Capítulo 8

363 38 84
                                    

Y entonces algo ocurrió

Abby llevaba días, semanas, siendo un fastidio. No le gustaba para nada el rumbo que habían tomado las cosas con Aaron. «Esto se te ha salido de control y lo sabes», me reclamaba cada dos por tres.

Yo la escuchaba sin rechistar. Muy en el fondo era consciente de que tenía razón, pero no le prestaba la más mínima atención. Para mí, nada ni nadie que pretendiera bajarme de mi nube, la merecía y ahí seguí, hundiéndome en el lodo creyendo que andaba por los cielos.

Y entonces algo ocurrió.

Un día decidí que ya era tiempo de disfrutar de lo que más me hacía gozar sobre una cama (o cualquier otra superficie). Llevaba casi un año de abstinencia de sexo oral y ya era suficiente, ¡ni que estuviera de penitencia!

Una cosa era que Aaron no quisiera ofrecerme a mí ese servicio, hasta podía entender sus reservas al respecto, pero qué tenía de malo que yo se lo ofreciera a él, si lo haría con gusto, si me moría de ganas.

Estaba obsesionada con la idea de sacar de la rutina nuestro habitual encuentro, y qué mejor manera de prender la chispa de lo diferente que hacerlo cambiar de idea en relación a esta práctica. Ya era tiempo de que alguien se decidiera a sacarlo de su error, alguien que le demostrara con una buena mamada, que una felación se goza, no se sataniza y que un encuentro sexual sin sexo oral es como tomar helado sin azúcar, wuakala.

Y ya está, no me justifico más. Que le iba a comer la verga y punto, que en esta vida no todo puede ser penetración.

Así de decidida llegué una tarde al apartamento de Eddy, quien seguía de periplo por el mundo, dispuesta a poner en práctica mi plan.

Nos ducharíamos juntos, pues pensé que con agua en escena, se sentiría más cómodo.

Por supuesto, confiaba en que él no fuera a esperar que iba a disfrutar de un trabajo a lo Sasha Grey...vamos, que me gusta y eso, pero tampoco tengo mañas de actriz porno, aunque ellas me hayan enseñado algún que otro truquillo.

Lo más sencillo fue lograr que nos metiéramos ambos en la bañera–este en su otra vida tuvo que haber sido un tritón, con ese cuerpazo y su amor por el agua, no me cabían dudas–y bajo su mirada inquisidora, comencé a besarlo despacio, mientras el tibio líquido nos empapaba.

Mi lengua buscaba la suya con autoridad. Era mío el control. Él sólo debía sentir, sentirme.

Minutos después abandoné su boca y fui a por su cuello. Iba absorbiendo cada gota de agua que encontraba a mi paso y seguí transitando por su cuerpo como si de una autopista se tratara.

Chupé sus tetillas, me recreé en el antro de perdición que para mí significaba su abdomen, me detuve en su ombligo y luego fui depositando besos cortos y fugaces alrededor de la base de su pene, que, a esas alturas, estaba más firme que soldado en atención. Nunca me detuvo.

Seguí mi faena encantada de la vida, dueña de la situación, poderosa, y eso me dio la confianza que necesitaba para animarme a tomar su miembro entre mis manos.

Primero lo apreté mientras admiraba su inmensidad, lo deslicé entre mis dedos una y otra y otra vez, despacio, sin prisas. Él seguía sin detenerme, es más, se notaba que no quería ser quien pusiera freno a esa locura, todo lo contrario.

Solo cuando tuve la certeza de que Aaron disfrutaba lo que le hacía, cuando lo vi echar la cabeza hacia atrás dispuesto, deseoso por gozar lo que le estaba ofreciendo, consciente de lo que venía, solo entonces, de rodillas sobre la loza de la bañera, procedí a poner mis labios sobre su rosado, palpitante y caliente glande.

Lo besé primero, lo lamí después. Me entretuve recorriendo con mi lengua húmeda toda su extensión. Acariciaba sus testículos, ya con mis manos, ya con la punta de mi lengua y después los succionaba, con delicadeza.

Chupé su punta como si estuviera famélica, hambrienta de su carne más tierna y exquisita y no logré estar satisfecha hasta que conseguí, no sin esfuerzo, meter todo aquel mástil de tejidos musculosos dentro de mi boca.

Aaron gemía, resoplaba como nunca antes. Los ruidos que salían de su garganta me excitaban e incitaban a darle más; así que comencé a acelerar mis movimientos. Atrás y adelante, ya bien con mis labios o convirtiendo mis manos en una prolongación de estos.

Por un momento me ordenó que parara.

Sostuvo mi cabeza agarrándome del pelo casi con violencia, sin apartar ni por un segundo los ojos de mí y entonces comenzó a follarme la boca con furia, provocándome arcadas cada vez que su verga llegaba al límite de mi garganta. Yo era una gurú del sexo en aquellos instantes. Me sentía única por darle tanto placer como el que ahora experimentaba.

Finalmente se corrió. Mientras, un grito de macho bravío inundaba toda la habitación (temí incluso que todo el edificio).

No saben cómo degusté aquel líquido viscozo y ardiente que empapaba mi cara y caía en torrente sobre mis senos. Aunque lo que saboreaba no era solo su semen, sino además, la victoria de haber sido la primera mujer que lo hizo rendirse ante las delicias del sexo oral, ese que tanto repudiaba.

Segundos después sucedía lo inimaginable.

Sus ojos, antes cargados de pasión en estado puro, me devolvían una mirada fría y severa. ¿Era yo o aquello que observaba era decepción?

–Si lo que querías era demostrarme que puedes llegar a ser una verdadera puta, pues mis felicitaciones, lo has conseguido. Acabas de pisotear todas mis expectativas. Pero te agradezco infinitamente que me hayas mostrado a tiempo lo equivocado que estaba contigo. No eres diferente Salomé y es una lástima–diciendo esto salió del baño y minutos más tarde, lo escuché cerrar la puerta principal.

Me había dejado allí, agachada en la bañera, sintiéndome usada, sucia, triste, confusa y dudando de todo, incluso de mi propia integridad.

Me quedé ahí por un tiempo. No sé si mucho o poco. Cuando reaccioné, ya no sabía si lo que mojaba mi cara era el agua de la ducha o mis lágrimas, pero las gotas sabían a sal, así que...
Con ellas aún a cuestas salí como alma que lleva el diablo de aquel lugar. Nunca más volvería, pensé.

°°°°°
Lo odié a él ¿y ustedes? Déjenme sus comentarios y así nos desahogamos despotricando de su actitud. Eso no se hace Aaron, así no es 😞💔. Les advierto, el próximo capítulo puede ser uno un poco triste. Acá los espero 😜🤗

Con sal en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora