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—Ellos son mis hermanos mayores, YoonGi y Agust.— presentó Suga animadamente, señalando a cada uno para que JiMin los conociera.

—Debiste dejarlo donde estaba, Suga.— reprochó YoonGi con desdén, haciendo referencia hacia su eternâ.

JiMin ni siquiera le prestó atención a su comentario porque estaba más entretenido tratando de asimilar sus diminutas diferencias, considerando que parecían casi copias el uno del otro. Los tres sin duda se parecían demasiado, al punto de que cualquiera pensaría que eran trillizos y no hermanos. Sin embargo, había ciertos detalles en cada uno que lograban ayudar a distinguirlos, como: el tono de sus cabellos, el color de sus ojos, los grosores de sus labios, la forma de sus cuerpos y la manera de expresarse.

—Parecía aturdido en el cuarto oscuro y quiero que sea mi amigo.— explicó Suga con cierto tono infantil, eso hizo que las presentes femeninas se burlaran de él.

JiMin se sintió inquieto por la situación, no encontraba agradable que se refirieran a su persona como si no estuviera presente para hablar por sí mismo. También considero irritante que esas mujeres hicieran alboroto y mofa sin motivo, ya que Suga no había dicho algo para provocar risas ni nada parecido.

Por un instante pensó en decirles, pero sintió que no debía porque podría provocar un problema y mejor se quedó callado. Simplemente esperando a ver qué era lo que sucedía o qué hacían, esto para saber qué clase de gente eran.

Entonces se dio cuenta de que el ambiente cambió y se tornó muy pesado, provocando que hubiese exclusivamente puro silencio. Asombrado por la transición tan repentina, decidió observar a Suga y pudo ver como sus iris grisáceos cambiaron a color rojizo, ya no había pizca de amabilidad en su rostro.

YoonGi y Agust no se encontraban afectados por verlo de esa manera, en cambio, las mujeres estaban despavoridas, parecía que estuviesen frente a un monstruo. Por su parte, JiMin se quedó congelado entre los brazos pálidos de Suga, quien ahora lo sostenía con más fuerza que antes y emanaba un aura atemorizante.

—Manda a estas rameras fuera del castillo, Agust.— ordenó Suga con ira, sabiendo de antemano que era él quien siempre traía ese tipo de compañías.

—Tranquilízate, Suga, solamente son nuestras neonatas.— respondió Agust despreocupadamente, mirando a una de las mujeres para regalarle un guiño.

Suga enfureció notoriamente con su respuesta, mucho más que antes, y alzó una de sus manos en el aire para, de alguna manera sobrenatural, levantar a todas las mujeres y lanzarlas contra la pared. El sonido del golpe fue estrepitoso y las neonatas temblaron por el daño en sus cuerpos, en cuanto pudieron salieron corriendo de la habitación sin siquiera mirar atrás por el pánico.

JiMin no comprendió lo que acababa de pasar, ante su perspectiva solo había visto un movimiento de mano normal, pero eso había causado un tipo de poder. Por primera vez no tenía ni palabras para preguntar, únicamente sentía un nudo en la garganta que lo impedía y mucha conmoción, así que intentó alejarse.

Suga entendió que quería bajar y lo deslizó con suavidad, permitiendo que se pusiera de pie sin su ayuda. No obstante, JiMin seguía incapaz de mantenerse solo y casi cae, de no ser por las fuertes manos en su cintura que lo evitaron.

—Eres muy delgado.— comentó Suga, sus ojos ya estaban en su tono gris natural y tenía una sonrisa inocente dibujada en el rostro, como si nada hubiese pasado.

JiMin no rehuyó a su tacto, pero se sonrojó al notar que estaban a escasos centímetros y sus respiraciones se mezclaban en una sola. Suga nunca había sentido atracción y ahora, suspiraba mientras observaba las pecas del rostro en su eternâ.

𝕰𝖙𝖊𝖗𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora