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- Estoy empapado - protestó Jisung.

- El agua se seca - replicó Minho, arrodillándose entre sus piernas. Le deslizó las manos por los muslos hasta la entrepierna y empezó a juguetear.

El rubio lo miró y se dio cuenta de que quería saberlo todo de aquel hombre. «¿Tenía un juguete favorito cuando era niño? ¿A qué edad dio su primer beso? ¿Por qué se había alistado en los marines? ¿Y aquella cicatriz de la cara?»

-¿Dónde te hiciste esto? ¿En el extranjero? - le preguntó mientras le acariciaba la cicatriz.

Minho hizo un gesto para apartarse, pero se quedó quieto y se dejó acariciar la cicatriz. Jisung la recorrió desde la sien hasta la mandíbula.

- Sí, en un control a las afueras de Fallujah.

-¿Hirieron a alguien más?

- A un tipo llamado Mal Meyers. Él me apartó de la trayectoria de la bala. Me salvo la vida... pero perdió la suya. - Minho negó con la cabeza - No quiero hablar de eso ahora.

Aunque Jisung quería saber más cosas, entendió que no podía presionarle demasiado. Seguro que se las contaría, pero a su debido tiempo. Además, Lee había hecho lo mismo con él; había esperado a que estuviera preparado para contarle lo de Yunho. «Muy bien, cambiemos de tema», se dijo.

- Haz algo por mí - pidió Jisung.

-¿Qué? - su tono era receloso.

- Cuéntame un acto sexual que nunca hayas hecho con otra persona. Quiero hacer algo contigo que nadie haya hecho antes.

Jisung observó el desfile de expresiones en la cara de Minho: sorpresa, alivio y una repentina intensidad.

-Ah... vaya. Entonces me parece que no voy a ayudarte a descubrir nada nuevo - de repente, se sintió ridículo.

Lee le sostuvo la barbilla y le levantó la cara.

- Cuando estoy contigo, todo lo que hacemos me parece nuevo. Y aunque no sea la primera vez, es siempre la mejor.

«Es un encanto.» Aunque solo lo hubiera dicho por quedar bien, Han se sentía mejor. De pronto, algo ensombreció la expresión de Minho, pero desapareció antes de que Jisung pudiera saber qué era.

-¿Qué pasa? ¿En qué piensas? - le preguntó.

- En nada, no pasa nada - respondió él negando con la cabeza.

- Sí, algo pasa. Te lo noto en la cara. Cuéntamelo - le exigió Jisung dándole unos golpecitos en el torso con el dedo índice.

- Cuando me retiré del servicio, mis compañeros de unidad me organizaron una fiesta de despedida - dijo sin estar muy seguro de continuar con la historia.

- No me dejes a medias, sigue.

-Un par de ellos siempre se quejaban de que yo era un ligón y lo tenía todo muy fácil. Para tomarme el pelo, me regalaron una caja llena de juguetitos con una tarjetita en la que habían escrito: «¡Que te den!» Todavía guardo esa caja. Nunca he usado los juguetes...

Aunque Minho lo contaba sin darle mucha importancia, Jisung intuía que la idea de meter su polla, aquella polla enorme, por su culito era algo que le apetecía mucho. «Muy bien, Han - se dijo - Tú te lo has buscado. ¿Y ahora, qué?» Jisung se quedó mudo. No sabía qué decir. Él le acarició la nariz con un dedo.

- ¿Y en esa caja hay botes de lubricante? ¿Vibradores? - preguntó el rubio irguiéndose en la tumbona.

Él se levantó.

- Si, pero no.

-¿Por qué no? - Cuanto más reacio se mostraba él, más decidido estaba Han. «Todo el mundo lo hace. No puede ser tan malo», pensó - ¿Tienes gel lubricante?

Bad Boy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora