Capítulo 1- Todo tiene un comienzo

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-¡Viajeros del tren 447 con destino Castillo de Pierce ultima llamada! ¡Última llamada para los viajeros del tren 447!

Elizabeth se apresuró en subir al tren excitada a la par que temerosa.Una nueva etapa estaba a punto de comenzar, una etapa sin garantías pero con ambición.

 La mayoría de vagones estaban ocupados y le costó encontrar uno vacío, eran en realidad pequeños compartimentos para cuatro personas. Dejó su bolsa de mano en el asiento delantero y miró por la ventana el ajetreado paisaje de Londres. No volvería a verlo en mucho tiempo y quería absorber al máximo todos los detalles, quería llevarse consigo parte de esa grandiosa ciudad pero no los recuerdos que le remetían.

-Disculpa, ¿están ocupados?- una voz sonó en su espalda. Se giró hacia la puerta y vio a un chico señalando los asientos de enfrente sin acabar de atreverse a entrar.

-No, puedes sentarte.- murmuró con timidez.

Cuando se sentó contempló como otro le seguía y también tomaba asiento. El que la había hablado parecía simpático y extrovertido, de aquellos que siempre tenían sonrisas para regalara; el otro tenía una posar más serio pero igualmente se le hizo agradable a la vista. Vio en ellos la oportunidad de empezar a hacer amigos, aunque no siempre hubiera sido su fuerte.

-Soy Robert, un placer.- dijo estrechándole la mano.- Él es mi amigo Theo. ¿Cómo es que no te conocemos?- preguntó indiscreto con evidente curiosidad.

-Elizabeth, encantada.- cogió aire y siguió.- En realidad soy nueva, me han dado una beca de dos años.

-Impresionante.- dijo Theo.- No suelen dar becas en Pierce. Debes de ser buena.

El cometario de Theo sonrojó un poco a Elizabeth, que no estaba acostumbrada a recibir halagos y menos de gente de su edad. 

-¿Cuántos años tienes? Nosotros dieciocho, vamos a empezar séptimo.

-Tengo diecisiete años, empiezo sexto.- ambos chicos asintieron- ¿Lleváis muchos años  estudiando en Pierce?

-Demasiados...- bromeó Robert.

-Sí, llevamos desde de primero estudiando. Al parecer a nuestros padres les gusta que estudiemos fuera de casa y en una de las mejores escuelas de Inglaterra, como no.- replicó Theo resoplando. No parecía muy predispuesto a acoger el año escolar.

- ¿Tú por qué estas aquí? ¿Tus padres también quieren perderte de vista?

-Mis padres están muertos.- la voz de Elizabeth se quebró por un instante pero enseguida se repuso y volvió a hablar.- El profesor de mi antiguo instituto me animó a presentarme para conseguir la beca y aquí estoy. Sé que son escasas, he tenido que pasar varios exámenes y entrevistas de acceso.

-Lo siento.- murmuró avergonzado Robert.- Pierce seguro que te encanta, los profesores son un poco pesados pero las instalaciones increíbles y la gente es genial.

-¿La gente es genial? ¿Desde cuándo?- Theo arqueó una ceja mirando sorprendido a Robert, que lo único que pretendía era relajar el ambiente.- Solo los Rojos somos geniales, los demás no merecen la pena en su mayoría

-Disculpad pero no os sigo. ¿Qué es los Rojos?- sugirió Elizabeth divertida por la expresión de sus compañeros.

-Verás, en Pierce los alumnos se dividen en cinco grupos que se identifican por colores. Cada uno tiene un espacio residencial privado, al cual solo pueden acceder los de su grupo. Así nos distribuimos todos los que vamos. – contestó Robert.

-Se organizan torneos, concursos y otras actividades entre los colores. Se pretende aumentar la competitividad y a la vez la cooperación. Siempre estamos enfrentados y es normal que a veces las relaciones sean algo escabrosas o complejas.- Theo hablaba con una gran sonrisa.- Robert y yo somos Rojos.

Elizabeth les preguntó más acerca de esa peculiar forma de estructurarse y también quiso informarse, para orgullo de los dos chicos, cómo podía conseguir entrar en el equipo Rojoes. Quería ser amiga de ellos pues nunca antes había podido establecer tal ambiente de confianza y naturalidad en tan poco tiempo. El resto del trayecto estuvieron hablando y riendo, tanto a Robert como a Theo les cayó fantásticamente bien Elizabeth y estaban seguros de que querían pasar más tiempo con ella.

-Creo que voy al vagón cafetería a por agua.- Elizabeth se levantó y cogió su bolso.- ¿Queréis algo?

- ¿No, pero quieres que te acompañemos?- Theo era un perfecto caballero, saltaba a la vista. Siempre atento a las necesidades de sus amigos y para él Elizabeth ya era una amiga. Le agradó mucho su  vitalidad y ya había juzgado divertida, simpática y sincera, además de atractiva.

Ella negó con la cabeza y salió. Por suerte no había mucha gente en los pasillos y no tuvo problemas en llegar, aunque justo cuando estaba a punto de entrar en la cafetería alguien la empujo y cayó.

-Ten más cuidado novata.- le espetó una voz masculina. 

Elizabeth, desde el suelo, volvió la vista hacia quién la había tirado; un chico alto y moreno, de aspecto encantador y misterioso. Los ojos oscuros de él se cruzaron con los marrones de Elizabeth, que contuvo la respiración sin dejar de mirarle.- ¿Estás bien?

Parpadeó antes de volver a ser ella. La primera impresión fue sin duda hipnotizante. A pesar de ello no tardó más de unos pocos segundos en percatarse de su arrogancia y orgullo y el tono de voz seco, frío y despreciativo con el  que se dirigió a ella le parecieron cuanto menos desagradables.  Intentó ignorarle levantándose de espaldas a él y volviéndose hacia el pasillo de los vagones cuando el chico la cogió por el brazo y la atrajo hacia él con cierta brusquedad.

-¿Estás bien?- repitió, esta vez su tono era más cálido pero sus ojos igualmente intimidantes. Elizabeth asintió ligeramente y evitó el contacto visual.- Me llamo Edward. Discúlpame, no te he tirado adrede.

-Elizabeth.- ella intentó inútilmente librarse de su mano que seguía apretando con dureza pero no tenía nada que hacer contra la fuerza de Edward.- ¿Puedes soltarme el brazo? Me haces daño.

Inmediatamente Edward la liberó pero ni por un instante dejó de mirarla, se sentía extrañamente atraído por la chica que acababa de conocer.

-Eres nueva. ¿Tienes ya color?- Edward hizo esa pregunta con tal de retener unos segundos más a Elizabeth a su lado, no sabía qué era lo que le impulsaba a hacerlo y eso le molestaba profundamente.

-No, aún no. Intentaré ser Roja.- replicó Elizabeth sutilmente pero esta vez con más serenidad.

-¡Roja!- Edward volvió a usar el mismo tono despreciativo y desagradable  que al principio.- El Rojo es el peor equipo de Pierce, te lo puedo asegurar. Yo soy Azul y te recomiendo cualquiera excepto ese. La gente Roja resulta ser tan...-hizo una mueca de repulsión y Elizabeth no podía sentirse menos ofendida. No conocía mucho a sus nuevos amigos pero no iba a tolerar que se les humillara a ellos y a ella. Le pareció el típico maleducado con aires de arrogancia que inspiraba respeto y de esos conocía a muchos, no se achicaría.

-Entonces, no tenemos nada de qué hablar.- dijo con seguridad y desafió al tiempo que se volvió violentamente.

Se giró y recorrió el caminohacía su vagón tan deprisa como pudo sin mirar atrás. Aunque no le gustaba en absoluto Edward no pudo dejar de pensar en él durante el resto del viaje.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora