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YoonGi entró de vuelta al castillo, le ordenó a un conjunto de neonatos vigilar a JiMin, aunque les recalcó mantenerse con una distancia prudente y que no fuesen vistos. No quería hacer sentir a su eternâ incómodo, pero había que protegerlo por el momento y a su vez darle el espacio que necesitaba.

Al terminar con ese pedido, se dirigió hacia el pasillo de las habitaciones principales para hablar con sus hermanos sobre la conversación que tuvieron antes. Debía repetirle a Suga que no estaba bien haber sacado a JiMin del cuarto protegido, había ido en contra de sus órdenes y eso había causado que terminaran en esta situación. También tenía que hablar con Agust, ya que probablemente estaría haciendo alguna tontería por su enojo.

Cuando llegó a su destino se encontró con su segundo hermano, Agust yacía tirado justo en la entrada de la puerta, con la espalda recargada en la pared y fumando. Normalmente le reprocharía por el olor que dejaba, pero sabía de antemano que no se encontraba bien.

—Dijiste que estarías con las neonatas...— comentó YoonGi con picardía.

Agust dejó de fumar, se giró mientras soltaba el humo de su última calada y observó a su hermano con sus ojos cristalinos. De los tres probablemente era él quien más afectado estaba con la reencarnación del eternâ, pues cuando Hilda vivía era su pareja.

—Ese chico es demasiado terco, en cambio, ella hubiera entendido y confiado en nosotros.

YoonGi lo entendía, sería complicado mantener seguro a alguien que no quería ser cuidado, por eso mismo desde un inicio pidió que lo trataran como uno más y no se encariñaran. Esa era la forma en que ninguno de los tres saldría lastimado con esta situación y podría vigilar al eternâ por la fuerza, aunque eso le sonase algo primitivo a los demás; era por su bien.

—Pero JiMin no es Hilda, Agust, no es la primera vez que reencarna... Creo que deberías aceptar que ella murió.

—Su alma está en él ¿Crees que puedo vivir con eso? No, Yoon. Deseo morir, pero ni siquiera a eso tenemos derecho y lo sabes.— siseo poniéndose de pie para ir hacia su habitación, más no sin antes darle un golpe con su hombro al mayor en signo de molestia.

—No solo fue importante para ti, también Suga y yo la queríamos.— dijo YoonGi, provocando que Agust se detuviera justo cuando su mano tomaba la perilla de la puerta.

—Era mi pareja, sabes que me enamoré de ella desde que volvimos de la guerra. Le debíamos mucho por cuidar a mamá durante nuestra ausencia y la encaminamos a su propia muerte.

Con esas palabras, YoonGi camino hacia él, colocó una mano sobre su hombro y apretó ligeramente para tratar de reconfortarlo un poco. Siempre que Hilda volvía debía hacerlo, hasta cierto punto esto lo molestaba, pero entendía el dolor que su hermano sentía.

—Solo intentamos ayudarla, queríamos que viviera y yo mejor que nadie sé que la amabas. Sin embargo, debes superarlo, Agust, ya han pasado casi quinientos años desde su partida y siempre te ocultas detrás de tus vicios para ocultar tus sentimientos.

Quizás no habían sido las palabras correctas de decirlo y afrontarlo, YoonGi lo supo cuando los ojos verdes de su hermano se volvieron rojos y lo tomó por el cuello para estamparlo contra la pared más cercana.

—Lo que yo haga o no, no es de tu puta incumbencia.— sentenció Agust, mostrándole los colmillos y ejerciendo más presión sobre su cuello.

—¡Dejen de pelear!— grito Suga, saliendo de su propia habitación, pues los había estado escuchando discutir sin querer involucrarse y ahora estaba separándolos.

Agust no estaba muy de acuerdo por la impotencia, pero de igual manera soltó a YoonGi porque sabía a la perfección que no podía dañarlo, ellos ya estaban muertos. Además, no pretendía mostrar lo que sentía y encima involucrar al menor, aunque era su responsabilidad por aparecer con el eternâ.

𝕰𝖙𝖊𝖗𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora