#38 Supersticiones

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El sábado por la noche estaba viendo una película con Meredith y mi padre cuando mi celular vibró.

Dexter: ¿Nos vemos en 15 en la puerta del colegio?

Le pego un vistazo a la ropa que estoy usando, que incluso tiene agujeros.

Yo:

Corro a mi habitación y revuelvo entre mi armario.

—¿Aliisa, qué sucede? Creí que la película te estaba gustando —me recrimina mi padre.

—Es así, pero la terminaré de ver luego, voy a salir.

—¿Vas a salir?¿Con el permiso de quién?

—No sabía que debía pedir permiso —hago contacto visual con él por un segundo antes de volver a revolver entre mi ropa—. No te pido permiso para nada desde mediados de los 15, ya sabes, cuando me dejaste vivir sola porque confiabas en mí.

Mi padre se revuelve el pelo y se apoya en el marco de la puerta—Sí, lo siento, me puse en modo padre sobreprotector. De todas formas, siento que deberías estar castigada, en la escuela te dieron una semana de suspensión y tú estás como si fueran vacaciones.

—¡Es que para mí lo son! Tengo tantas tareas adelantadas que podría no hacer nada durante todo un mes y, aun así, seguiría entregando las tareas en tiempo y forma.

Él enarca una ceja, pero sale del marco de la puerta para volver al sofá con Meredith.

Me visto con un jean azul con una blusa negra y corro hasta el colegio, donde Dexter me está esperando.

—Llegas a horario, como siempre. Creí que, al avisarte con tan poca anticipación, llegarías tarde.

—Yo llego temprano a todos lados —digo, acercándome a él y robándole un beso en los labios—. Ahora, dime por qué querías que viniera.

—Bueno, para empezar, quería verte —me ofrece una sonrisa ladeada mientras toma mi mano y comenzamos a caminar entre las calles solitarias.

—Ajá, quieres que te ilumine con mi presencia y... ¿qué más?

—Quería caminar por el parque.

—¿Caminar por el parque?¿Así de inocente?

—Quizás pueda robarte unos besos... Cuando lleguemos.

—Me gusta ese plan.

Caminamos en silencio pacíficamente por el parque hasta que Dexter se hace un hueco entre unos árboles y arbustos por los que no sabía que podía abrirse paso.

Observo todo con desconfianza, como si no supiera en dónde se está metiendo.

—Tú te sabes todos los pasillos y escondites del colegio de memoria —comienza Dexter— y muy amablemente me has guiado por ellos. Era mi turno de guiarte a un lugar nuevo, a un lugar que desconocías.

Abro mis ojos en sorpresa mientras me abro paso entre los arbustos yo también. Del otro lado, me encuentro con una manta en el suelo y una canasta de picnic sobre un césped recién cortado, rodeado de altos árboles.

Busco la mirada de Dexter para demostrarle lo maravillada que me dejó su sorpresa.

—No has visto lo mejor. Quédate aquí —me ordena antes de desaparecer por donde habíamos entrado—. Cierra los ojos —agrega y le hago caso, aunque él no sabría si no lo hiciera porque sigue sin estar frente a mí.

—Lo único que se me ocurre que pueda ser mejor que esto, sería que en esa canasta de picnic hubiera una de tus deliciosas lasañas —bromeo, aún con los ojos cerrados.

Esquivando al Amor -COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora