19. Crazy little thing called love

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Julio

Mar

-Emilia me habló ayer.

Ayer había sido la semifinal de Argentina Brasil. Lo habíamos visto junto al plantel de River en una pantalla grande del hotel. La desilusión fue muy grande, estábamos todos con esperanzas de ganar y que Messi tenga otra oportunidad de jugar una final. Pero no se dió. Brasil nos ganó dos a cero y nos quedamos con las ganas una vez más.

Bueno, la cuestión es que estuvimos todo el día enfocados en el partido y no tuvimos un tiempo a solas para que se lo diga. Cómo la tarde de hoy, que estamos descansando en su pieza, él más que nada, que acaba de venir de entrenar. A parte estuvimos todos re bajón todo el día como para hablar de esto.

Alzó sus cejas y se apoyó en el respaldo de su cama. Yo estaba en el borde cruzada de piernas.

-¿Qué te dijo?

-Nada, que no sabía que yo iba a venir. -me concentré en mirar mis manos mientras hablaba, no era algo cómodo-. Le dije que me había invitado Enzo para que acompañe a Valen...

-Sí. -Julián estira sus piernas y casi me toca con la punta de sus pies-. A mi también me preguntó y le dije algo así.

Como si nos hubiesemos puesto de acuerdo.

-¿Me haces masajes en la pierna? -me dice de la nada, cambiando de tema.

Lo miro con el ceño fruncido.

-No. -digo, como si no me estuviese muriendo por tener sus piernas en mis manos-. Para eso tenes masajistas que andan atrás tuyo todo el día.

Sus piernas son mi debilidad.

-Daleeee -insiste-. ¿No viste el patadón que me dieron el otro día? Me sigue doliendo.

Hice una mueca de disgusto. Casi me muero cuando vi como lo patearon. A mi me hacen eso y me quiebran de una.

Hacía un par de meses que venía viendo todos los partidos en los que jugaba Julián. Un día lo enganché a papá viendo a River y a partir de ahí los veíamos juntos. Las veces que estuvimos distanciados me hacía sentir que estaba cerca de él. Me encantaba verlo, era mi jugador favorito, aunque nunca se lo iba a admitir. Y los partidos de River me encantaban y los veía sin falta, aunque no juegue Julián, y eso tampoco se lo pensaba admitir.

Toda mi infancia dije que era de San Lorenzo, solo porque mi mamá lo era, pero nunca me miré un partido de ese equipo en mi vida. Así que con el tiempo medio que me volví una atea del fútbol. Hasta ahora.

En fin, a lo que quería llegar con todo esto, es que cada vez que lo veo jugar, sufro con los golpes que recibe.

-Sos un pesado. -suspirando, me acerco a sus piernas estiradas-. Levantá.

Levanta un toque las piernas y yo me siento ahí para que las apoye sobre las mías. Si me quedo sin piernas, ya saben.

Trato de no mirarlo porque ya me imagino la sonrisa socarrona que debe tener en la cara y me concentro en masajear su muslo. El que fue lastimado nada más.

Era enorme, no entiendo de donde saca tanto músculo.

Mis manos suben y bajan a la vez, desde su rodilla hasta casi el final de su muslo. Repetí esa acción varias veces al rededor de toda su pierna y sentí mi respiración volverse más pesada. Estaba nerviosa, y tenía miedo de que me empiecen a transpirar las manos.

Seguí con mis masajes y el aire de la habitación parecía volverse más denso. Sólo le estaba masajeando la pierna, no se por qué se sentía así.

Después de unos minutos lo miré a la cara, frenando mis movimientos. Julián me estaba mirando seriamente.

Trátame suavemente | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora