Capítulo 26

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Confesiones

Estaba enfadado, y me dolía ser la causante de su enojo. Pero es que siempre que me sentía acorralada, la ironía era mi mejor defensa y él me había obligado a ponerme a la defensiva; si no hubiera actuado de esa manera, quién sabe lo que habría pasado entre los dos.

Sí, ya sé que a lo mejor estaba postergando lo inevitable, quizá incluso lo que había ido buscando. Sé también que ni yo misma me creía que no quería que sucediera algo, aunque sabía que no era lo correcto.
Pero también sabía que el hecho de que me rindiera ante mis propios deseos solo podría traerme malas consecuencias. No solo traicionaría a Enzo sino a mí misma, a mis principios, a mi voluntad, a mi orgullo; pero qué era todo eso contra lo que sentía por él.

«Oh por Dios Salomé ya empezaste a justificarte. ¿Lo harás verdad?»

A veces mi voz interior era insoportable, o sería el cargo de conciencia por estar pensando lo que estaba pensando.

Necesitaba distraerme. Solo tenía que aguantar una noche y el domingo de la boda. El lunes me marcharía y todo volvería a su sitio. Aaron se quedaría allí, dónde había estado este tiempo y aquel fin de semana sería historia, la historia del día más feliz de mi mejor amiga y nada más.

«Hablas como si el ingeniero ese hubiera alguna vez abandonado tu corazón o tu mente, qué ilusa me saliste».

—¿Te podrías callar de una puta vez?...Madre mía, acababa de decir eso en voz alta.

Está decidido, me voy a bailar.
                      
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Como es de suponer, tuve que irme sola. Abby no podía trasnochar y ya no me quedaban amigas en el pueblo a quienes recurrir. Todas mis compañeras de instituto eran adultas con vida propia, y tampoco era que tuviera muchas amigas de esa época; pero como doña Lucía me había enseñado siempre: si sola la haces, sola la pagas.

Me puse un vestido tan corto y holgado que escandalicé a todos en casa. Hasta mi padrastro había opinado, y eso que solo hablaba lo necesario y a mí me consentía más que mi propia abuela. No obstante, nunca nadie de mi familia me había impuesto su criterio con respecto a mi forma de vestir, y no iban a empezar ahora.

Fui a uno de los clubes nuevos del barrio. Ni siquiera pedí referencias. Entré al primero que me llamó la atención por su fachada luminosa. Hasta una foto para mi Instagram me hice en la entrada. El lugar era ruidoso, pero tenía un bonito bar y un bonito Barman también. ¡Ay Enzo, mil disculpas, pero la belleza existe para ser admirada!

Con ese pensamiento me dirigí a la barra y pedí un whisky con soda, necesitaba algo que me sacudiera por dentro y ese trago sabía hacer muy bien ese trabajo. El primer sorbo lo degusté sin quitar la vista del guapo bar ténder, y créanme, fui tan indiscreta como pude. Le sonreí, y justo cuando estaba a punto de preguntarle su nombre, una voz malévola me interrumpió.

—Se puede saber qué rayos haces aquí sola, bebiendo y con...esa vestimenta—me dijo un Aaron que sonó incluso más molesto que la versión de la mañana.

—Y a ti que más te da. La pregunta es qué haces tú aquí, ¿quién es el acosador ahora?, ¿eh?

—Si no querías que te encontrara no hubieras presumido en las redes del lugar donde estabas. Vine porque Abby me llamó preocupada, me dijo que habías salido sola.

—Ah ya, entonces decidiste ponerte tu traje de súper héroe y venir a mi rescate ¿no? ¿Quién eres tú, el Capitán América o Superman? Te advierto que a mí me gusta más Henry Cavill que Chris Evans. Además, te informo que no necesito de tu protección, sé cuidarme, lo único que quería era divertirme—terminé mi trago y le hice señas al cantinero para que me sirviera otro.

Con sal en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora