-¿Cómo conseguiste la llave? Creía que solo la tenían los mentores y profesores.- preguntó Elizabeth cuando llegaban a la puerta de la Residencia Azul.
-Bueno, en realidad la tomé prestada.- contestó Edward divertido. Elizabeth soltó una risa nerviosa y volvió a sus pensamientos.
Negó con la cabeza y lanzó un suspiro casi imperceptible. Era su primera noche en el Castillo y en lugar de estar durmiendo o preparando las clases de mañana se estaba colando en otra residencia para dormir en la misma habitación que un chico que apenas conocía.
-¿Estás seguro de esto?- dijo mientras Edward abría la puerta con la llave.- Podrías meterte en muchos líos por mi culpa.
-No creo que me meta en ningún lío, al menos no por tu culpa.-susurró. Abrió la puerta y le hizo señas para que hiciera el menor ruido posible.
Entraron en el Centro y casi de puntillas empezaron atravesarlo temerosos de poder ser vistos. Aunque apenas se podía apreciar algo, Elizabeth comprobó que la estancia era completamente azul y algo más sobria que la suya, más elegante y formal.
Caminaron apenas sin respirar y llegaron a las puertas de las habitaciones.
-Edward.- Elizabeth habló tan flojo y despacio que el chico no la escuchó y tuvo que tirar de su camisa para llamar su atención.- Edward, ¿Qué pasa con tus compañeros de cuarto? Se despertaran en cuando entremos.
Edward esbozó una sonrisa y negó con la cabeza.
-No te preocupes. Solo tengo un compañero de cuarto y estoy prácticamente seguro de que no oirá nada, suele beber bastante en noches como está. Aunque hubiera un terremoto no se despertaría. Será como estar solos.- dijo guiñándole un ojo.
Sin saber exactamente porque Elizabeth se exaltó y bajó la cabeza, por suerte la oscuridad ocultaba el rubor de sus mejillas. Iba a estar a solas con él, iba a dormir en la misma habitación que él. Volvió a sentir ese cálido hormigueo en la piel y se estremeció, intentando quitarse de la cabeza cualquier pensamiento inapropiado.
Entraron en la habitación y Edward encendió la luz de la mesilla de noche, la estancia era exactamente igual a la suya. Su mirada se posó en las camas, un poco más juntas de lo habitual pero igualmente a una distancia prudencial. El compañero de Edward dormía profundamente, entendió entonces que no debería preocuparse por qué se despertara.
-Yo dormiré en el suelo.- automáticamente Edward abrió cauteloso el armario y saco un par de mantas, las extendió entre las dos camas y de debajo de un cajón sacó una almohada.
-Puedo dormir yo en el suelo. – inquirió Elizabeth con un hilo de voz.
Él la miró asombrado como si no entendiera lo que insinuaba.
-Quiero decir, después de que te hayas arriesgado por mí y me dejes dormir en tu cuarto no tienes por qué estar en el suelo. A mí no me importa, de verás.
-Es tu primer día, no voy a dejar que duermas en el suelo.- contestó rotundo. Elizabeth aún no estaba convencida del todo y Edward continuó.- Además solo serán unas horas, recuerda que a las siete y cuarto nos levantamos.
-Creía que las Residencias abrían a las siete.
-Abren a las siete pero si salimos antes los mentores que abren nos podrían ver salir. Es mejor esperar, hasta las ocho no habrá nadie despierto.- Edward la miró de arriba abajo, notó que estaba cansada y tenía frío, tuvo que reprimir los impulsos de acercarse corriendo a ella y estrecharla entres sus brazos.
-Bien, a las siete y cuarto. Quedan seis horas, será mejor que durmamos si mañana queremos llegar a clase.
-¿Dormirás con toda la ropa puesta?- preguntó con una sonrisa juguetona.- Estarás incomoda.
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Elizabeth
RomanceElizabeth ha conseguido una beca de dos años para estudiar en la prestigiosa escuela "El Castillo de Pierce". El Castillo, sin embargo, tiene una manera muy peculiar de organizarse y en más de una ocasión traerá problemas a nuestra protagonista. Amo...