CAPÍTULO 14: Flor de Lis.

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La flor de lis representa la pureza, la luz, la nobleza, la generosidad, el honor y el sentido de la perfección.

De ahí que a lo largo de la historia se haya utilizado como símbolo de protección e invocación por diferentes culturas, religiones y creencias.

El calor de agosto golpea con fuerza y Amelia agradece estar paseando a la sombra de los árboles. Diego ha accedido a enseñarle el monte Saint Clair que siempre se ve desde el hostal. Es algo que ella no había hecho con las chicas y que, sobre todo, le daba la excusa para poder alejarse del mal ambiente entre su grupo de amigas, pero que también le proporcionaba la intimidad suficiente para poder despedirse de Diego.

Amelia es una chica práctica y sencilla que no se come demasiado la cabeza. Si bien es cierto que nunca había tenido sentimientos de este tipo por ningún otro hombre, tampoco se agobia ante la situación, sino que la acepta y la disfruta. Tiene claro que lo que siente por Diego no es amor, para eso tendría que conocerle más. Pero se encuentra feliz de haber experimentado por primera vez lo que se siente cuando alguien te gusta tanto. Puede que siempre haya vivido su vida en un estado permanente de soltería y que eso la haya proporcionado mucha felicidad, pero esto nuevo que le ocurre sólo se lo toma como un aprendizaje más, como algo bonito que se alegra de haber vivido.

El sexo es algo bastante importante en la vida de Amelia, por eso está maravillada de lo mucho que lo ha disfrutado estos días de la mano de Diego. Puede que él estuviera un poco oxidado y, para que mentir, un poco verde en el tema. Pero eso también le ha parecido divertido a ella porque ha podido enseñarle unas cuantas cosas durante estos días.

Le ha sorprendido descubrir que tienen muchas más cosas en común de las que parecía. Han hablado de música, de arte, de series, de la vida en España, de la vida en Francia y Amelia ha notado que tenían una sintonía especial. Eso ha provocado que cada día su corazón se abriese a Diego un poco más y reconoce que hoy le da bastante pena despedirse de él.

—¡Oh, mira! —Diego, que caminaba ligeramente un poquito por delante de Amelia, se acaba de detener en el camino, y ya agachado, le señala una pequeña flor roja. —Esto sí que es buena suerte.

—¿Qué es? —Pregunta Amelia. —¿Una especie de trébol de cuatro hojas francés?

—No, —responde Diego entre risas. —Bueno, ahora mismo podría decirse que sí. Es una flor de Lis, muy típica de Francia, pero no de esta zona. Así que, sí, podríamos asegurar que ahora mismo es nuestra flor de la suerte.

Amelia mira a Diego con ternura, parece tan emocionado como un niño pequeño. En un impulso, ella saca el móvil y le dice:

—Venga, quédate quieto que te hago una foto con nuestra flor de la suerte.

—No, no, por favor, —dice poniéndose colorado. Pero Amelia no le da tregua y con un gesto de la mano le pide que deje de protestar y que pose.

Después de la foto, Diego, algo avergonzado, comienza una pequeña disertación sobre lo extraño que es encontrar en Sète una flor de Lis, conversación que deriva rápidamente en otra disertación sobre la flor típica de esta zona que es la lavanda.

—Sabes mucho de flores francesas para ser argentino, —bromea Amelia.

—Llevo demasiados años viviendo en Francia, soy medio francés, aunque no lo ponga de manera oficial en ningún sitio. —Amelia se ríe. —Pero, te diré, que no sé mucho sobre flores francesas, sino sobre flores en general. Me apasionan, por si aún no te habías dado cuenta por el nombre que tiene mi franquicia y cada hostal.

—¡Ahí me has pillado! —dice Amelia.

En medio de esta conversación en la que ambos se sienten verdaderamente cómodos, y en la que de verdad parece que lleven haciendo esto toda la vida, y con la confianza que otorga la seguridad de un amor correspondido, Amelia, de forma inconsciente, entrelaza su mano con la de Diego. Él la mira sorprendido, y para gran desconcierto de Amelia, en lugar de limitarse a aceptar esa mano y caminar, se gira hacia ella, la abraza y la besa con intensidad, provocando que Amelia se sonroje. Algo bastante inusual en ella.

EL JARDÍN QUE DIBUJAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora