Capítulo 3- ¿Azul, Verde, Naranja, Violeta o Rojo?

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Después de caminar por el sendero durante unos diez minutos el grupo llegó a la gran verja que daba inicio a los Jardines de Pierce. Una vez hubieron entrado todos, la verja se cerró detrás de ellos. El lugar y la magnitud imponían y Elizabeth pensó que quizá se acostumbraría a todo el esplendor que la rodeaba ni tampoco a la sensación de embriaguez.

-Muy bien, ya estamos. Os doy la bienvenida al Castillo de Pierce, vuestro nuevo hogar. -dijo el señor  Pierre con una sonrisa llena de satisfacción.

Elizabeth levantó la mirada  y pudo contemplar el paisaje más maravilloso que jamás había visto. Los Jardines de Pierce estaban perfectamente iluminados por unas farolas que, a su vez, servían para marcar el camino hacia la entrada principal del Castillo. A unos setenta metros de la verja se alzaba el célebre y prestigioso Castillo de Pierce, la primera impresión que tuvo Elizabeth fue de grandiosidad. Nunca podría habérselo imaginado tan grande, tan alto, tan clásico, tan perfecto. Se quedó maravillada y durante largos segundos no quitó ojo a la fachada.

-¡Qué horror! Parece que estemos en una película feudal.

La voz de esa chica de metro cincuenta la hizo volver a la realidad, con gusto Elizabeth le habría discutido su comentario pero cuando quiso darse cuenta todos los demás ya habían emprendido la marcha y ella era la más atrasada del grupo.

Cruzaron los Jardines y se permitió otra vez admirar toda aquella perfección. Los arboles podados con tanta maestría, el césped fresco, el olor a tierra mojada, los bancos que había y a su derecha un lago de grandes dimensiones que antes le había pasado desapercibido.

Cuando hubieron llegado a la entrada principal Elizabeth no podía con tanta felicidad. La puerta estaba abierta de par en par y desde fuera se podía apreciar el estilo medieval del vestíbulo.  Las paredes estaban decoradas con fotografías de graduación de antiguos alumnos y estanterías repletas de trofeos.

-Seguidme. Vamos a ir al Departamento de Residencias todos juntos. Como para muchos es la primera vez que entráis en el Castillo no os separéis de mí, es muy fácil perderse por los pasillos los primeros días.

Todos asintieron y siguieron al profesor. Entraron en el Castillo, el vestíbulo estaba lleno de estudiantes. Muchos de ellos se saludaban, abrazaban y hablaban con efusiva alegría, se sentía el ambiente inmensamente acogedor. El vestíbulo tenía unas dimensiones realmente exorbitantes y permitía el acceso a cinco escaleras distintas, cada una de ellas pintada de un color diferente: rojo, azul, verde, naranja y violeta.

Entre las escaleras había un pasadizo, también concurrido de gente, todo él de color blanco. El señor Pierre les indicó con la mano que debían cruzarlo. Después de atravesar otros pasillos, subir unas escaleras y  cruzar un pequeño patio interior llegaron al Departamento de Residencias.

-¡Escuchadme todos¡ Ahora vais a entrar por turnos y se os asignará un color, los informadores os darán un mapa del recinto y vuestro horario. Una vez  lo sepáis volveréis aquí y os reuniréis con los mentores de vuestra residencia, los cuales os acompañaran a vuestras habitaciones y os explicarán qué significa ser parte de vuestro color.- presentó a cinco personas. Elizabeth no se había percatado de que estaban allí y cuando se detuvo a mirarlos tuvo que reprimir reírse ya que cada uno de ellos iba vestido solamente de un color, lo primero que pensó fue en que parecían fichas de parchís. A juzgar por su aspecto le pareció que debían ser de noveno, último curso, o como mucho octavo.

Estuvo sentada esperando en un banco durante media hora hasta que le tocó entrar.

-Buenos noches, Elizabeth.  Soy la señora Gardiner, encargada del Departamento de Residencias. Antes de nada me aseguro de que quieres cursar el itinerario de humanidades de sexto, ¿verdad?- era una mujer de edad avanzada, llevaba más de veinte años trabajando en el Castillo, vestía muy anticuada y no parecía que supiese hacer funcionar muy bien el ordenador que tenía enfrente. Aunque a  Elizabeth le cayó bien enseguida, sobretodo le llamó la atención su forma de hablar tan dulce y pausada.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora