Capítulo 17

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Maggie

Esa misma tarde le hice una llamada perdida a Aaron. Era nuestro código. Significaba que tenía algo importante que hablar con él.

La regla decía que, si no estaba ocupado o acompañado, me llamaría de vuelta enseguida, si no, lo haría más tarde. Creo que estaba esperando mi llamada porque mi teléfono volvió a sonar en cuestiones de segundos y su nombre apareció en la pantalla.
Resumo la conversación.

Le dije que estaba dispuesta a continuar en el banco como suplente. Que todo seguiría como hasta ahora, pero solo hasta que me graduara, porque una vez completada esa meta de mi vida, me marcharía sin mirar atrás.

Mi idea pareció tomarlo por sorpresa, a juzgar por su prolongado silencio, pero aun así la aceptó, no le quedaba otra alternativa teniendo en cuenta que la única manera en la que las cosas pudieran llegar a ser diferentes, implicaba que él abandonara sus planes por mí y si les soy sincera, yo tampoco quería eso. El sentimiento de culpa probablemente no me abandonaría jamás.

Le dije que lo mejor que podíamos hacer era aprovechar el tiempo que nos quedaba juntos, si fuera posible, follando como conejos, que en definitiva era la manera ideal para hacernos felices mutuamente; luego cada cual por su camino. Eso argumenté y en eso se resumió nuestro trato.

Vale, ya lo pillo, ni yo me había creído mi propio discurso. Nunca un montón de palabras me habían parecido tan carentes de sentido común como las que le recité y que ahora me repetía a mí misma, en un intento absurdo de convencerme de que era esa la mejor decisión que podría tomar.

¡Ni que fuera yo un político!

A la vez era consciente de que acababa de marcar en el calendario el día exacto en el que comenzaría a sufrir horriblemente, que eso de marcharme sin mirar atrás me costaría Dios y ayuda y que lo de continuar con él metido entre mis bragas me haría aún más difícil la misión de olvidarlo; pero también sabía que el tiempo es benevolente con aquellos que son pacientes, y yo lo sería, tendría paciencia para esperar que el paso de los días lamiera mis heridas, hasta que Aaron fuera solo el recuerdo de un amor bonito.

Albergué desde ese entonces la esperanza de que el destino tuviera guardado para mí un amor real, único, como el que no podía tener con él. Sí, porque lo de nosotros no era amor, no podía serlo, porque el amor no se condiciona. No puede ser amor si te aman a retazos, solo dos días a la semana. El amor compartido, no es amor, es egoísmo y yo me merecía algo más, aunque parezca egoísta decirlo.

                                  ****
Semanas después de sellar nuestro nuevo acuerdo pasó algo que volvió a encender las dudas en torno a Aaron y su relación con Maggie.

Estaba yo encerrada en uno de los baños del edificio docente, pasando un mal rato gracias a una receta que nos había fallado a Abby y a mí, cuando un par de chicas entró al servicio, al parecer para acicalarse.

—Pero Maggie, cómo es posible que en casi tres años Aaron y tú nunca hayan llegado a nada. Eso no se lo cree nadie, mucho menos en estos tiempos nena, por favor, a otra con ese verso–escuché que decía una de ellas.

—A ver Samantha, mi novio es un chico chapado a la antigua. Él me conoció cuando tenía 14, yo era virgen. Presentarle a mis padres puso aún más serias las cosas. Hay campanas de bodas sonando y él quiere que yo llegue impoluta al altar.

Ambas comenzaron a reír estruendosamente.

—Pero si tú de virgen tienes lo mismo que yo de célibe–recalcó la amiga.

—Shiuuu, que no tiene por qué enterarse.

—Y cuando vaya a la cama matrimonial dispuesto a «desflorarte», qué harás–quiso saber la tal Samantha.

—Pues fingir mucho dolor y después venderle la idea de que no todas las mujeres sangran en su primera vez–contestó su compañera.

—Ya veo que lo tienes todo bien pensado. Oye, pero tú nunca has intentado sonsacarlo, llevarlo a que cambie de idea–volvió a indagar la colega de Maggie.

—Uff, he perdido la cuenta, pero el tío tiene un autocontrol que yo flipo. En el crucero me paseaba en bikinis diminutos por delante de él y ni una sola vez me invitó a su camarote. No me lleva a su casa y tampoco se queda en la mía e incluso, me da besos en la frente, como si fuera una hermanita de la caridad, creo que podría contar con los dedos de una mano las veces que me ha besado en la boca y para eso, besos de piquito que yo juraría que viajan a la velocidad de la luz–le contó mi rival.

—Pero a ver mi amiga, eso no te da mala espina. Acaso no te preocupa que él ande aliviándose con otra en lo que llega el día en que estés «disponible».

—Si te soy sincera, no. Hace tiempo que dejé de sentir celos por él. No soy tonta, y sé que debe tener alguna zorra por ahí, pero con nuestra situación creo que es algo normal–yo dentro del baño cerré los puños, más zorra serás tú, demonio enano.

—Pero eso no importa–continuó. —Ese hombre es mío y lo será hasta que yo así lo decida, y si por alguna casualidad llegara el día en que no quiera estar conmigo, las deudas que tiene con mi padre lo mantendrán a mi lado. Casi que soy su dueña; además, yo también me alivio de vez en cuando con algunos amiguitos que tengo reservados para esos menesteres.

—Eres mi heroína mi amiga, cuando crezca quiero ser como tú. Salieron riendo maliciosamente del baño.

Vaya con la princesita. Y aquel creyéndola inocente. Cómo me gustaría agarrarla por el moño y bajarla a trompicones de ese pedestal donde él la subió; pero bueno, igual y Aaron se lo tenía merecido por engañarla conmigo. Si algo acababa de entender era que esos dos se merecían uno al otro, ¿dónde habrían aprendido a ser tan hijos de puta?

Puse los pies en el piso. Los había recogido cuando entraron aquellas dos para que no fueran a descubrir que estaba allí y se sintieran confiadas para hablar con tranquilidad. Tenía las piernas tan entumecidas que cuando me puse de pie, no sabía si era que me empezaba a circular la sangre nuevamente o que, de un momento a otro, me saldría una raíz del dedo gordo del pie.

Salí de aquel lugar con una mezcla de alegría y preocupación. ¿Debía contarle a Aaron lo que había escuchado?

Algo me dijo que esa no era una buena idea, porque, qué garantías tenía de que creyera en mi palabra. Mejor no me complicaba más la existencia. Que chocara con la piedra y que se fuera de bruces contra el piso si así lo quería. Ese no tenía por qué ser mi problema...pero, ¿sería verdad eso de que Aaron y ella no tenían intimidad, que la besaba en la frente?

¡Ay Salomé Valentino, te saldrán canas antes de los 25 por culpa de ese condenado niñato!

°°°°
Qué les pareció la actitud de la "pobrecita" Maggie, la aplaudimos o la criticamos?? Ustedes tienen la palabra.
Un spoiler: el próximo capítulo es uno de mis preferidos.
¡¡¡Nos estamos leyendo!!!

Con sal en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora