Las palabras de Daniel devolvieron a Jisung al mundo real.
- Pero ¿qué es esto? - preguntó sin intentar disimular su disgusto.
- Justo lo que parece.
- ¡Parece que esté a punto de vender a ese hombre! - exclamó inclinándose hacia adelante para ver mejor lo que ocurría en la sala. Los clientes alzaban sus palas con las ofertas, pujando por el lote.
- ¿Quién ha dicho nada de vender a ese hombre? - Minho se puso a su lado, frente al cristal. - El propietario tiene un permiso de la Comisión de Bebidas Alcohólicas para promocionar los vinos y licores de Texas entre sus amigos.- ¿Promocionar vinos y licores? ¡Sí, hombre! - exclamó Jisung. - ¡Promociona sexo!
- ¿Y tienes algún problema con eso? - Minho parecía divertirse - Sólo son un grupo de amigotes ricos pasándoselo bien. Para ellos es un juego.
- ¡Vender personas no es un juego!
- Pues parece que a la mercancía no le importa - repuso él, hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia el escenario.
Minho tenía razón. El hombre desnudo, el lote número uno, mostraba sus firmes nalgas al público, al que contemplaba con la cabeza vuelta y una sonrisa pícara.
- ¡Vendido por mil trescientos dólares! Enhorabuena al máximo postor, número diecisiete. ¡Disfrute de su premio! - anunció Daniel.
Mientras descendía del escenario, el lote número uno levantó un pulgar triunfante mirando a su postor, un cowboy desgarbado vestido con camisa de franela y vaqueros. El ganador agitaba su pala en señal de victoria. Los dos hombres se fueron juntos hacia la puerta de la sala.
- Y ahora vamos por el lote número dos - anunció Thomson.
Apareció una mujer afroamericana, de unos veinticinco años, ataviada con tan sólo unos altísimos zapatos negros de tacón. Llevaba el pelo peinado en pequeñas trencitas rematadas por pequeñas bolas de colores. Era de constitución fuerte; no le sobraban kilos, pero tampoco estaba delgada. En su bandeja había una botella de vino tinto y dos copas. La mujer pisaba el escenario con decisión, dedicó una amplía sonrisa al público que la aplaudió y vitoreó con fervor.
- Muy bien, caballeros - dijo Daniel por el micrófono - el lote número dos es un sensual Cabernet Sauvignon con mucho cuerpo y gran atractivo. ¿Quién quiere iniciar la oferta?
El público, alborotado, gritaba y agitaba las palas Thomson dirigía el ritmo de la subasta, señalando primero a un postor y luego a otro. Jisung advirtió entonces la presencia de otro hombre, sentado una mesa al lado del escenario. Llevaba unos auriculares puestos y anotaba las ofertas de las camas privadas.
El lote número dos parecía pasárselo en grande sobre el escenario y animaba al público con gestos, para que ofrecieran más dinero mientras contonea las caderas sin parar. Han le contemplaba, totalmente fascinado por la actitud de la mujer y por la respuesta del público. Igual que el lote número uno esta «mercancía» tampoco tenía ningún problema con el tema de la subasta.
El problema lo tenía Jisung. Aunque parezca un disparate, envidiaba de un modo extraño al lote número dos: la mujer se sentía cómoda con su cuerpo y con su sexualidad. «Lástima que yo no me sienta tan cómodo», pensó. Han tenía un currículum de relaciones personales desastroso. Siempre se sentía atraído por los hombres que cualquier otra mujer, por precaución, evitaría: tipos con un lado peligroso, que se saltaban la ley que disfrutan arriesgándose... Para evitar a ese tipo de hombres, intentaba ser lo más selectivo posible a la hora de enamorarse, pero luego, cuando la relación acababa mal, como acababan todas, se juraba a sí mismo que nunca más volvería a mirar a un hombre... hasta que se fijaba en el siguiente. La última ruptura había sido la más dolorosa. «Minho lo lleva escrito en la cara: es el típico cabrón. Y claro, me gusta. Para variar», pensó.

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Bad Boy
Hayran KurguComo propietario y editor jefe de Heat, la revista digital más caliente de Dallas, Han Jisung está dispuesto a todo para conseguir una buena historia, incluso a colarse en el Club 69, donde no todo es lo que parece.