#13 No tan deprimida

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Ya pasaron varios días y sigo igual de miserable.

Papá ni siquiera quiso preguntarme por Dexter, creo que intuyó que todo había salido mal.

Yannick y Julie se turnan para venir a mi casa y acompañarme a cenar (no es que me hayan dicho que se están turnando, son cosas de las que una simplemente se da cuenta).

Creo que no quieren que me sienta sola. No me atrevo a mentir por cortesía y decirles que no hace falta que vengan siempre porque temo que dejen de venir.

Hoy no tenía ganas de estar en clase. Encima la hora siguiente estaríamos con Bipolar y tendría que sentarme al lado de Dexter. Definitivamente no estaba preparada para ello, por lo que pedí permiso de ir al baño y me encaminé a la terraza. Al diablo si alguien me encontraba.

Aunque hace algo de frío, traje mi campera y unos auriculares, así que estoy bien preparada para estar aquí toda la mañana.

Mientras tanto pensaba lo que podría decirle a Dexter cuando finalmente hable con él. En realidad, si lo pienso bien, no tengo derecho de reprocharle nada. Yo fui la que malinterpretó todas las señales.

Tarada, tarada, tarada.

Cierro los ojos y dejo que la música me arrastre. A eso de las 10a.m., escucho a la puerta de la terraza abrirse. Sin ánimos ni posibilidades de esconderme en ningún lado, porque no había forma de esconderse detrás de las pequeñas macetas, acepto mi destino de enfrentarme a los directivos por escapar de clases.

Por suerte, cuando abro los ojos veo que quien abrió la puerta no era ningún directivo.

—Pequeña, no esperaba encontrarme a nadie por aquí.

—Yo tampoco esperaba que nadie abriera la puerta.

Me sonríe y fuerzo las comisuras de mis labios a levantarse, solo porque no soporto la idea de no devolver una sonrisa.

—Bueno, digamos que no tenía muchas ganas de soportar al profesor Apellido Raro hoy.

—Te entiendo. Yo no tenía ganas de soportar a ningún profesor —soy sincera. Aunque en realidad no me quiero soportar ni a mí misma últimamente.

—¿Y qué haces para entretenerte aquí?

—No mucho, estoy escuchando música desde que llegué.

—¿Puedo? —pregunta, aunque ya tomando uno de mis auriculares. Asiento con la cabeza.

Escuchamos música la hora entera. Yo aprovecho y descanso mi cabeza en su hombro. Él mata el tiempo leyendo las noticias del día y en las redes sociales, mostrándome cada tanto algún meme que lo hizo reír. Me río con él cuando me los muestra, aunque la mayoría más porque me causa algo de ternura la emoción con la que me los enseña que porque me causen gracia en serio.

Se excusa diciendo que tiene un examen a las 11 y no puede faltar. Sin embargo, antes de irse, halaga mi música y me sugiere pasar a almorzar por su casa.

Acepto, porque no es como si tuviera mejores planes.

Veo a Logan partir y no pasa mucho tiempo cuando comienzo a extrañar tener un hombro en el que apoyar la cabeza o a alguien que cada tanto me comente algo sobre la noticia que lee.

No tardo mucho en agobiarme de escuchar mi propia respiración y me acerco al borde de la terraza. Cierro mejor mi campera y me agarro de la barandilla, sintiendo el frío del metal y el viento golpeándome en la cara. Entrecierro mis ojos cuando los mismos se resecan, aunque de todas formas se me salen unas lágrimas. No sé si porque ya tenía los ojos demasiado resecos o si por otra cosa.

Esquivando al Amor -COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora