Capítulo 16- Momentos de normalidad

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Pasaron unas semanas en la que todo parecía normal. Sorprendentemente ningún altercado  se interpuso en sus vidas y pudieron durante un tiempo comportarse como adolescentes, sin pensar en los problemas que tanto se esforzaban por ocultar o planear cómo superar los presentes. Se olvidaron de todos y todo y únicamente se concentraron en disfrutar y ser felices. Disfrutar y ser felices, hacer locuras, apasionarse por todo, buscarse locamente por los pasillos, besarse en los cambios de clase, hacer carreras de natación para reírse del perdedor, ver películas que uno de los dos detestaba y el otro adoraba o hablar hasta dormirse.

Ya no les importaba absolutamente nada, no estaban seguros de que querían hacer excepto estar juntos. Tanto tiempo como les fuera posible. Sin embargo, su deseo y el de sus amigos pronto se vería quebrado por algo que durante años les llevaba preocupando  y tanto insomnio les provocaba: exámenes. Los exámenes estaban a punto de llegar y con ellos los primeros torneos deportivos.

En una mañana de lunes el profesor de filosofía lo dejo bien claro. Hacía mucha gracia ver las caras intimidadas de los estudiantes, la inmensa mayoría no llevaba al día el plan de estudio y trabajos, por tanto, los nervios empezaban a hacerse notablemente palpables.

-Les recuerdo para los que no lo sepan, que a juzgar por sus expresiones parece ser un alto porcentaje, que en tres semanas empieza la semana de evaluación. Eso significa que si no han empezado a estudiar ya pueden empezar a darse prisa si tienen el propósito de aprobar.- todos intercambiaron miradas de culpabilidad y el señor Pierre negó con la cabeza desesperanzado.- El trabajo sobre los inicios de la filosofía es para el próximo lunes, quiero pensar que ya lo han empezado.

-Voy muy atrasado en literatura universal. Se supone que tengo que leerme tres libros larguísimos en veinte días y creo que me moriré en el intento.- susurró Edward mientras con los ojos cerrados apoyaba la cabeza sobre sus brazos apartando los gruesos libros que tanto detestaba.

-Yo ya me he leído Romeo y Julieta pero aún no he acabado con Los miserables de Victor Hugo y para el jueves tengo que entregar una traducción entera de latín.- Elizabeth igual de pesimista se apoyó en el hombro de él.- Tenemos que hacer algo para cumplir el programa, esta tarde nos encerramos en la biblioteca.

-No, no podemos está tarde. Los Rojos y los Azules tenemos entreno, la próxima competición es el sábado a las once.- Edward hizo un intento por reorganizarse su agenda e intentar cuadrar sus horas de estudio, de natación y las que quería pasar con ella.- A ver, centrémonos porque así no podemos seguir.- Elizabeth le miró con semblante divertido al verle estresado por primera vez.- El entreno lo tenemos a la misma hora; de seis a ocho de la tarde. Llegaremos al Castillo justos para cenar, podemos ir a las nueve y media a la biblioteca  e irnos para el toque de queda.

-Pero que no pase como la última vez...- rió ella.- Dudo que Gale aún conserve el pijama de Nicki.

-Siempre podrías usar otra cosa.- Edward le guiñó el ojo.

-No seas ansioso Edward Collins y menos con todo lo que tenemos que hacer.- sonrió con picardía.- Me llevaré un reloj para asegurarme.

Él fingiendo estar ofendido levantó ambas manos para defender su inocencia y a continuación le besó la mejilla dulcemente.

En la hora de la comida todos se reencontraron y pudieron aliviarse al ver que no eran los únicos que iban mal de tiempo.

-Yo estoy igual que vosotros, en ciencias del mundo contemporáneo tengo que empezar que hacer todas las prácticas, son doce en total.- se quejó Theo.

-Eso no es nada, yo aún debo comenzara hacer los todos los problemas de química para la semana que viene. Siento que en cualquier momento estallare y me romperé en miles de pedazos.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora