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La puerta de los servicios estaba bloqueada por el cuerpo de Minho.

- Pero ¿qué...? - la voz sorprendida era la de una mujer de mediana edad.

- Disculpe - dijo Minho en tono práctico - hay una pequeña inundación. Por favor, use el lavabo de caballeros.

- ¡Por el amor de Dios! - exclamó la mujer, pero acabó por marcharse.

-Será mejor que nos demos prisa - dijo él con voz tranquila.

Jisung liberó su pene de los calzoncillos, este salió como activado por un resorte, listo para la acción; rozó su mejilla y quedó apuntando hacia su oreja izquierda.

El rubio volvió la cabeza hacia la izquierda y acarició con su lengua el miembro endurecido. Minho dejó escapar un suspiro, tan profundo que a Jisung le tocó lo más profundo de su ser. Cuando llegó a la parte donde el cuerpo del pene se encuentra con el glande y la corona, empezó a lamérsela.

- Oh, cariño...- susurró Minho.

- Separa un poco las piernas - ordenó Jisung. Él obedeció al instante y el chico se colocó entre sus piernas, frente al pene erecto. Sujetándolo con la mano izquierda, siguió usando la lengua en movimientos circulares, para lamerle el glande, atrapando las primeras gotas de líquido preseminal que se escapaban.

Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo... y, de nuevo, alguien intentó abrir la puerta. La voz de Minho ya no sonaba tan normal como antes.

- Dis... culpe... el lavabo está fue... ra de servicio. Por favor, u... se el de caballe... ros - dijo con un gruñido extraño.

- ¿Qué? ¿Qué está pasando aquí? – esta vez la voz también de una mujer, sonaba suspicaz e irritada. «No nos queda mucho tiempo», pensó Jisung. Parecía que Minho le acababa de leer el pensamiento, porque le sujetó la cabeza con las manos y empezó a moverla hacia adelante y hacia atrás. Para controlar hasta donde se lo podía meter sin ahogarlo, el chico sujetó bien el pene con la mano. Él jadeaba, con la respiración entrecortada le oyó decir:

- Joder... ¡Mierda! Estoy a punto de...

«Eso espero, porque en cuestión de segundos alguien va a tirar la puerta otra vez», pensó el rubio. Sentía un nudo en el estómago por la ansiedad, un nudo que subía hasta su garganta. Los empujones de Minho se aceleraron. Ahora gruñía, su vocabulario se había reducido a «Oh» y «Sí, sí». Jisung oyó unas voces fuera del lavabo, pero la excitación ya superaba al miedo de verse sorprendido. Una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo. Alguien empujó la puerta con fuerza. Sonó una voz masculina.

-¿Quién está ahí dentro? ¿Qué está pasando?

Ambos estaban demasiado ocupados para responder. El orgasmo sacudió todo el cuerpo de Minho, que gritó extasiado mientras eyaculaba a placer. «Ahora ya saben qué está pasando», se dijo Jisung. Y se apresuró a tragar cada preciosa gota de aquel líquido. «Respira por la nariz». Se echó un poco hacia atrás, para dejar más espacio y que el semen no se le escapara de la boca, tan llena como la tenía.

- Soy el director del restaurante. ¡Abran la puerta inmediatamente! - a pesar del tono indignado, el hombre no estaba gritando.

«No quiere llamar la atención y que los clientes se enteren de lo que está pasando aquí - pensó Jisung - No es bueno para el negocio.» El director continuaba tocando la puerta.

Tras un golpe en la puerta, Minho se precipitó unos centímetros hacia adelante. Se dobló por la cintura, apoyándose de repente en los hombros del rubio, empujó la puerta con el culo. Respiraba como si hubiera corrido un maratón. Su pene, flácido ahora, se escapó de la boca de Jisung. Él volvió a colocarlo dentro de los calzoncillos y le subió la cremallera. Con un gesto, Minho le pidió la camiseta.

Bad Boy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora