Capítulo 15- El primer día de Elizabeth y Edward

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-Ya era hora de que sucediera, ¿no crees?- le preguntó mientras concentrado le hacía círculos en la mano, que a Elizabeth seguía temblándole.- Hace mucho tiempo que no me siento tan pleno y dichoso.

Para Elizabeth aquella era la primera vez que alguien le decía cosas tan bellas, la primera vez que le demostraban que era importante en la vida de alguien y la primera vez que descubría que su amor y estimación eran correspondidos de igual modo.

Las palabras de Edward la aturdían y no sabía que contestar a sus halagos y declaraciones. Era afortunada, muy afortunada pero aún no se acababa de creer que el mismo Edward estuviera frente a ella diciéndole que la quería y la necesitaba tanto como ella a él.

-Yo nunca me he sentido así y te aseguro que me encanta. Si tuviera el poder de paralizar el tiempo lo haría, si fuera por mí nos quedaríamos tú y yo solos en esta habitación para siempre.- Elizabeth sonrió orgullosa de tener el valor de expresar aquello que pensaba y que tanto se había esforzado en disimular y ocultar en el lugar más remoto de su corazón.

Sin embargo, tenía miedo. Mucho miedo. Miedo a que todo estaba yendo excesivamente rápido, a descubrir que en ella  ya no todo estaba planeado y la racionalidad había quedado en segundo y hasta quizá  en tercer plano. Podía pelearse y odiarle pero nunca conseguía olvidarle y eso la preocupaba. ¿Es posible sufrir tormentas en nuestro ser? ¿Es posible querer nadar en el desierto? ¿Tomar el sol en el Ártico? ¿Parar el mundo y las personas por egoísmo de estar con una única persona?  ¿Querer tanto hasta que duela? ¿Es posible? ¿Es eso amor?

Cuantas preguntas en tan pocos segundos les rondaban a ambos por la cabeza. Cuantas dudas y temores. Pero cuanta seguridad al saber que no querían sino necesitaban estar juntos, unidos.

Se quedaron un cuarto de hora más abrazados en el suelo, sin decir palabra alguna y besándose pasionalmente pero sin ningún tipo de prisa, cada vez que les placía. Edward soltó con un beso la mano de Elizabeth y esta se quejó con un murmullo que provocó risas, miró su reloj y alzó las cejas.

-Aunque odie decir esto deberíamos volver a clase. Si notan que no estamos sin justificación empezarán a buscarnos.-le susurró pegado a su cuello.

-¿Qué vamos a hacer con esto, lo nuestro?-preguntó insegura púes no sabía ya como actuar delante de los demás. Edward la miró totalmente sorprendido, jamás se había planteado tal cosa.- ¿Qué significa para ti?

-Todo, Elizabeth, esto lo significa todo. La verdad es que no lo había pensado antes pero no quiero fastidiarla. Como tú decidas llevarlo, me conformo con estar contigo todo el tiempo.-le dijo totalmente indiferente, con la máxima tranquilidad y sinceridad. Edward se había propuesto no ocultar o callarse nada pero entendía la posición de Elizabeth.

Ella le miró totalmente sorprendida y no pudo por menos no sonrojarse y reír como una quinceañera embobada por su grupo favorito.

-Bueno, esta es la primera vez que me ocurre algo así pero sé que no quiero esconderme. Quiero que estemos juntos, aquí y en todas partes. ¿Qué te parece?

-Creo que es la mejor idea que alguien me ha dicho nunca.- se acercó a ella seguro de lo que hacía,  y le besó la mejilla, la frente, la nariz, el cuello y los labios. Ella le devolvió el beso ahogando un gemido y tirándole ligeramente del oscuro pelo.

-Me vas a hacer adicto a esto.- le dijo mientras le daba otro beso. Elizabeth se mordió el labio y se apartó para ir en busca de su mochila y coger los libros de la maleta, la cual ya no necesitaba pero la hacía recordar que sus problemas seguían ahí y por mucha ilusión que en ese momento tuviera, no se esfumarían y seguirían para atormentarla.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora