Capítulo 4- La Residencia Roja

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-Y esta es la residencia privada de los Rojos.- Robert miró orgulloso a su alrededor  y seguidamente a Elizabeth, quién al contemplar la grandiosa sala que tenía enfrente no pudo evitar abrir ligeramente los labios en señal de asombro. Había otros estudiantes que la miraban con curiosidad y simpatía, un nuevo miembro era siempre bien recibido.- A esta sala la llamamos el Centro, la mayor parte del tiempo libre lo pasamos aquí, sobretodo en invierno.

-Es tan, tan bonita.- murmuró sin poder fijar la mirada en ninguno de sus compañeros. No pudo por menos no volver a examinar a fondo la estancia en la que se encontraba.

En lo primero en que se posaron sus ojos al entrar fueron en las paredes pintadas de rojo flamante, símbolo de la fuerza y perseverancia que caracterizaba a su nuevo equipo. Seguidamente, se dedicó a desmenuzar cada detalle de  los cuadros e insignias que decoraban los tabiques, todas ellas de ex estudiantes y miembros activos de los Rojos. La mayor parte de los muebles eran sofás y butacas bastante voluminosos, aunque el televisor de plasma y el equipo de música no le pasaron inadvertidos. Casi al fondo se encontraban unos estantes atestados de libros y a su derecha un escritorio  con capacidad para más de cuatro personas.

-Los dormitorios están por ahí.- dijo Theo señalando la otra puerta de la estancia.

-¡Sí, y además aún no has visto nuestra terraza!-Robert la cogió de la muñeca y le instó a que se dejara seguir por él. Los tres se dirigieron hacia la puerta que Theo había señalado anteriormente, Elizabeth estaba más que dispuesta a dejarse sorprender púes nunca antes había siquiera soñado en vivir en tan hermoso lugar.

Robert abrió la puerta con impaciencia y con una reverencia un tanto entusiasta y exagerada cedió el paso a su amiga para que entrara primero. Elizabeth alzó las cejas un poco decepcionada por encontrar las paredes pintadas de un blanco impoluto y no del llamativo rojo del cuarto contiguo. Enfrente suyo, a unos diez metros, habían otras dos puertas.

-La primera lleva a las habitaciones de los chicos, la segunda a la de las chicas. Seguramente ya tendrás tu equipaje en la habitación.- indicó Theo al ver la atención que Elizabeth había desviado hacia ellas.

-¿Son individuales?-preguntó.

-No, suelen ser de tres, aunque hay de dos también.- Elizabeth asintió y se dirigió hacia la puerta, nerviosa por saber cómo sería su habitación, quienes sus compañeras y cuantas más las bellezas que le quedaban por descubrir en el Castillo.

-Antes de que entres, deberías de ver esto.- Robert se puso enfrente de la pared derecha y como si de una pluma se tratase la hizo correr hasta que desapareció totalmente.

Elizabeth exclamó totalmente abrumada y sorprendida, no entendía cómo Robert hubiera podido hacer eso con tanta facilidad, parecía magia.

-No comprendo.- dijo confusa y un poco alterada.

Ambos chicos compartieron una mirada picarona y se echaron a reír a carcajadas, Elizabeth se les quedó mirando sin entender aún.

-No es una pared, es una puerta corrediza para salir a la terraza.-A Elizabeth le costó descifrar las palabras de Robert que seguía riendo de buena gana ante la expresión perdida de su amiga.- Ven.

Se acercó un poco miedosa, pero a medida que se aproximaba pudo ver que realmente se trataba de una puerta y que escondía una grandioso espacio exterior.

-Dios mío...-susurró para sus adentros. Desde ahí se podían contemplar los Jardines, el lago, la pista de básquet  y el campo de fútbol, el espeso bosque que se separaba Pierce de las vías del tren, las montañas nevadas, todo. Desde aquella terraza Elizabeth miraba el mundo entero.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora