#33 Estrella fugaz

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El martes, durante la clase de Valerie, Dexter evita mi mirada a toda costa. Toma apuntes de lo que Valerie dice y, esta vez, cuando se aburre dibuja coches y barcos.

Esto de esquivar mi mirada le estaba saliendo a la perfección, hasta que Valerie decide hacer una pausa porque tenía la garganta reseca e ir por una taza de café, dejándonos unos minutos libres.

—Entonces... —comienzo, sin saber bien cómo continuar.

—No veo la hora de que esta clase termine —me ayuda a seguir para que mi palabra no quede en el aire.

—¿Qué? ¡No me digas que no te gusta hablar de Platón!

Puf, ¿Qué dices? Si es mi tema favorito —dice, perdiendo por un segundo la timidez que siempre carga y haciendo muecas irónicas.

Valerie vuelve a entrar en el salón, esta vez con una taza de café en la mano. Dexter vuelve a mirar al frente y sé que quiere prestar atención a la clase, así que no lo molesto. Con mi mano izquierda pellizco la piel del codo de Dexter. Él se sobresalta ante el contacto, pero no me dice nada. Continúo con mis dedos pellizcando su codo durante el resto de la clase.

No sé si lo han notado, pero agarrar a la gente por la pielcita del codo es genial. Pueden fijarse si no me creen pero, al ser todo piel, no importa qué tan fuerte tomes el codo de la persona, esta solo sentirá un pequeñísimo pellizco. Es perfecto para tener contacto con alguien cuando tiene las manos ocupadas (o cuando la persona tiene novia y no puedes entrelazar tus dedos con los suyos sin que medio salón chismosee acerca de ello).

***

En el recreo, le hago a Dexter una propuesta interesante:

—¿Qué tal si faltamos a biología?

—¿Y luego quién me explica los temas?

—Yo puedo explicarte todo sin problema. Podríamos ir a la terraza, que no puedo creer que aún no la conozcas, es mi lugar favorito de todo el colegio, ¿recuerdas?

Él parece dudarlo, pero de todos modos acepta.

Así que nos escabullimos del patio de recreo y subimos hasta la terraza. Apenas abro la puerta, siento el viento del exterior contra mi piel.

Dexter entra detrás de mí y parece observar todo. Poco a poco, se acerca hasta el borde del edificio y mira hacia abajo.

—¿Crees que si me tiro desde aquí muera? —me pregunta espontáneamente.

—Y... Son siete pisos de caída, a menos que seas de goma...

—Creo que por las dudas no me arriesgaré —bromea y cambia la dirección de su mirada para observar el cielo—. Las estrellas seguro se ven hermosas desde aquí.

—Las estrellas se ven hermosas desde cualquier lado —le sonrío, pasándole un brazo por la cintura para sentirlo cerca.

—No sa... No sabía que te gustaran las estrellas —dice, algo sobresaltado por el hecho de que mi brazo este rodeándolo.

—No es que sea uno de mis hobbies favoritos mirarlas, pero sí, me gustan.

—¿Alguna vez viste una estrella fugaz? —se vuelve para mirarme y por un segundo me pierdo en sus ojos azules.

—No, pero me encantaría ver una algún día y pedirle un deseo.

Él se acerca suavemente hacia mí y yo no me alejo, dejándolo por una vez tomar la iniciativa. Su nariz roza la mía mientras nuestros labios, cálidos y suaves, se chocan con lentitud. Estoy segura de que mi pelo le hace cosquillas en el rostro porque, sin despegar nuestros labios, trata de acomodarlo detrás de mi oreja. Río ante este hecho, obligándonos a separarnos unos centímetros. Mi pequeño corazón hace una fiesta cuando siento sus carcajadas uniéndose a las mías y le robo un beso rápido en la comisura de los labios.

Esquivando al Amor -COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora