Siempre supe que lo bueno de bailar sin música es que puedes bailar cuanto tiempo quieras. Sin ninguna canción que te limite, sin ningún ritmo que te diga la forma en la que deberías moverte. Puedes bailar como si fuera una canción movida, como si fuera una canción de rock, como si fuera una canción lenta o pegarte a la otra persona como si fuera una canción de lo más romántica.
Fue por eso que tomé sus muñecas. Con mis manos, guie los golpes que él le estaba dando a su batería imaginaria, haciendo que la golpeara más despacio y de forma menos veloz.
Lo miré a los ojos y supe que él sabía lo que estaba haciendo.
Convertí nuestra alocada canción en una canción lenta, con una melodía tranquila y romántica. Me pregunté si una melodía similar estaría recorriendo su cabeza.
Llevé sus manos a mi cintura, formando una especie de abrazo, y yo llevé las mías a su espalda. Nos columpiamos con los pies de un lado a otro mientras nos mirábamos a los ojos. Me perdí en el mar azul de su mirada como tantas veces lo he hecho antes, incapaz de pensar en algo que no sea en él.
Sentí cómo el mundo se detenía y creaba este momento único para nosotros. Continuamos balanceándonos sobre nuestros pies un tiempo que, aunque sintió una eternidad, no pudieron haber sido más de cinco minutos. Ojalá pudiéramos estar en esta posición siempre, conmigo entre sus brazos y con mis manos sobre su espalda. Me entran chispas cuando pienso que podría recostar mi cabeza en su pecho, pero me detengo al pensar que para ello tendría que despegar mi mirada de sus ojos.
—Aliisa —susurró, con los labios entreabiertos. Muevo levemente mi cabeza, pidiéndole que continúe hablando aunque también preocupada de que las palabras arruinen este momento—. Los fideos van a quemarse.
Me hago hacia atrás, deshaciendo su agarre en mi cintura. Cuando me giro, ruedo los ojos y saco los fideos del fuego, sirviéndolos en platos.
Dexter se sienta frente a mí y comemos en silencio. Siento algo de tensión en el aire y decido prender la televisión para acabar con ella. Me siento estúpida al darme cuenta de que yo estaba pensando en las singularidades de sus ojos y cómo me gustaba verme reflejada en ellos mientras que él pensaba en los estúpidos fideos.
Siento un juego de llaves tintinear y sé que mi padre y Meredith están entrando en la casa.
—Buenas tardes —saludan animadamente, venían riéndose.
—Buenas tardes —responde Dexter cortésmente antes de levantarse del asiento—, yo ya me iba, pero fue un gusto verlos.
Me levanto de mi silla y lo acompaño hasta la puerta.
—Sabes que mi papá no muerde, ¿verdad? —pregunto, solo para asegurarme.
Él se sonroja levemente y sonrío.
—Nos vemos mañana —agrego, cerrando la puerta sin esperar respuesta.
Voy hacia la cocina para lavar los platos que usamos en el almuerzo.
—Ese chico es un bombón —suelta Meredith y no sé si en serio lo piensa o si solo quiere ver mi reacción.
—No es para tanto —le sonrío inocentemente, consciente de la magnitud de mi mentira.
—A mí no me engañas.
—A mí tampoco me engañas. Te conozco como si fueras mi hija —me advierte mi padre y, a los pocos segundos, agrega—. Meredith, no sabes quién me llamó, ¿Recuerdas a Camila? Bueno, está en el pueblo y quiere que nos juntemos un día de estos. Nos presentaría a su novio, Thomas.
En un inicio, intento comprender de qué hablan, pero no tardo en darme cuenta de que no pinto nada en esa conversación. Sueltan distintos nombres y tanto Meredith como mi padre se ven emocionados, de modo que imagino que deben ser sus amigos. Me pregunto cómo es posible que me sienta sola, aun con ellos a cada uno de mis lados. Retrocedo unos pasos hasta mi habitación, ellos ni se inmutan y continúan hablando. Paso el resto de la tarde haciendo tareas y viendo películas, recordando los ojos de Dexter y arrepintiéndome de no decirle que me importaba un rábano que los fideos se pasaran de cocción .
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Esquivando al Amor -COMPLETO
RomanceEstamos tan acostumbrados a las historias de amor con problemas clichés que a veces olvidamos que el mayor problema usualmente es el miedo. Y tú a mí me temías. Sí, qué terror que te daba. Y cómo me dolía que me temieras, y cómo me dolías por tantas...