Capítulo 30

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¡Sálvame!

Comencé a empacar y cuando terminé, le marqué a mi madre para que estuviera al tanto de mis planes. Antes, en la noche, le había enviado un mensaje a Abby para que supiera que estaba ya en casa, que me había demorado por mi aventura en autobús pero que estaba bien.

No le conté de la nueva decisión, ella estaría disfrutando de su viaje y no era justo arruinárselo con mis líos, ya se enteraría luego. Después me dediqué a cocinar algo, aunque sabía de antemano que no comería nada, pero tenía que entretenerme.

El sonido del intercomunicador me sacó del limbo en el que me había sumergido mientras cortaba verduras. Alguien traía una entrega para mí y tenía órdenes de dármela personalmente.

-Puede dejarlo subir, seguramente es un algún detalle del señor Vargas-le propuse al portero.

Me quedé esperando frente a la puerta del ascensor y cuando esta se abrió, juro que casi desfallezco por la impresión.

-¿Qué haces aquí?-casi que tartamudeé.

Aaron entró a la casa y comenzó a revisarla cual si fuera un inspector sanitario.

-Está bonito este lugar, me gusta. Ya veo por qué no quieres regresar a tu lugar de origen conmigo.

-Mira que eres imbécil. Acaba de decirme qué haces aquí, tengo un vuelo que tomar y quiero descansar un rato antes de irme.

-Qué cosas tiene la vida, uno viniendo hasta aquí a traerle un regalo y vean nada más cómo me reciben. A dónde huyes ahora, digo, si se puede saber.

-No estoy huyendo, voy a Madrid...a ver a mi novio. Eso lo dije con toda intención. Su rostro hizo un gesto de dolor casi imperceptible pero enseguida recuperó la serenidad.

-Me alegra saber que uno de los dos tiene a alguien a su lado que lo hará feliz. Sobre todo, me alegro de saber que serás tú y no yo. Te mereces lo mejor Sal, te lo digo de corazón.

-¿Viniste hasta aquí a decirme eso o de veras vas entregarme algo?, me inclino por pensar que esa solo fue la excusa que usaste para que el portero te dejara pasar.

Sonrió y me extendió una pequeña caja. La abrí sin vacilar y en su interior encontré otra caja, de un color ocre que me hizo recordar la que dejó sobre mi almohada en la universidad. Por fuera tenía dibujada la silueta del rostro de una mujer que no sé por qué, se me antojó algo familiar y en su interior, guardaba un frasco de perfume. Fuera del cartón se leía en letras blancas: Sálvame.

-El otro día cuando te fuiste descargué toda mi impotencia contra mi pobre teléfono. Lo hice pedazos. Pero, aunque no lo creas, eso me hizo reflexionar. Había perdido mi móvil por irracional y te estaba perdiendo a ti por la misma razón, otra vez. La diferencia era que un teléfono se puede reemplazar, tú no. Cuando reaccioné salí a buscarte. Me fui al aeropuerto, pero no te encontré, y no podía llamarte, tampoco le dijiste a nadie que te ibas en autobús.

-Fue un cambio de última hora, necesitaba tiempo para pensar-le expliqué.

-David fue quien me dijo que ya estabas en casa y me contó del medio de transporte alternativo que usaste. Pensé llamarte desde la oficina, sin embargo, cuando llegué, me dieron esa sorpresa que ahora tienes en las manos. Por si te lo preguntas, sí, es el mismo perfume que hice para ti en la universidad y que nunca nombraste. Hace par de años se lo mostré a Don Emilio y me dio permiso para desarrollar más mi idea y perfeccionar el producto. Pasó todas las pruebas y dentro de un par de meses puede que ya esté en el mercado.

Los ojos le brillaban mientras me contaba y yo estaba conteniendo las ganas de correr a abrazarlo.

-La silueta de la mujer en la caja es tuya, de una foto que te hice una vez mientras dormías y que nunca llegué a mostrarte. El nombre, aparte de que coincidentemente hace referencia al apellido Salvador del jefe, es tambien un guiño al tuyo y también una súplica.

-¿Una súplica?, ¿a quién?, ¿por qué?-pregunté curiosa.

Lo vi acercarse y temblé. Me tomó una mano, la besó con delicadeza, olió el dorso de mi muñeca y casi que le habló a esa parte de mi brazo.

-En ese frasco está mi ruego para que me salves de tener que vivir sin tu aroma, sin ti. Es un pedido de socorro líquido, para que me salves de la condena que para mí significaría, pasar el resto de mis días privado de tu esencia, del perfume de tus cabellos, de tu piel y más que todo, de tu sexo, ese olor a mar que me envicia. Perdóname por haber gritado tan tarde.

Me dio un beso en la mejilla y entonces lo vi darme la espalda.

¡Oh por Dios Salomé Valentino, otra despedida no, ya yo estoy vieja para estos trajines! ¡Pero criatura, ¿no piensas hacer nada?, fíjate, o gritas tú o lo hago yo!

Este era uno de esos momentos en que quisiera que a mi voz interior le dieran un megáfono para que se hiciera escuchar por todos, no solo por mí.

-Ah, se me olvidaba-dijo Aaron y volvió sobre sus pasos. Uf todavía no se va, tienes otro chance... ¡habla ya tonta!

-No tienes inconveniente en que use esa foto tuya como imagen del perfume ¿verdad?-preguntó.

-Claro que no, cómo crees. Además, no me parece que alguien vaya a reconocerme. Será nuestro secreto-alcancé a decir.

-OK, muchas gracias. Hasta que nos volvamos a encontrar cocinera.

Por Santa Marta de Betania, patrona de los imposibles. Te juro que como no lo detengas me voy a revelar contra ti y....

-Aaronnn-exclamé, justo a tiempo para acallar el insoportable chillido de mi cabeza y para evitar que el ascensor se cerrara. Él detuvo las puertas.

-¿Qué pasa?-me cuestionó interesado.

-Yooo... viajo esta noche a Madrid a decirle a Enzo frente a frente que no puedo, ni voy a seguir con él.

-¿Y eso por qué?

-No, por nada, es que hace poco descubrí que él, Héctor y Aquiles no se llevan bien y bueno, así no podemos formar una familia. Por qué va a ser, so tonto. Porque yo quiero estar contigo y solo contigo.

Se lanzó hacia a mí y por no sé cuánto tiempo, fuimos un solo cuerpo, gracias a ese abrazo sanador.

-¿Y tienes que ir tan lejos para eso, no se lo puedes decir por teléfono?

-Que no, las cosas se hacen bien o no se hacen. Además, tengo que ir a ver personalmente si por fin me aceptan o no en el curso de repostería. Sabes que es mi meta más inmediata profesionalmente hablando.

-Sí lo sé, no te preocupes. Confío en ti. Te estaré esperando en el banco de los amantes pacientes-y ahora sí que en serio puso cara de tragedia shakesperiana.

-Vale, pero ahora vete que el portero debe estar a punto de subir a ver por qué el «repartidor» se demora tanto haciendo su entrega. Por cierto, me encantó el regalo y también me va a encantar salvarte.

Nos dimos un beso largo, intenso, quimérico. Después me besó en la frente, como quien besa su bien más preciado. Tuve la certeza entonces de que aquello era real, puro, honesto, único. Así de inmensa era su devoción, su pasión por mí y no podía esperar para comenzar a disfrutarla a plenitud.

Lo único que lamento es haberles mentido a ustedes.

Al final sí resultó ser una historia de amor.

°°°°°
Hola a todas y todos...Aquí termina el viaje de Salomé, o bueno, por lo menos el que ella nos estaba contando. No voy a despedirme de ustedes aún porque hay cierto niñato por acá por mi cabeza que tiene todavía algunas cosillas que contarles, así que cuando regrese, volveré acompañada por él. Besos y cariños y de nuevo mi agradecimiento por permitirme regalarles esta historia. Nos vemos...💕 🥰😍

Con sal en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora