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—¿M-mi padre? ¿El vaticano?— dudo JiMin sin poder unir ni creer las cosas, todo estaba fuera de lugar.

Muy bien, todo esto se estaba saliendo de control, estaban hablándole de la única persona que estuvo para él toda su vida, quien lo escuchó y comprendió sin juzgarlo; su padre. Además, la iglesia era una potencia enorme y uno de los mayores miedos para JiMin, o por lo menos lo es después de escuchar la historia de los hermanos Min y no quiere involucrarse de ninguna manera.

—Así es, tu padre trató de protegerte y se opuso a tu madre. En cuanto a los del

Vaticano, ellos saben de nosotros y tenemos un tipo "acuerdo" de paz.— informó Agust, realizando unas comillas con sus dedos al decirlo, pues al parecer tal cosa no valía mucho — Aun así, ellos siempre buscan la reencarnación de Hilda para deshacerse de nosotros de una vez por todas y por eso cuando descubrieron por tu padre que SungRyung logró ponerla en ti fue un grave error. Enviaron a uno de sus fieles seguidores, NamJoon, para introducirse en tu vida, ganarse tu confianza y arrastrarte hasta ellos con el fin de dañarnos.

Para ese momento la cabeza de JiMin dolía sobremanera porque eran demasiadas cosas que no recordaba para poder comprender lo que le decían, todo estaba flotando sin un hilo que lo uniera en su mente. Se sintió mareado y con muchas ganas de vomitar, tenía un maldito nudo en la garganta que le prohibía opinar algo al respecto.

Suga pareció notarlo por la forma en que el escozor picaba en los ojos de JiMin, así que se sentó en sus piernas y lo envolvió entre sus brazos, ocultando el rostro entre su cuello. Después le dejó un pequeño beso en la zona provocando que se estremeciera, le acarició el rostro y le limpió las lágrimas para calmarlo, todo con extrema suavidad para no alarmarlo.

—Tu madre al darse cuenta de que todo su plan estaba en riesgo quiso matar a tu padre y a NamJoon, pero para ese momento nosotros ya estábamos buscándote y logramos detenerla.— dijo Suga, uniendo su frente con la suya.

—Nos deshicimos de NamJoon, enviamos a un lugar seguro a tu padre para que ella no lo asesinara y por el momento alejamos al Vaticano. En realidad, no estamos seguros de cuánto tiempo se puedan mantener las cosas como están, aunque nos involucramos porque quisimos y no desistiremos. — aclaró YoonGi con firmeza, llamando su atención.

Escuchar aquello tranquilizó un poco a JiMin, por lo menos ahora sabía que su padre estaba bien y que tenía la razón sobre lo extraña que fue la supuesta demanda. Entonces borró la imagen dolorosa que tenía en su cabeza de que su progenitor se encontraba en la cárcel y la reemplazó por la posibilidad de un sitio neutro, uno donde nadie lo lastimara.

—Desconocíamos casi todo esto, pero nos informamos muy bien mientras estuviste dos días inconsciente, ya que tu madre vino aquí por su propia cuenta.— agregó YoonGi, siendo sensato al decirlo con ciertas omisiones sobre sus demandas porque la cabeza de JiMin parecía un enjambre de asteriscos.

—Ella...— murmuró JiMin sorprendido —¿La convirtieron?

—Solo es una neonata más.— comentó Agust rápidamente, acariciando el cabello del menor con parsimonia, tratando de tranquilizarlo —Eso nos da ventaja sobre ella porque está bajo nuestro control, así que despreocúpate. Ahora solo tienes que aceptarnos y nosotros te protegeremos de todo.

La verdad tras esas caricias era la propia inseguridad de Agust reflejada, no quería decirle al chico que algo podría salir mal porque se veía tan devastado y algo dentro de él se retorcía por causarle esa sensación. Había probabilidades de que todo se dificultará en el futuro, no confiaba en SungRyung y mucho menos en la iglesia o sus creyentes. No quería que la historia se repitiera.

JiMin no supo qué responder a sus palabras, algo le decía que en parte estaba bien quedarse con estos tres hombres y que debía hacerlo porque ellos conocían el paradero de su padre. Si lo veía desde el punto de su historia, los habían salvado a ambos, aunque no estaba seguro del todo si era real y no una broma de muy mal gusto.

𝕰𝖙𝖊𝖗𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora