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- Nada, Minho. Un cliente que quiere volver a entrar - Alex quería demostrar que tenía la situación bajo control - y le estaba explicando las normas.

«¿Minho trabaja aquí? ¿Por qué no me ha echado antes? Sabe quién soy... » pensó Jisung.

Antes de que el guardia pudiera dar su versión de los hechos, el rubio disparó la suya.

- Mis amigos tenían que irse y yo quería quedarme un rato más. No sabía que una vez fuera no podría volver a entrar – explicó como una metralleta dedicándole una sonrisa persuasiva a Minho - ¿No podrías hacer una excepción por esta vez?

Él negó con la cabeza, impasible.

- Lo siento, bonito. Además, éste tampoco es tu ambiente. Será mejor que te vayas a otro sitio más de tu estilo.

Aquel tono le molestó. No soportaba a los hombres condescendientes; por muy buenos que estuvieran. Antes de que pudiera replicar, otra voz interrumpió la conversación.

- Déjalo entrar.

Jisung y los dos hombres se volvieron hacia el que acababa de aparecer en el vestíbulo.

- Lo que usted diga, señor Thomson – exclamó Alex bajando el brazo para dejar pasar a Jisung.

A punto estuvo el portero de dedicarle una reverencia al recién llegado. «Daniel Thomson, el director del Club 69» se dijo Jisung, recordaba el informe que había preparado su equipo de documentación. Antes de que Minho intentara hacer cambiar de opinión a Thomson, él entró en el local.

El tipo era algo más alto que Jisung; debía de medir un metro setenta y cinco, más o menos. Vestía un traje de color gris verdoso; un estilo de traje originario de “El Paso”, y que luego llegó a Harlem, donde se convirtió en símbolo de masculinidad y poder entre los chicanos. El traje de Thomson, de cintura alta, pernera ancha y chaqueta larga – carlango, la llamaban ellos – con enormes solapas, parecía hecho a medida.

Han le dedicó una sonrisa.

- Gracias por su ayuda, señor… ¿Thomson? – miró al portero y al director del club, como buscando confirmación de que había acertado.

El hombre le tendió la mano.

– Daniel Thomson, para servirle. – al estrechar la mano de Jisung, se inclinó levemente, ofreciéndole un primer plano de su cabello negro engominado.

- Gracias. Me llamo… Peter – Hizo una pausa, esperando a ver si Minho le corregía, pero no dijo nada. «No va a delatarme. ¿Por qué?», se preguntó.

- Debo regresar a la sala – dijo Daniel soltándole la mano – esta noche soy el maestro de ceremonias. Después del espectáculo podríamos tomar una copa juntos…

- Me encantaría – mintió el rubio con una sonrisa.

- Minho, cuida de Peter por mí, por favor – Daniel se dirigió a su empleado sin molestarse en volver la cabeza; estaba demasiado ocupado desnudando a Jisung con la mirada – Luego vendré a por usted – le dijo – a Han. Y sin esperar respuesta, se alejó hacia un grupo de hombres que charlaban en el otro extremo del vestíbulo, se iba llenando de socios que salían de la sala.

«El espectáculo de Momo debe de haber terminado ya», pensó Jisung al tiempo que avanzaba unos pasos.

- No necesito un canguro – le dijo a Minho – Puedo volver a mi cabina yo solo.

Él negó con la cabeza.

- Lo siento, bonito. Esa cabina está ocupada. Están muy solicitadas durante la segunda función.

- ¡Pero si acabo de devolver la llave! – protestó. Acto seguido interceptó a la empleada a la que se la había entregado, que pasaba por allí – ¿Está libre mi cabina?

La chica negó con la cabeza. – No, lo siento. Esta noche teníamos lista de espera.

Jisung echó un vistazo a su reloj. Las diez y cinco. Se suponía que debía encontrarse con Selena en la cocina a las once. «¿Qué hago durante la hora que me queda?»

- ¿Y adonde voy ahora? – dijo en voz alta. Minho se encogió de hombros.

- Depende de si te apetece mirar o participar. Si sólo quieres mirar, puedes subir a mi despacho. Tiene vistas al escenario.

«Sabe que soy periodista. ¿Por qué se ofrece para ayudarme?» - se preguntó mientras contemplaba sus atractivos rasgos - «Bang Chan dice que le detuvo por agresión. ¿Debería arriesgarme a quedarme a solas con él?»

Minho sonrió.

- ¿Tienes miedo, bonito? Puedes marcharte. Le diré a Daniel que tenías que irte a dormir – en su mirada había desafío y algo más.

Jisung no había rechazado un desafío en su vida. Ni tan sólo aquella vez que con nueve años, le retaron a saltar a un lago desde un barranco altísimo.

- Muy amable, gracias. Veré el espectáculo desde tu despacho.

- Pues vamos – lo dirigió hacia otra escalera que llevaba hasta la segunda planta. Sabiendo que Minho subía justo detrás de él. Jisung exageró su contoneo al andar. Cuando llegaron a la segunda planta, le acompañó hasta una puerta señalada con la palabra PRIVADO. El despacho era el doble de grande que la cabina donde había estado antes y tenía también un gran ventanal a través del cual se podía ver el escenario y la sala.

A la izquierda de Jisung se levantaba una pared llena de televisores que controlaban lo que parecían ser salas vacías. Junto a la pared opuesta había una mesa, una silla, un archivador y un gran espejo que permitía al ocupante del despacho echar un vistazo a los monitores sin tener que volverse. Frente al ventanal vio un confortable sofá de dos plazas y dos sillas, colocados para contemplar el escenario y la sala. La luz era tenue, como en las cabinas, y el ventanal que en su cara exterior era como un espejo, impedía que nadie desde abajo pudiera ver lo que ocurría en aquel despacho.

- Siéntate – dijo Minho señalando el sofá.

Jisung dudó unos segundos. Todavía se sentía un poco incómodo por estar a solas con él durante la segunda parte del espectáculo del Club 69. Se acercó al ventanal, pero no se sentó.

Abajo, en la sala, apenas una veintena de hombres iban tomando posiciones. Quizá no todos los socios conocían la «segunda función». Jisung se había preguntado si los espectadores del show que estaba a punto de ver iban a ser distintos de los de antes. Parecían un grupito insignificante, y todos eran hombres de muy buen ver en el sentido económico. Entonces, ¿por qué lo había dejado entrar Daniel? ¿Y por que Minho no lo había delatado? Volvió la cabeza y le preguntó:

- ¿Cuál es tu cometido aquí?

- Trabajo para el propietario – se apoyó en la mesa estirando sus largas piernas. Parecía cómodo.

«Madre mía, que bueno está», pensó el rubio. Sentía que el deseo se apoderaba de sus nervios, recordándole cuánto tiempo llevaba sin disfrutar del sexo con un hombre. Aunque Heat lo mantenía muy ocupado, notaba cómo la tensión física había ido creciendo.

- ¿Thomson es el propietario?

– No – respondió, escueto.

- Según el registro del condado, esta mansión es propiedad del Fondo de Inversión Inmobiliaria 69, pero ese fondo de inversión no aparece en ninguna otra parte. ¿Podrías darme el nombre del propietario?

- No.

Jisung se acercó a él.

- ¿Por qué no le dijiste a Daniel quién era yo en realidad?

- Porque estás jugando con fuego, intento ahorrarte problemas – ahora Minho no sonreía.

Jisung sintió que un escalofrío glacial le recorría la espalda.

- ¿Me estás diciendo que los propietarios podrían hacerme daño si supieran que estoy escribiendo un reportaje sobre su club?

- Te estoy diciendo que deberías irte a tu casa y olvidarte de todo esto.

Han negó con la cabeza.

- Si esos tipos son mala gente, ¿qué estás haciendo tú aquí?

Minho se encogió de hombros.

- No hay mucha gente dispuesta a dar trabajo a un tipo que acaba de cumplir una condena por agresión.

- ¿Y qué haces?

El volvió a encogerse de hombros.

- Hago de chófer, de guardaespaldas, lo que haga falta – dijo con una sonrisa, la misma sonrisa devastadora de antes - ¿Necesitas que te haga algo, Peter?

Jisung estaba con la boca abierta, pero negó con la cabeza, sacudiendo su melena rubia con elegancia; un gesto que dominaba a la perfección desde los dieciséis.

- Ya te gustaría. ¿Para qué me has traído aquí, para amenazarme o para aprovecharte de mí?

- Un poco de todo- dijo - quizá sólo quería un acompañante para ver el espectáculo - añadió – señalando hacia la ventana.

El corazón de Jisung latía a toda velocidad. Lo sentía en sus oídos, en su pulso y en el cuello. Seguro que Minho se había dado cuenta. «Un acompañante. Quiere un acompañante.» Por su mente desfilaba la imagen de Momo y sus «acompañantes», por un momento sintió que se le iba la cabeza. «Quizá tenga razón. Me estoy metiendo en un lío.» Su mente seguía haciendo de las suyas. Ahora veía a Minho desnudo; le imaginaba tocándole, acariciando…

Sacudió la cabeza, intentando olvidar aquella imagen, él miraba como si intuyera algo.

- Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión, bonito, marcharte antes de que la cosa se ponga al rojo vivo.

«Intenta asustarme.» La idea le estremecía. - Si tratas de asustarme, no lo estás consiguiendo – levantó la barbilla, desafiante.

- Solo quiero estar seguro de que sabes donde te metes.

Sus dedos cálidos le sujetaron por la muñeca como unas esposas, pero luego aflojo, como si esperara que el rubio protestara o apartara la mano.

- ¿Sabes dónde te estás metiendo, bonito?

Jisung no tuvo tiempo de contestar. Las luces parpadearon y la voz de Thomson sonó en los altavoces.

- Caballeros, estamos a punto de comenzar. Tomen asiento, por favor.

Jisung reaccionó.

- El espectáculo está a punto de empezar… ¿Miramos?

Minho se le acercó al oído y susurró:

- Yo quiero hacer mucho más que mirar. ¿Y tú?

Sintió su cálido aliento sobre su piel y cómo su olor le envolvía. Reconoció la fragancia del sándalo, pero el olor de Minho era más intenso que el de una típica loción para después del afeitado; había un aroma a clavo también. Casi sin darse cuenta, Jisung se acercó a él, intentando absorber aquel olor por cada uno de sus poros. Inhaló, llenándose de aquel aroma delicioso, del mismo modo que deseaba que él le llenara. Mucho más cerca, Minho le sopló suavemente en la oreja. El rubio no pudo evitar estremecerse, pero no porque tuviera miedo. No. Jisung se estremecía porque deseaba lo que él le ofrecía. Quería su boca, sus labios, sus manos magreándole el culo y su polla ardiente penetrándole. Temblaba de puro deseo. La lengua de Minho rozó su oreja con suavidad y luego, muy despacio, recorrió el lóbulo.

– Mmm… – suspiró el rubio.

El altavoz interrumpió el momento.

- Por favor, tomen asiento. La subasta está a punto de empezar.

Los labios de Minho abandonaron el lóbulo de Jisung para recorrerle la mandíbula hasta llegar a sus labios. Lo besó con tanta suavidad que el periodista apenas sintió sus labios.

- ¿Estás listo, Jisung? - Preguntó.

- Sí – murmuró Jisung, sin importarle para que debía estar listo.

Sin mediar palabra, él se apartó del rubio, soltándole la muñeca. Le sujetó por los hombros y le dio la vuelta, de modo que Jisung quedo frente al ventanal.

- Esto era lo que querías ver.

El cerebro de Han tardó unos segundos en reaccionar. Parpadeó con rapidez, intentando evadirse del sofoco que le invadía y centrarse en lo que sucedía encima del escenario.

Uno de los hombres que había acompañado a Momo en la actuación estaba de pie al lado de Daniel. Seguía desnudo, con una enorme erección despuntando con orgullo. Llevaba consigo algunos accesorios. Su mano derecha sujetaba una bandeja de plata con dos vasos y una botella que parecía de brandy. Alrededor del cuello llevaba un collar estrecho de piel negra.
Jisung miró más de cerca, y se dio cuenta de que era un collar de perro.

- Pero ¿qué…?

Thomson siguió hablando por el micrófono. - Esta noche sólo tenemos una docena de lotes. Es un placer para mí presentarles el lote número uno: un brandy calvados delicado pero delicioso. Con sabor terroso, este lote tiene bastante cuerpo y un aroma intenso.

¿Quién da más?

Una disculpa por tardar pero me muero de gripa y la Uni me tiene muerta.:(

- Besitos.

Bad Boy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora