La Navidad se había sucedido a ritmo vertiginoso. Alumnos y profesores volvían al Castillo nostálgicos, obligados a empezar de nuevo con las rutinas. Había sido un invierno duro, de los más duros que se recordaban, con lluvias y nevadas casi a diario. El ambiente que se respiraba desde la estación estaba cargado de melancolía. Nadie quería volver, nadie quería estar allí aparentemente. Sin embargo, la mayoría tuvo que reconocer aunque fuera internamente que lo habían echado de menos.
Elizabeth llegó en el penúltimo tren, quería aprovechar todas las horas posibles para estar con Will. Su hermano la había dejado en la estación con la promesa de visitarla al menos dos veces al mes. Su compañía resultaba de lo más reconfortante y consoladora puesto que todo el tiempo que invertía en Will no lo gastaba lamentándose por besos robados, cartas espeluznantes o amores imposibles.
Respirar fuera de aquellos muros y lejos de la gente que encerraban la habían ayudado enormemente a recuperarse de todo. Volvía a ser ella, a sentirse plena y afortunada con su existencia pero el miedo no se acababa de ir del todo. Su propósito era ser feliz y no dejarse intimidar, usar su fuerza interna para luchar contra sus monstruos y conseguir lo que anhelaba. El problema era que todavía no sabía qué era lo que verdaderamente anhelaba y si lo sabía no estaba preparada aún para decirlo en voz alta o siquiera pensarlo.
Salió de la estación corriendo y medio ahogada subió el sendero. Estaba ansiosa de algo que desconocía. Se encontró con Gale en la cola de administración, donde más de una docena de chicos hacían aguardaban para informar de su llegada.
-¡Parecen haber pasado meses en vez de semanas!- exclamó mientras la cogía por la cintura.- ¿Cómo estás?
Elizabeth se sonrojó ligeramente por la proximidad de él y por el hecho de seguir teniendo sus manos apoyadas en ella.
-Genial, tenía ganas de volver. Ha sido un poco demasiado intenso.
Gale entrecerró los ojos para examinarla con detalle, estaba distinta. Había pensado mucho en ella y en Edward, también en Theo. Evitó las preguntas directas o comentarios explícitos sobre nada anterior a las vacaciones. La verdad es que apenas había hablado con su mejor amigo que había estado en Francia con el teléfono desconectado. Elizabeth había resultado un auténtico terremoto, Pierce solía ser un lugar tranquilo y algo aburrido y lo único que divertía a sus habitantes eran las rivalidades entre colores. Con la llegada de ella algo nuevo había nacido y no estaba seguro si esto era bueno o malo.
Tras unos pocos minutos se despidieron y cada uno se dirigió a su respectiva escalera. Elizabeth agradeció su primer encuentro neutro y cómodo con Gale, de las pocas personas con las que no tenía nada que resolver.
A cada paso que daba el corazón le latía más y más rápido, notaba como algunas de las caras con las que se cruzaba la miraban descaradas, algunas con pena y otras con curiosidad. No le preocupaba, estaba preparada y sabía que ese momento era inevitable, por lo que cogió una gran bocanada de aire y cruzó la puerta de su residencia. Una estancia llena de gente, de maletas, de conversaciones cruzadas que la hicieron sentir de nuevo en casa. Avanzó con dificultad para llegar a su habitación pero antes de hacerlo se encontró a Sophia y Robert justo delante.
Robert la abrazó con tal fuerza que la elevó unos centímetros del suelo y a la vez le besó sonoramente en la mejilla.
-Yo también me alegró de verte. ¿Has ido mucho al gimnasio, verdad?- bromeó aún en su cuello.
-Te he echado de menos. No sabíamos que llegarías al crepúsculo. - señaló mientras le sujetaba la maleta. – Tienes la cara helada, por cierto.
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Elizabeth
RomanceElizabeth ha conseguido una beca de dos años para estudiar en la prestigiosa escuela "El Castillo de Pierce". El Castillo, sin embargo, tiene una manera muy peculiar de organizarse y en más de una ocasión traerá problemas a nuestra protagonista. Amo...