Capítulo 12- El Día Oficial de los Hermanos Pierce (I)

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Elizabeth se despertó sudada entre suspiros ahogados y exclamaciones. No le había resultado nada fácil conciliar el sueño y todos sus pensamientos, ya fuera dormida o despierta, tenían a Edward como protagonista. Nunca antes en toda su vida había vivido una sensación como la de anoche. Fue todo tan especial, tan íntimo y tan intenso que aún se mareaba cuando lo recordaba, cuando recordaba su cuerpo pegado al de él, sus respiraciones, sus susurros apenas perceptibles por la majestuosidad de los fuegos, sus dedos acariciando las manos de ella. Le resultaba imposible no aceptar que nadie había conseguido que hacerla sentir de ese modo con anterioridad. No tuvo otra opción que reconocerse a sí misma que Edward era diferente, la hacía sentir diferente. Ahora solo debía descubrir hasta que punto lo era y que implicaba que lo fuera pero aún no estaba preparada, ninguno de los dos lo estaba.

Torpemente y sin hacer ruido para no despertar ni a Cristina ni a Sophia cogió el reloj del escritorio y comprobó que eran las siete y media. Robert le había dicho que todas las actividades del Día Oficial de los Hermanos Pierce empezaban a las diez en punto, Elizabeth era consciente de que no podría volver a dormirse y en parte así lo prefería porque esos sueños extraños la llevaban a preguntarse cosas a las que de momento temía responder.

Decidió que lo mejor sería ducharse e ir a la biblioteca para adelantar los deberes y así no tener que hacerlos por la noche. Sigilosamente cogió su neceser y la ropa que iba ponerse y se dirigió hacia los baños del final del pasillo. Al salir un leve escalofrío la hizo estremecerse, estaba prácticamente oscuro y las luces de noche apenas servían para diferenciar la pared del suelo. Se rió consigo misma por asustarse y avanzó tan rápido como su cuerpo aún cansado se lo permitía. Cuando llegó y abrió la luz cerrando la puerta detrás de sí lanzó un leve suspiro de tranquilidad, empezó muy lentamente a quitarse el pijama y se recogió el pelo en un moño mal hecho. Antes de entrar se miró el rostro en el espejo e involuntariamente sonrió, sonreía porque se sentía feliz, inmensamente feliz. Se mordió el labio y ante aquel minúsculo movimiento su corazón empezó a latir desmesuradamente, por un momento había visto la cara de Edward en el espejo y  no la suya. Esa fue la primera vez que se lo imaginó sin ser consciente de ello.

-¿Soñará o pensará conmigo de la misma manera que lo hago yo?- le preguntó en un dulce susurro a su yo interior. Las palabras salieron de sus labios antes de que siquiera las hubiera pensar con objetividad o claridad.

Negó con la cabeza y entró en el plato de ducha esforzándose por no pensar más en todas esas tonterías que la traían tan confundida.

No tardó más de media hora en llegar a la biblioteca, la cual estaba prácticamente desierta. Un par de chicos muy jóvenes Naranjas, una Verde, un Azul y ella eran las únicas personas que la ocupaban. Se sentó en una mesa cercana y abrió los libros y apuntes que consigo había traído y empezó a escribir. No más de cinco minutos habrían pasado cuando notó que alguien la observaba, concretamente el chico del brazalete azul. Cuando le miró, Elizabeth pudo afirmar que ciertamente ese chico con aspecto desenfadado había dejado de leer la enciclopedia que sostenía entre las manos y no le quitaba ojo de encima. Ella le reconoció al instante y aunque nunca hubieron hablado o nadie les había presentado había compartido su primera noche en Pierce con él. Ese chico que seguía mirándola muy indiscretamente era el compañero de habitación de Edward. Ambos seguían mirándose y en algún momento el chico se dio cuenta de cuan extraño podría parecerle esa situación a Elizabeth, así que sin dudarlo la saludó y se fue a sentar a su lado.

-Hola Elizabeth, soy Gale.- le tendió la mano y ella sorprendida por su repentina efusividad la cogió titubeante.

-Encantada de conocerte.- le respondió y los dos se quedaron en silencio. Se sonrieron nerviosamente sin saber que decirse para romper la incómoda situación. Ella sí sabía quién era él pero no lograba comprender como Gale la había reconocido, al fin y al cabo él nunca supo que durmió en su cuarto y desde entonces no habían vuelto a verse- No quiero parecer demasiado directa pero, ¿de qué me conoces?

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora