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Minho salió de la ducha y encontró una toalla limpia y una taza de café. «Vaya, tengo servicio de habitaciones.» Se colocó la toalla alrededor de la cintura antes de probar el café. «Excelente, Jisung se las apaña con el molinillo y el café en grano. ¡A ver si voy a tener que casarme con él! O al menos, invitarle a que venga a casa más a menudo.» Y riéndose, se fue hacia su dormitorio. «¿Pero qué...?» La puerta que daba a su habitación estaba cerrada. Abrió la que daba al pasillo y se quedó de piedra. El suelo estaba cubierto de confeti rojo, blanco y azul, un confeti que le era extrañamente familiar. Caminó hacía su dormitorio. La puerta estaba cerrada, y colgada del pomo de la puerta había una caja vacía: la caja. La tiró al suelo y puso la mano sudorosa en el pomo. Imaginar el culo desnudo de Jisung le excitaba. Se secó el sudor de la mano en la toalla, respiró hondo y abrió la puerta. «Madre mía. Me ha leído el pensamiento... y ha adivinado mis fantasías.»

Jisung estaba en cuatro, desnudo y sonriente, con el culito hacia Minho, apoyado sobre los antebrazos y mientras le observaba picaron por encima del hombro. Un cojín bajo sus rodillas le levantaba algo más el culo, que movía como invitándole a penetrarle. Ante aquel culo blanquito y redondo que se le ofrecía tan descaradamente, la polla de Minho salió disparada de entre los pliegues de la toalla.

- Jisung, no sé si darle las gracias a Dios o al demonio por esto - dijo al tiempo que se pasaba la lengua por los labios; se le habían quedado secos. Han sonrió más aún.

- ¿Y qué tal si, en lugar de pensar a quién le das las gracias, me das un poco de...? - preguntó el rubio señalando su polla con un gesto de la cabeza.

- Ahí tienes todo lo que necesitas - dijo él rubio, señalando con la cabeza un bote de lubricante, unas bolas tailandesas, una cadena anal, media docena de condones y hasta unas toallitas desinfectantes. Minho sonrió. Se dio cuenta de que el tapón anal no estaba entre los objetos seleccionados. «No pasa nada, la primera vez hay que ir poco a poco», se dijo.

- Jisung, ¿sabes lo delicioso que estás ahora mismo?

- Quiero estar sexy para ti, Minho.

Otro hombre no habría sido capaz de percibir el leve temblor en su voz, pero él lo conocía tanto ya que lo captó enseguida.

- Jisung, vamos a ir muy despacito. Si en algún momento quieres parar, me lo dices y paramos, ¿De acuerdo?

- Si.

Sus colegas no se habían andado con baratijas cuando prepararon la caja. El lubricante elegido era el Ferrari de los lubricantes. Lee los había probado de todo tipo desde que era sexualmente activo, desde la vaselina del botiquín de sus padres hasta los clásicos tubos de color azul y blanco que había en la mayoría de las mesillas de noche de las mujeres con las que se acostaba, y aunque resultaba el doble de caro que los lubricantes normales, el Astroglide con efecto calor era menos pegajoso. «Gracias, colegas.» Minho abrió el bote.

- Jisung, voy a empezar con un masaje para que te relajes un poco. Te untaré las nalgas con lubricante. Notarás una sensación de calor, pero es normal.

No hubo respuesta; Jisung había hundido la cara en la almohada. Minho puso un poco de Astroglide en cada nalga. «Despacito, Lee...» se dijo. A pesar del efecto calor, Jisung dio un respingo cuando el líquido entró en contacto con su piel.

- Va bien, cariño. No te asustes. Prometo que te voy a cuidar mucho dijo al tiempo que, con un movimiento circular, le extendía el lubricante por las nalgas - Estás tan tenso que si lanzara una moneda contra tu culo rebotaría. Voy a masajearte hasta que te relajes del todo.

El líquido tibio, la voz de Minho y el masaje que le estaba dando surtieron efecto, Jisung empezó a relajarse.

Él no quería ir demasiado deprisa. Comenzó por arriba, justo debajo de la cintura, para ir bajando luego. No fue hasta que Han empezó a gemir suavemente que Lee decidió pasar al siguiente nivel. Tras añadir más lubricante, le puso las manos entre las nalgas. Jisung estaba disfrutando tanto con aquel masaje que ni siquiera reaccionó cuando Minho le rozó el ano con los dedos.

Bad Boy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora