5. hostage

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Había sido una semana agitada para Martina, cuando se hizo jueves no veía la hora de que termine.
Cristian y Andrea habían estado particularmente pesados poniéndose celosos el uno del otro y Martina tenía que estar dividida en dos para no hacer sentir mal a ninguno. Andrea había tenido una discusión con el novio así que no quería estar sola y Cristian cumplía cuarenta y cinco entonces quería estar toda la semana con su hija.
A eso sumarle que estaba en el primer año de una carrera que requería mucho compromiso, como estar estudiando y practicando frente al piano unas cuantas horas por día. No tuvo mucho tiempo para dormir ni mucho menos para pensar en otras cosas. Solo en Julián, siempre tenía un poco de tiempo para pensar en Julián.

Al no poder verse, Julián le escribía todos los días. Era un pibe que a parte de entrenar como loco no tenía mucho que hacer, así que estuvo teniendo muchas videollamadas con su madre y viendo muchos tutoriales en YouTube para aprender a hacer algunos platos de comida. Le mandaba fotos de todos a Mar y ella se burlaba cuando algunos les salían bastante mal o estaba orgullosa cuando le salían bien.

—¿Querés venir a estudiar a casa? —le preguntó Mar a su nueva compañera.

El lunes les iban a tomar unos ejercicios de audioperceptiva así que tenían que practicar.

—Dale, vamos.

Emilia era de Córdoba capital, había llegado este año a Buenos Aires para estudiar en el conservatorio. Esta semana ingresó en el curso de Martina, ya que se había cambiado de turno por su nuevo trabajo, y se hicieron cercanas.

Mar en estos dos primeros meses había cruzado algunas palabras con sus compañeros pero no tenía mucha confianza con ninguno, ella era muy tímida, necesitaba un tiempo para soltarse y dejarse conocer, le costaba mucho sacar tema de conversación. Pero entonces llegó la cordobesa que era todo lo contrario y se cayeron bien al toque. Todavía quedaba mucho por conocer, pero pintaba como una amistad linda.

Cuando llegaron a la casa de Mar saludaron a su mamá que justo se estaba yendo.

—¿Hacemos unos mates? —preguntó Emilia.

—Dale, pero preparalo vos que yo soy un queso. —dijo Martina poniendo la pava.

Una vez lista la merienda se sentaron en la mesa redonda sin parar de charlar. El estudio podía esperar.

—Está muy bueno. —le halagó Mar, Emilia sonrió—. Che, ¿y por qué te viniste para acá?

Emilia le contó un poco de su vida, tenía una mala relación con sus padres, no la apoyaban en nada y mucho menos para que estudie música. Había tenido una infancia difícil y por eso quería escapar de su casa que no se sentía como un hogar. Estaba viviendo con una amiga y tenía que trabajar para mantenerse con sus veinte años de edad. Martina se sintió un poco mal por ella, siempre fue tan acompañada por sus padres que no se imaginaba una vida sin su apoyo. Igualmente Emilia se mostraba tan alegre que jamás pensarías que está mal.

A Mar se le hacía conocida de algún lado, pero no se acordaba de dónde. Capaz le hacía acordar un poco a Julián, su acento cordobés, su buena onda, su sonrisa ineludible y sus ricos mates. Tenían muchas cosas en común ahora que lo pensaba.

Julián también estaba pensando inconscientemente en ella. La extrañaba aunque no lo confesaba ni en su cabeza. Hoy tenía que hablar sí o sí con su mejor amigo, capaz lo ayudaba a averiguar que le pasaba.

En el entrenamiento estaban en parejas pasándose la pelota sin que se caiga al piso, como siempre Álvarez y Fernández estaban juntos.

—¿Qué te pasa a vos que tenés esa cara? —le preguntó Julián cuando Enzo se fue a buscar la pelota que se fue para cualquier lado.

Trátame suavemente | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora