Capítulo 8- Otra vez en el mismo punto

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Elizabeth se encerró en el primer baño que vio. Unas últimas lágrimas se deslizaron por su mejilla y como si de ácido se tratase se las secó bruscamente con la manga del jersey. No lloraba de pena, ni de tristeza, lloraba de rabia y frustración. Le odiaba, le odiaba con todas sus fuerzas. Nunca antes se había sentido tan humillada, despreciada e insultada. Edward la había llamado sin ningún tipo de remordimiento chica fácil, él creía que ella solo quería captar su atención y que jugaba al despiste con él.

-¿Cómo se puede ser tan egocéntrico, cruel y malvado?- se murmuró a sí misma.

No comprendía nada. No entendía esos sarcásticos y brutales cambios de humor. Pero ya no quería saber de ellos, no quería saber nada más de él. Ella no se dejaba nunca infravalorar por nadie, no lloraba, no se lamentaba después. Elizabeth no era así pero Edward la estaba cambiando y no podía soportarlo. Con él todo se magnificaba; sentía mucho más fuerte el dolor, la atracción, el rubor, la tristeza, el hormigueo en la piel y el odio.

Se levantó del suelo y abrió el grifo del agua para lavarse la cara. La enfermera tenía razón;  no estaba del todo recuperada y aquel contratiempo la alteró aún más provocándole mareos y turbación.

-¿Elizabeth, estás ahí?

Emma estaba justo al otro lado de la puerta, sufría porque algo le pudiera pasar. Teniendo en cuenta su salud débil aquella acalorada discusión no le había convenido en absoluto.

-Sí Emma, tranquila. En medio minuto salgo.- se aclaró la garganta un par de veces para sonar como habitualmente. Se enjuagó de nuevo los ojos, se miró en el espejo y cuando creyó que ya no se le notaba que había llorado abrió la puerta, no sin antes dar dos profundas bocanadas de aire.

-Es un idiota, no quiero que ese chico te afecté lo más mínimo. Has estado muy bien diciéndole que se alejara de ti, porque solo te traería problemas.- Emma no dejo siquiera que Elizabeth volviera a cerrar la puerta cuando le dio un abrazo súbito e inesperado.

-Lo sé, la estúpida soy yo por hacerle caso y querer ir a hablar con él. Theo y Robert me lo advirtieron el primer día pero yo no quise escucharles. Es mi culpa, pero no te preocupes porque te juro que no quiero saber nada más de él, y ya has escuchado que él tampoco de mí.- tuvo que admitir que entre los brazos de Emma se sintió muy reconfortada y agradeció en silencio las atenciones de la chica.

Emma la estrechó aún más que antes pero solo durante unos breves instantes, cuando se dio cuenta de que le podría estar haciendo daño la dejó suavemente y la cogió del brazo ofreciéndole apoyo.

-Vamos a tu cuarto, tienes aspecto de estar agotada.

Elizabeth asintió, no quiso discutir por quedarse unos minutos más fuera de su residencia. Quería preguntarle a Emma sobre Edward y hacerle prometer que no le contaría a nadie su infortunado encuentro pero ya le daba igual. Había decidido romper cualquier relación con Edward y suponía que todo el mundo había hablado sobre ellos, él mismo lo comentó. Entendió  entonces que, eran muchos los que la criticaban y seguramente Edward, el cobarde y presuntuoso Edward, se había sentido amenazado  por temor a dejar de ser el suspiro de la mayoría de chicas y convertirse en el centro de todos los rumores.

-Eres muy valiente Elizabeth.- Emma la despertó de todas sus reflexiones y ella se maldijo de nuevo por seguir pensando en él.- Quiero que lo sepas y lo recuerdes, nadie puede hacerte daño excepto tú misma. Así que no te comas la cabeza pensando en él.

-No pienso en él, ya no. Además he venido aquí a estudiar no a perder el tiempo, no soy esa clase de chicas que disfrutan torturándose persiguiendo al chico que siempre les consigue hacer daño.- no quiso continuar por miedo a volver a derrumbarse, no había asimilado todavía esas fatídicas palabras.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora