es casualidad. En latín, bella donna significa bella mujer, y muestra la sensibilidad de los italianos, quienes bautizaron la flor, en el arte de la seducción, a la que está muy ligada.

Mientras suben hasta la boardilla donde se encuentran las habitaciones de Assane y Diego, este no puede evitar pensar que está cometiendo un error. No sólo jamás ha traspasado la barrera de liarse con alguna clienta, sino que ni siquiera trajo nunca a Nicole a ninguno de sus hostales en los más de ocho años de relación que estuvieron juntos. Pero, a pesar de todo, este error tiene un rostro irresistible. Él nunca ha sido una persona de mantener relaciones esporádicas y lleva dos años soltero la mar de a gusto.

El desengaño amoroso que sufrió con Nicole tras descubrir que llevaba tres años liada con un compañero de trabajo, le quito las ganas de plantearse si quiera volver a tener una relación y se volcó por completo en el proyecto con Assane que había empezado a despegar años atrás. Y el sexo, aunque le gustaba, no le parecía imprescindible. Si alguna vez sentía la necesidad, se aliviaba el mismo, pero en esos dos años no había tenido relaciones con nadie. Si es cierto que antes de Nicole él había estado con otras mujeres, pero ahora aquello parecía muy lejano.

¿Qué está haciendo? ¿En qué piensa al llevar a una mujer a su habitación? No para de barajar excusas para frenar lo que sabe que va a ocurrir porque con cada paso que da, está más nervioso. Siente la presencia silenciosa de Amelia a su espalda y casi se siente tentado de echar a correr. ¿Cómo de patético sería cerrarle la puerta en la cara? Pero una parte muy fuerte de él, siente curiosidad. Una curiosidad desbordante que le devora desde el momento en el que cruzó la mirada con Amelia.

Sabe de sobra que lo que siente no es amor, eso es absurdo. Pero ha sentido esa conexión tan peligrosa. La conexión que te indica que esa persona te atrae más que las demás. Si Amelia no fuera una clienta y no estuviera de paso, Diego sabe que intentaría tener una cita con ella, conocerla más. El cuerpo se lo pide. Podría después quedarse en nada, o quizá convertirse en algo. Pero no es el caso, porque Amelia está aquí de vacaciones y se irá dentro de cinco días. Y él no quiere quedarse con la duda de qué hubiera pasado esta noche. Por eso ha aceptado la propuesta de Amelia. Porque por primera vez en dos años, ha sentido un tirón por alguien. Porque por primera vez en dos años, no le importaría hacer una locura y dejarse llevar.

Amelia por su parte trata de mantenerse con los pies en la tierra, pero lo único que puede hacer es mirar la imponente espalda de Diego y anticipar el momento en el que ella la recorrerá con sus manos. Porque lo sabe, y esto ha pasado cientos de veces. Tiene muy claro lo que ocurrirá dentro de esa habitación y le encanta. Adora el momento previo a que ocurra nada, lo encuentra la mar de excitante porque puede palparse en el ambiente el deseo de ambos y ese tira y afloja es de las cosas que más le gustan.

El pobre Diego parece hecho un flan, y ella sabe que él está en desventaja, pero que lo desea igual que ella. Sólo hay un pequeño detalle que no le gusta, y no le gusta nada de nada. Se trata de ese diminuto tironcillo en el pecho, ese extraño remolino en el vientre. Dos sensaciones a las que no está acostumbrada y de las que no quiere oír ni hablar. Pero sus instintos son superiores, y a pesar de exponerse al peligro al acostarse con alguien que la hace sentir así, no puede evitarlo. Además, dentro de cinco días se habrá marchado, y cualquier pequeña mariposa que haya revoloteado en su interior, quedará aplastada por el peso de la distancia que se interpondrá entre ambos y por los propios deseos de Amelia de mantenerse eternamente soltera.

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