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Una mujer desnuda danzaba sobre el escenario. Sólo llevaba puesta una tela de satén rojo que envolvía cada giro de su cuerpo, ofreciendo al público provocativos y fugaces vistazos de su piel brillante: primero un pecho, luego el vientre liso, una pierna perfecta. Todo aparecía y desaparecía entre los destellos de aquella tela roja.

El escenario, rodeado de luces, parecía una isla brillante flotando en medio de un mar de sombras, bajo la luz de aquellos focos, el cuerpo de la bailarina deslumbraba.

Había corrido la voz entre los habituales de que Momo actuaría aquella noche de miércoles y el Club 69 estaba a rebosar. Los clientes, sentados alrededor de pequeñas mesas o en sillones repartidos por la amplia sala, la devoraban con los ojos.

Entre el elegante público había algunas parejas, pero la mayoría eran hombres solos, concentrados en sus copas y en sus fantasías; apenas prestaban atención a las camareras ligeritas de ropa que deambulaban entre las mesas.

El hechizo de Momo era demasiado intenso.

Ninguna mujer podía hacerle sombra mientras ella reinara en el escenario.

En una cabina privada, cuatro metros más arriba, Han Jisung se estremecía al contemplar al público. «¿Cómo puede soportar que todos esos hombres la vean desnuda?» Y, a la vez, codiciaba el tacto de aquel brillante satén rojo. «Me pregunto cómo se siente al ser el objeto de tanto deseo.»

Sus pezones se endurecieron, rozando la camisa de seda verde que llevaba puesta. «Es como una esclava danzando para la corte de un sultán. ¿Se siente poderosa o sumisa?» Jisung apretó los muslos y adelantó su cuerpo unos centímetros. Aquel ligero movimiento desplazó su centro de gravedad, de forma que su entrepierna presionaba el cojín del asiento y la fricción lo excitaba. Se mordió el labio inferior.

«Hace demasiado tiempo…» Diez meses, para ser exactos. Habían pasado más de trescientos días desde que gozó del sexo por última vez; sin contar con su vibrador. «En lugar de estar viendo un espectáculo erótico en un club, lo que necesito es un polvo en plan “aquí te pillo, aquí te mato”.»

Había reservado una cabina de seis plazas en el Club 69, para él y dos invitados. Valía la pena pagar un dineral y contar con la privacidad necesaria para tomar notas, estaba seguro de que a la dirección del club no le iba a hacer mucha gracia saber que su local aparecería en uno de los reportajes de la revista Heat.

Jisung miró a su mejor amiga. La cara de Jihyo estaba pegada al cristal que separaba la cabina del escenario. Sin duda, Jihyo estaba bajo el hechizo de Momo. Cuando Jisung la puso al corriente de su plan – Escribir sobre el club erótico más reservado de Dallas – Jihyo intentó disuadirlo.

Su marido Christopher Bang, mejor conocido como Bang Chan, del Departamento de Policía de Dallas, estaba de acuerdo con ella; y cuando el reportero que iba a acompañar a Han al club fue baja de última hora por culpa de un virus estomacal, Jihyo y Chan aceptaron ser sus escoltas. Él aceptó, pues pensó que en un club erótico un trío, iba a llamar menos la atención que un hombre solo.

El perfil de Jihyo de dulces curvas en su último mes de embarazo, hizo sonreír a Jisung.

«¡Parece tan feliz!»

De repente, se sorprendió al ver que el asiento al lado de Jihyo estaba vacío. Bang Chan no estaba. «Quizá ha ido al lavabo. Caray, que sigiloso es este hombre. Ni me he dado cuenta de que se levantaba.»

Echó un vistazo a su reloj. Las nueve y media. Según su informante, la acción de verdad empezaría dentro de una hora, para entonces necesitaría haberse librado de la pareja.

Demasiado nervioso para estarse quieto, deslizó su bloc de notas y el boli en su pequeño maletín, se levantó y fue hacia la puerta. «Hora de llamar a la oficina. Nayeon ya debe de haber llegado.» Estaba ansioso por saber si la directora de arte invitada para el próximo número de la revista había aterrizado ya proveniente de Los Ángeles.

Absorto en el show de Momo, Jihyo no se dio cuenta de que su amigo salía de la cabina. Fuera, en el vestíbulo, Han sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta y marcó el número de la recepción de Heat. Leo, uno de los dos guardias de seguridad que estaban de servicio, contestó al primer tono.

- Heat. ¿En qué puedo ayudarle?

- Hola Leo, soy Jisung. ¿Puedes decirme si Nayeon…? – Una puerta se abrió a su derecha, un hombre de mediana edad frunció el ceño, molesto porque alguien interrumpía la actuación de Momo con una llamada de teléfono. – Espera un segundo – dijo Jisung a Leo, excusándose con un gesto ante el irritado cliente. Y se alejó del vestíbulo hacia la escalera.

El Club 69 ocupaba una antigua mansión restaurada en Oak Cliff, en las afueras al sur de Dallas. Construida por un industrial a finales del siglo XIX, la palaciega residencia había caído en desgracia durante la Depresión. Demasiada cara de mantener como vivienda unifamiliar, aquella mansión de estilo mediterráneo se había dividido en apartamentos. Años después, cuando el edificio ya no cumplía con ninguna inspección, su propietario lo abandonó. Se rumoreaba que el dueño del Club 69 pagó menos de treinta mil dólares por él, y que luego se gastó más de un cuarto de millón para reformarlo según sus planes.

- ¿Ha llegado ya, Im Nayeon? – Jisung se detuvo en el rellano y apoyó la espalda en la pared. Con un brazo sujetaba la salida de incendios, para que nadie la abriera de repente y le diera un golpe.

- Sí, señor. Felix le ha subido las maletas a su habitación y la está ayudando a instalarse.

Un murmullo de voces le hizo darse cuenta de que no estaba solo en la escalera. Bajó la voz. – Perfecto. ¿Hay algo más que deba saber?

- Sólo que la señorita Im ha traído cinco cajas de juguetes sexuales. Felix las ha llevado al estudio.

Han sonrió. Heat se mantenía como el número uno de las revistas on line gracias a que apostaba siempre por las últimas tendencias. Im Nayeon había aceptado elaborar un reportaje titulado «Cómo encender tu vida sexual».

- Asegúrate de que Felix cierre bien la puerta del estudio. No quiero que el material desaparezca antes de que hagamos el reportaje.

- Sí, señor. – Jisung pudo intuir la sonrisa en la voz de Leo. Colgó.

Ya estaba a punto de volver a la cabina cuando oyó una voz familiar. «¡Bang Chan!» Estaba ahí abajo, hablando con otro hombre. Aunque no oía bien lo que decían, la conversación en voz baja alertó su instinto periodístico. Bajó despacio por la escalera y, cuando estaba a unos diez pasos de los dos hombres, se aclaró la garganta.

- Eh, no interrumpo nada, ¿no?

Los dos hombres estaban tan metidos en su conversación que no le habían oído acercarse. Ahora le miraban sorprendidos.

La mirada de Han Jisung se centró en el interlocutor de Bang Chan. «¡Vaya, si está buenísimo!» El extraño tenía aspecto de chico malo. Piel blanca y pómulos semi marcados. Una pequeña cicatriz recorría su mejilla izquierda, desde la sien hasta la mandíbula. «Esa cicatriz se la han hecho con un cuchillo», susurró una vocecilla dentro de su cabeza. Tenía el pelo negro, peinado hacia atrás, le daba un aspecto peligroso.

«¡Genial! Un chico malo. ¡Mi tipo!» El cerebro de Jisung lanzaba señales de advertencia, pero otra parte de su cuerpo daba saltos de alegría. Al fin y al cabo, habían pasado trescientos días. ¡Y aquel hombre era tan sexy!

Aunque desde donde estaba no podía verlo muy bien, parecía igual de alto que Bang Chan, con lo que al menos pasaba del metro ochenta. Vestía una camiseta negra y unos pantalones oscuros, que resaltaban sus anchos pectorales, su estómago plano y sus caderas estrechas. Y llevaba tatuajes en ambos brazos.

