Capítulo 11

324 32 115
                                    

Online

Después de aquella tarde dominical no nos habíamos visto, telefoneado ni mensajeado más. Le pedí un tiempo para pensar y le dije que cuando estuviera lista para verlo o hablar con él lo contactaría.

Pasaron los días, concluyó el curso y él se fue.

Mi verano sería extremadamente largo y solitario. Abby no sólo estaba ocupada pasando tiempo con David, sino que, además, estaba enfadada conmigo. Habíamos tenido una discusión muy fea cuando se enteró que había accedido a encontrarme de nuevo con Aaron.

-No puedo creerlo Salomé, eso no puede ser cierto. Después de todo lo que te dijo, de cómo te hizo sentir, de todo lo que sufriste por su culpa y vas y lo perdonas, así como así, solo porque te contó un cuento chino. ¿En serio?

-No lo he perdonado Abby-le riposté.

-Vamos Sally, por favor. Engáñate si quieres pero tú y yo sabemos que Aaron ya logró lo que quería, te puso a dudar. ¡Ya estás a punto de caramelo amiga mía!

-Es mi vida Abigail. Si le creo o no, si lo perdono o lo mando a la mierda es mi decisión. Tengo derecho a ser feliz como todo el mundo y Aaron me hace feliz joder, ese hombre es la mitad que me faltaba.

-Tú no necesitas que un hombre te complete Sal. Lo que encontraste con él puede estar en cualquier parte, en un hombre sin tantos misterios ni inseguridades, y mejor aún, sin compromiso. Pero bueno, ya sé que no vas a escucharme, como siempre. Al final resulta que un gran pene influye más sobre ti que nuestra amistad.

-Abigail White estás siendo injusta conmigo y además, me estás insultando.

-No más de lo que Aaron te insultó y a él lo perdonaste enseguida. Así que tengo esperanzas. Ya se te pasará. Solo habrá que ver para cuándo se me pasa a mí-agregó.

Tras este discurso se fue de mi casa.
Juro que nunca la había visto tan molesta.

Ya hacía días que no sabía nada de ella, pues no me contestaba las llamadas ni los mensajes, tampoco se ponía al teléfono si intentaba llegarle por medio de David. Lo peor era que, para variar, estaba en lo cierto sobre muchas de las cosas que me dijo. Empezando porque ninguna mujer debería necesitar de un hombre para sentirse plena, mucho menos feliz; mucho menos yo, que me las daba de liberal y a veces le seguía la rima a todo eso del feminismo.

Pero Abigail tenía que dejarme crecer, permitirme equivocarme, aunque fuera chocando una y otra vez con la misma piedra, tenía que dejar de sobreprotegerme tanto, tenía que entender que estaba enamorada hasta la médula de ese bendito niñato; lo quería, incluso más de lo que había querido a algún otro, incluso más de lo que me gustaría consentirme.

Ya sé que no era perfecto, pero yo amaba el caos que desataban en mi mundo sus imperfecciones y contra eso no podía luchar, no quería.

Sin Abby solo me quedaba entretenerme navegando en las redes sociales y en eso se me fueron yendo las semanas.

Un día andaba chismeando en el Instagram de ya saben quién. Y entonces posteó una foto con el mar como fondo, en la que se le veía con una camisa abierta mostrando con toda intención sus músculos más apetitosos. Unos espejuelos oscuros le adornaban el rostro. Lo miraba y sólo podía exclamar: ¡woooow!

Le di "me gusta" y casi que en un segundo me entró un mensaje al chat privado:

«¿Te gusta lo que ves?»-ponía.

«No tanto»-le respondí.

«Mentirosa»-escribió de vuelta.

Luego me había preguntado si podía llamarme por la noche y acepté. Sería nuestra primera cita luego de todo lo sucedido.

Con sal en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora