El Duque de Venomania.

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Esta historia tiene un origen algo largo. Se trata de uno de los personajes más controversiales de Venomania. E aquí su historia.

En dicha ciudad existía un chico que desde su nacimiento fue condenado al rechazo, pues presentaba una deformidad en su cara la cual dejaba su ojo izquierdo ciego, aparte  de tener una enfermedad rara en la piel que lo condenó a la discriminación y al repudio de su propia familia. Ese niño se llamaba Anderson.

Durante los primeros años de su vida intentaron corregir su apariencia lo mejor que pudieron, pero al no haber tantos métodos confiables no hicieron realmente mucho. Lo trataban como un sirviente más y no como un hijo, aprendiendo a ser rechazado por todos. Su "familia" fue quién le enseñó a hablar, modales, leer y escribir solo para tenerlo mínimamente presentable ante los demás. Sin embargo, fue echado de casa a los catorce años de edad.

Y desde aquí todo empeoró.

Vivía como un completo vaganbundo. Intentaba buscar trabajo pero la gente se asqueaba al ver su cara y su piel y no le daban nada. La gente se burlaba de él y en ocasiones le tiraban cosas. Y eso no era todo, sino que también le apodaban "El Mal formado", "El hombre al que el mismo dios le dio la espalda" o el más famoso de todos...

--¡Miren! ¡Es quasimodo! ¡Ahí viene!-- Le apodaban así en referencia al personaje jorobado de la novela de Víctor Hugo Nuestra señora de París solo porque siempre anda ligeramente encorvado y da la impresión de que está jorobado. Aún así, Anderson nunca robó, golpeó, mató o atacó en general a nadie. Siempre fue alguien pacífico que nunca se metió en líos ni hizo nada mal hecho, pero siempre se acababan burlando de él y sus desgracias.

Consiguió entrar en la iglesia, teniendo un trabajo como conserje del cual no es que recibiera mucho, pero le permitía tener acceso a la biblioteca en la cual leía cuando sus superiores no estaban cerca, descubriendo cosas bastante interesantes, incluyendo el ocultismo y la demonología.

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Era una de esas tardes frescas en las que la gente andaba abrigada. Anderson era uno de ellos, pues la iglesia le dio uno. Andaba limpiando los bancos luego de una extensa misa, y allí vio a una señorita hermosa y adorable, la cual había perdido un collar muy importante para ella en esa misma iglesia esa tarde y que había regresado para recogerlo.

Anderson, prendado por los gestos adorables de aquella mujer, recordó haber visto el collar y fue a buscarlo en una caja que se usaba en la iglesia dónde tienen objetos perdidos y tras rebuscar un poco, lo encontró. Era un pendiente hermoso y valioso, lo que le dio la impresión a Anderson de que la joven era de clase alta y de buena familia.

--¡Señorita espere!-- Llamó Anderson a la joven y esta lo vio yendo hacia ella con su collar en manos y algo que sorprendió a Anderson es que ella no sintió asco al verle aparentemente, solo mostrándose agradecida de que él le hubiese devuelto el collar de su difunta  madre.

--¿Esto le pertenece Madame?-- Anderson le enseñó el collar y se lo entregó con educación, aunque sintiendo vergüenza de que ella mire su fealdad, pero solo dijo un "Muchas gracias noble caballero" cosa que hizo que Anderson se sintiera extraño, pues solo había recibido insultos desde que nació.

--No hay de qué, señorita...-- Se quedó diciendo ya que no sabía el nombre de la joven.

--(T/n), caballero, mi nombre es (t/n)-- Ese nombre se quedaría grabado en su cabeza para siempre. Era la primera vez que una chica tenía un gesto amable con él sin agredirle o escupirle.

--Es un gusto conocerla, señorita (t/n). Soy Anderson-- Anderson se inclinó ligeramente hacia adelante en modo de reverencia por educación ante la señorita, quién también hizo una reverencia agarrando ligeramente los extremos de su elegante vestido e inclinándose un poco.

Frases y Cosas de un chico Yandere #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora