#21 Las tristezas que causo

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Luego de terminar el examen de matemática, busqué con la mirada a Dexter para preguntarle cómo cree que le fue. Tuvo una profesora asombrosa (sí, hablo de mí), así que espero que le haya ido bien.

Estaba caminando hacia él cuando McDictadura, la preceptora, se interpone en mi camino.

—La directora la espera en su despacho.

Genial. Segunda vez en los últimos siete días.

Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿Qué carajos he hecho ahora?

Antes de abrir la puerta, me cruzo con Valerie. Ella me sonríe triste y una mirada que me dice "esta vez, estás sola, lo lamento" y yo le devuelvo la sonrisa, aunque algo confundida por no saber de qué va todo esto.

Cuando entro en el despacho y veo el ceño fruncido de la directora, unido a la mirada de Valerie, sé que no puede ser nada bueno.

—Buenos días —Me fuerzo a decir.

—No tan buenos. Esta vez voy a ir directo al punto y quiero que me responda con sinceridad: ¿Usted fue quien escribió el techo?

Trago saliva antes de responder—Sí.

Qué sentido tenía mentir si ella ya lo sabía.

Lo dije simple y claro. No suelo estar nerviosa frente a la directora porque normalmente no me intimida. Sin embargo, esta vez sé que está mal lo que hice y sé que merezco un castigo ejemplar.

Esto no es como escapar de clases. Dañé propiedad privada. Es como que alguien haga un graffiti en la puerta de mi casa. No sé qué se me pasaba por la cabeza cuando lo hice. No sé cómo pude haber estado orgullosa de ello tanto tiempo tampoco, ahora lo veo todo tan claro.

—Smith, Smith... ¿Qué se supone que haga contigo? No importa cuánto te castigue para ti parece no ser suficiente. Primero escapas de clases y ahora esto ¿Qué tengo que hacer para que esta rebeldía tuya no siga escalando y haciéndose cada vez peor?

Me mira fijo y no sé si es porque espera una respuesta o si está pensando en cómo castigarme. Ante la duda, contesto.

—Por favor, directora, ahora sé que lo que hice está mal. Supongo que buscaba llamar la atención, pero ahora sé que no necesito llamar la atención de nadie y que, si necesitara hacerlo, esa no es la forma. Puede preguntarle a los profesores y, estoy segura, de que cualquiera le dirá que ya no huyo de clases como el año pasado. Estoy mejorando mi conducta, solo necesito otra oportunidad. Esto sucedió hace ya muchos meses, soy otra Aliisa ahora.

La directora, por un momento, un segundo, me sonrió.

—En serio me alegra saber eso. Es verdad que ya no te encuentro merodeando por los pasillos. También sé que ya pasó mucho tiempo y pudiste reflexionar bien la situación. Por todas estas cuestiones, te pregunto: ¿Cuál crees que debería ser tu castigo?

Lo pienso bien. Esto está saliendo mucho mejor de lo que esperaba.

—Quizá deba venir este fin de semana y pintar el techo ¿Qué le parece? Así estaría remediando mi error. Me parece un castigo lógico.

—¿Y con las sillas y bancos rotos qué hacemos

—Si aún los tienen, podría pedirle ayuda a alguien y soldar las patas que se rompieron.

—Ya están arreglados, Aliisa. No te preocupes. Solo ven a pintar el techo el fin de semana. Tendrás que pintarlo todo, así no queda de diferentes tonos.

—Muchas gracias por su consideración. Haré lo mejor que pueda.

—Puedo ver que estás madurando y, aunque admito que estaba pensando en una expulsión, sé que esa no es la forma de educar a una joven.

Esquivando al Amor -COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora