-¿Qué es eso?- preguntó Theo al ver la repentina exaltación de su amiga.
-Nada, son unos apuntes de filosofía. Se me habrán caído cuando te he dado los pañuelos.- Theo la miró como si no se lo acabase de creer pero como no dejaba de sangrar pronto lo olvidó y siguieron caminando. –No tendrías que haberte peleado por mí, y muchos menos con Edward. Mírate, puede que tengas el labio partido- dijo ella mientras le entregaba el último pañuelo limpio que le quedaba.
-No voy a permitir que ese tío te haga daño y se quede tan tranquilo. Sabes que los demás también lo habrían hecho.- le giñó un ojo y por un momento la miró como si se hubiera olvidado del dolor. Elizabeth le devolvió la sonrisa e intentó parecer tan serena como la situación lo permitía.
Otra nota. Sus temores y sospechas la invadieron de nuevo, no tenía ya ninguna duda. Alguien, un compañero suyo, la acechaba y pretendía atemorizarla. Sin embargo, Elizabeth sufría por no saber quién podría tener tan malas intenciones con ella, quién podría saber que había pasado la primera noche con Edward y quién podría saber que había discutido con él en el pasillo.
No temía en absoluto los actos que esa persona anónima pudiera cometer, púes estaba casi segura de que se trataba de una broma de mal gusto y que nadie con dos dedos de frente le haría algo. Lo que verdaderamente le preocupaba es que era cierto que alguien la acosaba y la espiaba sin que ella pudiera darse cuenta, ese alguien debía de tener algún motivo por hacerle eso y todas las notas compartían a un mismo implicado: Edward.
¿Quién sabía que había dormido con él? ¿Quién sabia de su pelea? En ambas ocasiones no había nadie más que ellos, y Emma en la última, que pudiera ser testigo de algo.
Se repitió mentalmente una y otra vez que solo se trataba de una broma pesada, suponía que a alguien debía de hacerle gracia enviarle esos misteriosos anónimos. El problema, es que en tan corto período de tiempo nadie podría haber desarrollado un desagrado tan fuerte por ella. La única respuesta mediantemente coherente que pudo darse era que dicha persona les había visto entrar por casualidad a los dos en la Residencia Azul y hubiera presenciado esa misma mañana la pelea entre Edward y Theo.
Lo mejor que creía que podía hacer era ignorarlas y no hacerles el menor caso. Al fin y al cabo, que un adolescente retorcido supiera de su contacto con Edward no era una de sus prioridades. Además ella había decidido no volver a hablar con Edward, cuando el "escritor" se diera cuenta de que no mantenían ningún tipo de relación con él se aburriría y buscaría otros entretenimientos con los que pasar el tiempo.
Decidió por tanto no decir nada a nadie y fingir no haber recibido nada.
Llegaron a su residencia y sin preámbulos Elizabeth fue a por el botiquín de primeros auxilios que había en el baño de las chicas.
-Esto puede que se te escueza un poco.- dijo mientras obligaba a Theo a sentarse.
Le sujetó la cara y empezó muy cuidadosamente a limpiarle la sangre e intentar desinfectar la herida.
-¿Cómo es que estabas fuera de clase?- preguntó ella a la vez que recogía de nuevo el botiquín.
-Me quede un poco rezagado y vi como se te cayeron los libros, iba a ayudarte cuando Edward apareció y... ya sabes el resto.- murmuró sin abrir mucho los labios. Theo se quedo mirando la camiseta banca de Elizabeth y negó con la cabeza.- Siento mucho haberte manchado.
-No te preocupes.- le dedicó una dulce sonrisa.- Yo soy la que lo siente, te has hecho daño por culpa mía y no...
Theo se levantó de repente y cogió a Elizabeth por los brazos colocándola delante de él.
ESTÁS LEYENDO
Elizabeth
RomanceElizabeth ha conseguido una beca de dos años para estudiar en la prestigiosa escuela "El Castillo de Pierce". El Castillo, sin embargo, tiene una manera muy peculiar de organizarse y en más de una ocasión traerá problemas a nuestra protagonista. Amo...