“Don Polvazo” le contemplaba con una mirada intensa, penetrante y… hambrienta. Han Jisung que había estado conteniendo la respiración desde que lo había visto, soltó el aire despacio.
«Aguanta el tipo, chico. Que no vea que se te cae la baba.» Avergonzado por sus pensamientos, miró a la pareja de Jihyo, quien frunció el ceño, molesto por su repentina aparición.

- Jisung, te presento a Minho – dijo de mala gana, esforzándose por pronunciar bien el nombre. Han se acercó.

-¿Qué tal? Soy Han…

- Han Jisung – le interrumpió el extraño – Lo sé. Leo tu columna en Heat, lleva tu foto su voz era oscura y ronca.

Pero no parecía estar cotejando la cara real con la foto de la columna. Su mirada escaneó su cuerpo de arriba abajo, parecía no importarle que el chico se diera cuenta. Jisung notó que se estaba ruborizando, pero no quiso apartar la vista. En lugar de eso, le desafió, mirándole el paquete con descaro.

- Me alegra saber que eres lector de Heat – añadió – Espero que te guste.

Levantó la mirada hacia los ojos de él, al ver su sonrisa notó que las piernas le flaqueaban. Esos dientes tan blancos elevaban su atractivo de diez a quince, como mínimo. Se sujetó a la barandilla con una mano para mantener el equilibrio. Minho sonrió, burlón, como si hubiera captado el impacto que causaba en el chico.

- Me gusta Heat, sí. Tienes mucha imaginación.

Él tragó saliva para deshacer el nudo de su garganta. Cuando notó que tenía su voz bajo control, contestó:

- Oh, bueno, el mérito no es sólo mío, sino de todo el equipo de reporteros.

Minho levantó una ceja.

-He dicho que leo tu columna, no toda la revista. Aparte de ti, no me interesa nadie más de la revista.

Aquella insinuación le hizo estremecer. Humedeció sus labios, que se le habían secado de golpe, con la punta de la lengua. Luego, dándose cuenta de que un gesto así podía indicar que estaba nervioso – cosa que no podía permitirse demostrar – Jisung lo transformó en una invitación. Despacio y con toda la intención, se lamió los labios como un gato se relame después de beber leche.

Los ojos de Minho se oscurecieron y su torso se puso tenso, con lo que irguió más la postura.

Turno de Han Jisung para sonreír. «Tocado.»

Minho separó los pies, abriendo las piernas un poco, como si de repente los pantalones le apretaran demasiado. El rubio volvió a clavar la mirada en su paquete. «Veamos cómo lleva este chico que le traten como a un objeto sexual.» Y ahora que había dejado las cosas claras, Jisung miró al otro hombre.

- ¿De que conoces a Minho, Bang Chan?

La pareja de Jihyo abrió la boca para contestar pero luego dudó.

- Yo… él… - y calló.

Jisung le miró sorprendido. Bang Chan era uno de los hombres más seguros de sí mismos que conocía. Nunca le había visto titubear así.

Minho rompió el silencio.

- Intenta decirte que es el policía que me detuvo – explicó. Su voz era neutra, sin rencor.

- ¿Qué te arrestó? ¿Por qué?

Minho hizo una mueca divertida. – Pregúntale a él, te lo contará todo – dijo señalando a Bang Chan con un movimiento de cabeza – Nos vemos luego, gusano.

Volviéndose hacia Jisung, sonrió de nuevo. Era una sonrisa perezosa, sensual. Y a Jisung se le encogió el estómago.

- Estoy seguro de que nos volveremos a ver, precioso. Lo estoy deseando.

Y llevándose la mano derecha hacia la sien, le dedicó un breve saludo militar antes de abrir la puerta y marcharse.

«Vaya pedazo de hombre.» Jisung sonrió ante su involuntario juego de palabras mental, pero en el fondo lamentó que Minho se marchara.

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