Agust se sentía asfixiado en el interior de su habitación, por lo que decidió salir del castillo, subir a su automóvil y manejar hacia la mansión Min. Tenía ganas de despejar su mente, volver al calor de ese hogar que años atrás compró para vivir con Hilda.
No solía ir seguido porque los recuerdos lo golpeaban apenas poner un pie allí, pero de vez en cuando sus hermanos y él iban para alejarse de sus deberes como líderes de los neonatos. Esta vez lo había hecho solamente con la intención de marcar una línea con YoonGi y Suga, no quería continuar discutiendo con ellos. Sabía que estaba plasmando su furia en otras personas y no debía continuar haciéndolo, aunque era inevitable cuando recordaba a Hilda.
A escasos kilómetros pudo reconocer a la perfección un distinguido aroma a manzanas y se preguntó ¿Qué demonios hacía JiMin en su hogar?
Días atrás es como se habían conocido, por medio de la mansión, pero nunca planearon llevarlo a ese lugar por lo deteriorado y viejo que estaba. Fácilmente el humano podría caer con una tabla vieja, encajarse un tornillo oxidado y morir de tétanos. Sin embargo, esas cosas ya no eran tan letales en la actualidad, había vacunas y medicamentos más avanzados. Quizás si los hubiesen tenido antes Hilda no tendría que haber pasado por tanto sufrimiento y muerto, era algo que ya no se podía cambiar.
La cosa es que era difícil avanzar cuando recordaba su sonrisa, el cómo sus ojos lo miraban, el sabor de sus labios, como se sentía recorrer su cuerpo y el aroma tan delicioso que poseía naturalmente. Sus sentimientos por Hilda fueron y siempre serían intensos, su primer amor, no se le podía juzgar por aferrarse a los recuerdos más hermosos de su miserable existencia.
Cuando entró a la mansión no demoró nada en encontrar a JiMin, el chico de pelo rosa yacía en el suelo, de rodillas y sujetándose la cabeza con ambas manos. Aparentemente estaba en una clase de trance por el cómo sus ojos se encontraban totalmente blancos, así que no quiso moverlo para no afectarlo, sabía que no debía o podía provocar un shock.
Agust observó los cuadros esparcidos a sus pies y se molestó un poco por ello, pero aun así decidió que después los acomodaría. Tuvo que tomar suavemente a JiMin entre sus brazos y llevarlo a la única habitación que se mantenía decente a pesar de los años.
Una vez en la recámara le recostó en el mullido colchón empolvado con delicadeza y se recostó a su lado para observar a detalle su rostro, no se parecía en nada a Hilda. No obstante, era hermoso, no podía mentir al respecto, tenía un rostro bellísimo, labios apetecibles y un cuerpo que desearía tomar mientras sacía su inmensa sed. De solo pensarlo sus colmillos comienzan a picar, sus manos se inquietan y optó por posar una de ellas en su mentón para inclinar su cuello levemente. Besa la tersa piel como si fuese un fino cristal, su nariz percibe el aroma a manzanas en todo su esplendor y si cierra los ojos puede imaginarse que está probando el mismo fruto.
JiMin después de tanto sufrimiento logra salir de aquel viaje y se encuentra sumamente mareado, su cuerpo tiene una sensación de dolor inmensa y debilidad. Al abrir los ojos se percata de que tiene a Agust encima de él, las pálidas piernas tras un pantalón de cuero están colocadas a sus lados y el rostro del vampiro está escondido en su cuello.
—A-Agust.— tartamudea, tomándole por los hombros.
El rubio no le presta atención, continua en su ensoñación y deja algunas mordiditas en la zona con sus colmillos. De aquellas pequeñas aberturas apenas y sale sangre, su lengua se aventura a recolectar mientras el cuerpo del menor se tensa.
—Agust.— repitió JiMin, sintiendo los placenteros pinchazos.
—¿No puedes guardar silencio?
—D-duele.— murmuró el menor apretando su agarre, el aliento caliente en su cuello arde al chocar con los cortes.
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𝕰𝖙𝖊𝖗𝖓𝖆
FanfictionLos hermanos Min están malditos por la eternidad, condenados a sentir una sed insaciable y a sucumbir a sus instintos demoníacos. Su única salvación para no perderse totalmente es encontrar a su Eternâ, JiMin, quien posee la sangre de su primer amor...