-Ya era hora de que sucediera, ¿no crees?- le preguntó mientras concentrado le hacía círculos en la mano, que a Elizabeth seguía temblándole.- Hace mucho tiempo que no me siento tan pleno y dichoso.
Para Elizabeth aquella era la primera vez que alguien le decía cosas tan bellas, la primera vez que le demostraban que era importante en la vida de alguien y la primera vez que descubría que su amor y estimación eran correspondidos de igual modo.
Las palabras de Edward la aturdían y no sabía que contestar a sus halagos y declaraciones. Era afortunada, muy afortunada pero aún no se acababa de creer que el mismo Edward estuviera frente a ella diciéndole que la quería y la necesitaba tanto como ella a él.
-Yo nunca me he sentido así y te aseguro que me encanta. Si tuviera el poder de paralizar el tiempo lo haría, si fuera por mí nos quedaríamos tú y yo solos en esta habitación para siempre.- Elizabeth sonrió orgullosa de tener el valor de expresar aquello que pensaba y que tanto se había esforzado en disimular y ocultar en el lugar más remoto de su corazón.
Sin embargo, tenía miedo. Mucho miedo. Miedo a que todo estaba yendo excesivamente rápido, a descubrir que en ella ya no todo estaba planeado y la racionalidad había quedado en segundo y hasta quizá en tercer plano. Podía pelearse y odiarle pero nunca conseguía olvidarle y eso la preocupaba. ¿Es posible sufrir tormentas en nuestro ser? ¿Es posible querer nadar en el desierto? ¿Tomar el sol en el Ártico? ¿Parar el mundo y las personas por egoísmo de estar con una única persona? ¿Querer tanto hasta que duela? ¿Es posible? ¿Es eso amor?
Cuantas preguntas en tan pocos segundos les rondaban a ambos por la cabeza. Cuantas dudas y temores. Pero cuanta seguridad al saber que no querían sino necesitaban estar juntos, unidos.
Se quedaron un cuarto de hora más abrazados en el suelo, sin decir palabra alguna y besándose pasionalmente pero sin ningún tipo de prisa, cada vez que les placía. Edward soltó con un beso la mano de Elizabeth y esta se quejó con un murmullo que provocó risas, miró su reloj y alzó las cejas.
-Aunque odie decir esto deberíamos volver a clase. Si notan que no estamos sin justificación empezarán a buscarnos.-le susurró pegado a su cuello.
-¿Qué vamos a hacer con esto, lo nuestro?-preguntó insegura púes no sabía ya como actuar delante de los demás. Edward la miró totalmente sorprendido, jamás se había planteado tal cosa.- ¿Qué significa para ti?
-Todo, Elizabeth, esto lo significa todo. La verdad es que no lo había pensado antes pero no quiero fastidiarla. Como tú decidas llevarlo, me conformo con estar contigo todo el tiempo.-le dijo totalmente indiferente, con la máxima tranquilidad y sinceridad. Edward se había propuesto no ocultar o callarse nada pero entendía la posición de Elizabeth.
Ella le miró totalmente sorprendida y no pudo por menos no sonrojarse y reír como una quinceañera embobada por su grupo favorito.
-Bueno, esta es la primera vez que me ocurre algo así pero sé que no quiero esconderme. Quiero que estemos juntos, aquí y en todas partes. ¿Qué te parece?
-Creo que es la mejor idea que alguien me ha dicho nunca.- se acercó a ella seguro de lo que hacía, y le besó la mejilla, la frente, la nariz, el cuello y los labios. Ella le devolvió el beso ahogando un gemido y tirándole ligeramente del oscuro pelo.
-Me vas a hacer adicto a esto.- le dijo mientras le daba otro beso. Elizabeth se mordió el labio y se apartó para ir en busca de su mochila y coger los libros de la maleta, la cual ya no necesitaba pero la hacía recordar que sus problemas seguían ahí y por mucha ilusión que en ese momento tuviera, no se esfumarían y seguirían para atormentarla.
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Elizabeth
Roman d'amourElizabeth ha conseguido una beca de dos años para estudiar en la prestigiosa escuela "El Castillo de Pierce". El Castillo, sin embargo, tiene una manera muy peculiar de organizarse y en más de una ocasión traerá problemas a nuestra protagonista. Amo...