—¡¡Liis!! —extiende sus brazos, esperando que corra abrazarlo como siempre hago, con una sonrisa de oreja a oreja.
Mas, no me muevo de mi sitio. Y, con la expresión más neutral que me sale, devuelvo el saludo.
—Papá... Hola.
Enseguida, al notar mi falta de entusiasmo, se le borra la sonrisa. Pero de a poco. Casi que en cámara lenta. Con la misma velocidad, desciende sus brazos, casi como si no comprendiera.
—¿Está... todo bien? —pregunta, quebrándose en su confusión.
—No lo sé —suspiro, decepcionada, en un intento también de no enfadarme— ¿Hay algo que quieras decirme?
Casi que puedo ver un signo de interrogación saliendo de su cabeza.
—No fue tu cumpleaños y me olvidé ¿Verdad? No. Es imposible. Eso fue hace poco ¿No?
No puedo creer que ni siquiera se le cruce por la mente de que me enteré de su pequeña noviecita secreta. Claro, tantos años ocultándomela tan exitosamente que ni se plantea que lo haya descubierto.
—No puedo soportarlo más. En serio que no puedo —estallo, un poco subiendo la voz. Suspiro para calmarme, pero no puedo—¿Por qué me ocultas cosas?
—Liis, ¿Qué te pasa? No comprend... —parece muy confundido, lo que me enfada aun más. Dejo de pensar en lo que digo, de pronto estoy gritando e interrumpiendo en medio de sus frases.
—¡¿No comprendes?! ¿Me dices que "no comprendes"? Bueno, imagínate que yo tampoco comprendí nada cuando me enteré que tenías una novia de la que nunca me habías hablado.
Palideció. Abrió la boca, intentó hablar.
—Liis, pero...
—¡No! ¡Liis nada! ¿Entiendes? Liis nada. No puedo ni verte. No es tiempo para explicarte. Me tendrías que haber explicado antes. Tres años antes.
—Liis...
—¡No quiero escucharte!
Me voy pisando de forma fuerte y veloz hasta mi habitación. Cierro con un portazo que hace que tiemble un poco el cuadro que tengo colgado al lado. Pero no reparo demasiado en eso. Solo quiero gritar. No lo hago, porque mi padre sigue en el comedor y sé que podrá escucharme. Nada más me tiro con fuerza en la cama, mirando al techo y con la respiración acelerada por la pelea.
Sé que mi padre no vendrá a explicarse ahora. Estoy muy enfadada para pensar con claridad y él lo sabe. Esperará a que sea una persona razonable de nuevo.
Por eso, deja pasar una hora. Y otra. Y otra más... Y, recién entonces, toca a la puerta.
No espera que lo autorice a pasar, sino que simplemente entra. Se sienta en la cama, donde estoy acostada pensando y mirando al techo, y suspira.
Hago un pequeño esfuerzo para erguirme y estar más o menos a la misma altura. Pero no lo miro, me concentro en jugar con mis manos, hasta que comienza a hablar.
—No... No sé cómo justificarme.
Su respuesta vuelve a hacer aparecer una pequeña llama de enfado en mí, pero me concentro en no alimentarla ¿Qué sentido tendría estar enfadada por siempre? Lo dejo continuar hablando.
—Siempre pensé que era porque no quería que pensaras que reemplacé a tu madre ni mucho menos. Le estuve dando vueltas a eso en estas últimas horas, en realidad. Tú sabes que la amé mucho. Sé que tendría que haberte contado anécdotas de ella para reemplazar los recuerdos que nunca pudiste tener. Pero hablar de ella aún duele, ¿sabes?
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Esquivando al Amor -COMPLETO
RomantikEstamos tan acostumbrados a las historias de amor con problemas clichés que a veces olvidamos que el mayor problema usualmente es el miedo. Y tú a mí me temías. Sí, qué terror que te daba. Y cómo me dolía que me temieras, y cómo me dolías por tantas...