22 de agosto
Cuando llegamos la Nana no estaba por todo aquello. Eso dio tiempo a que Aaron me mostrara su habitación y pudiera limpiarme (lo necesitaba) y cambiarme de ropa.
Al bajar a la sala me encontré a Aaron fundido en un abrazo con una mujer de estatura pequeña, corpulenta, de pelo negro y rostro dulce, al que lo adornaban unos lentes algo grandes en comparación con su cara.
-Tú debes ser Sally, bienvenida a tu casa preciosa-me dijo al tiempo que me daba un abrazo largo que disipó el nerviosismo que traía agazapado.
-No sabes lo que me alegra que finalmente este soltero incorregible se haya atrevido a traer a su novia a verme. Te aseguro que estaba a punto de pensar que le daba vergüenza que conocieras a esta vieja senil.
-Nana por favor no exageres, que ni eres vieja, ni estás senil y mucho menos yo me avergonzaría de ti, eso nunca-dijo él algo apenado.
-Entonces cuál es la razón de que nunca haya venido ella aquí, si se puede saber-insistió.
Aaron me miró casi que pidiendo auxilio. Ya estaba a punto de inventarle una nueva disculpa cuando lo interrumpí.
-Doña Olivia, es que yo vivo algo lejos y la universidad me ocupa mucho tiempo, pero ya que vine le prometo que la visitaré más seguido.
-Solo si me prometes que no vas a volver a decirme Doña. Olivia, Oli o si lo prefieres, Nana, ¿está bien?
-Vale, lo intentaré-prometí.
Ni de coña le llevaría yo la contraria a esa mujer.
Después de ese encuentro inicial nos sentamos a la mesa a degustar la deliciosa comida que preparó Do...Olivia. Digna del mejor restaurante y luego de lavar la losa nos despedimos. Aaron estaba cansado, yo igual.
Una vez solos tuve que hacer la pregunta que llevaba horas dando vueltas en mi cabeza.
-¿Por qué tu abuela no conoce a Maggie?, ¿por qué piensa que yo soy tu novia?-inquirí.
-El fin justifica los medios, eso dicen. Pero no te preocupes por esos detalles ahora ¿sí?-añadió. Su escueta respuesta no había estado ni cerca de convencerme o tranquilizarme, todo lo contrario.
Hacía tiempo había comenzado a sospechar de los misterios que rodeaban la actitud de Aaron en relación a su compromiso con Maggie y peligrosamente, estaba empezando a determinarme para descubrirlos.
Al otro día, sábado 22 de agosto, me sorprendió una noticia que no me esperaba.
Mi futuro ingeniero al darme los buenos días, me había dicho: «hoy es mi cumpleaños». Tuve que frotarme los ojos para cerciorarme de que no soñaba.
-Oh por Dios, pero, cómo no me habías dicho nada-lo regañé. Era un dato suyo que por más que indagué, no había logrado descubrir.
-No me gusta celebrar esa fecha-alegó y sus ojos adquirieron un tono sombrío.
-¿Y no habrá peligro de que Maggie quiera darte una sorpresa viniendo a verte? No quiero buscarte líos con ella-acoté.
-No vendrá. Ella piensa que cumplo años en febrero, el 5. Por favor, antes de que me vayas a comer a preguntas. Yo me entiendo ¿sí? Son cosas mías que a lo mejor un día comprenderás.
Le di un silencio por respuesta. A veces me costaba mucho entender sus maneras, pero no hay peor intento que aquel que no se hace, así que le daría el beneficio de la duda, otra vez.
-¿Confías en mí?-preguntó de golpe, con los ojos clavados en los míos y su mano sosteniendo mi barbilla. Sin duda, él sabía cómo ablandarme.
Le di un beso por respuesta. Cómo no voy a confiar en la persona que traía mi planeta girando sin control. Cómo no, si confiar en él también era placentero.
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Con sal en la piel
Teen FictionPodría decirse que Salomé no es una chica común. Su afición por el sexo nació antes de tiempo, pero desafortunadamente, sus incontables amantes no han podido nunca satisfacer sus deseos más oscuros. Cuando Aaron Miller llegó a su vida pensó que ser...