Capítulo 13- Acercamientos y novedades

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No dejaría que los demonios del pasado volvieran a por ella, se repetía una y otra vez. Se sentía frustrada, impotente, indefensa, vulnerable y expuesta pero lo peor era no poder hacer nada para impedirlo, era no poder descubrir quién le escribía, quién la acosaba.

Aún así estaba totalmente segura de que la mejor forma de sobrellevarlo era ignorarlo, tenía la esperanza de que si lo hacía en algún momento y de forma mágica todo cesaría, el anónimo se aburría si ella se mostraba indiferente. Intentaba creérselo pero seguía dudando y las dudas la aterraban.

-No hagas caso, nada puede contigo, nadie conseguirá que vuelva a ocurrir lo mismo otra vez.- se dijo en un murmullo con los ojos cerrados y clavándose las uñas en los brazos para sentir otro tipo de dolor que la distrajera.

No pudo evitar que un par de lágrimas se escaparan y le recorrieran las ya coloradas mejillas, en vez de apartárselas dejó correrlas, dejó que la piel las sintiera. Edward se acercó a ella y ni remotamente se imaginaba cómo estaba hasta que la tuvo a unos pocos centímetros, tan pensativa y absorta que no se dio cuenta.

-¿Qué ocurre?- preguntó él con un obvio sufrimiento en su mirada, su tierna mirada. Ella negó con la cabeza, no quería hablar.- Puedes contármelo, yo siempre estaré ahí para ayudarte en todo lo que necesites.

-No te preocupes Edward, se me pasará.- levantó ligeramente la cabeza para mirarle y asegurarle de que estaba bien, sin embargo no lo logró.

-Por favor Elizabeth, no puedo verte así. ¿Qué ha pasado?- le rodeó las manos con las suyas y la acercó a él tanto como pudo.- Dime qué quieres o que necesitas para estar mejor y lo haré.

Elizabeth chasqueó los dientes y empezó a temblar, nunca antes se había sentido tan débil y necesitada de apoyo. Sin dudarlo se soltó las manos y se tiró a sus abrazos, él correspondió el tan apasionado abrazo con la misma intensidad y ambos se fundieron en una muestra de cariño a la vista de todo aquel que prestara atención. Segundos o minutos era imposible contar, imposible saber. Lo único cierto es que era real, sus sentimientos eran reales y estaban a punto de explotar.

Cuando se separaron ella le rodeó el cuello dándole un beso largo en la mejilla y desprendiendo el dulce aroma de su cabello. Edward cerró los ojos para disfrutarlo tanto como pudieses y contuvo la respiración por miedo. Miedo a quererla tanto, tantísimo y miedo a perderla, miedo a que desapareciera de su vida. Miedo a vivirla y compartirla.

-Deberíamos ir con los demás a las tirolinas, sino ten por seguro que vendrán a buscarnos.- rompió el silencio y se cogió de su brazo instándole  a avanzar y apartarle de sus perturbadores y fantasiosos pensamientos.

Caminaron juntos. Muy juntos. Entre risas y vergüenza oprimida y terriblemente mal disimulada, pero estaban demasiado absortos como para darse cuenta.

-Menos mal que aparecéis, tardáis cinco minutos más y perdemos el turno.- dijo Ben enfadado.

-No le hagáis caso, sigue molesto por su patética derrota.- Emma no cesaba de burlarse y Ben no dejaba de pensar la supuesta conspiración.

-No ha sido patética, ha sido tramposa y amañada. No sé cómo les habrás convencido para que te dejaran ganar. A tu consciencia va, no tenéis ética.- soltó indignado un bufido y Emma rompió en carcajadas que le molestaron todavía más.

-Tendrías que estar ingresado en algún lugar muy lejano y remoto. No sabes perder Ben, asúmelo y pasa página.- se hizo la pensativa y añadió.- Aunque si quieres después de esto hacemos la revancha.

-Dalo por hecho, pero yo elegiré mi arco y mis flechas.

Abandonaron el polémico tema y se dirigieron con los demás al inicio de la prueba. Acordaron empezar por el nivel medio y más tardo por el difícil.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora