Pasaron varias semanas cuando no pude posponerlo más.
Cuando revisé el refrigerador y, como suponía, estaba vacío, quise golpear mi frente contra una pared. Odio ir al mercado.
Así que tomé las llaves, tres billetes del dinero escondido en el fondo del cajón del mueble y las bolsas de tela para encaminarme a este sitio horroroso y terminar con mi tortura lo antes posible. Mientras caminaba, hice una lista mental de lo que debía comprar: arroz, fideos, aceite, huevos, vegetales, cereales y un cepillo de dientes nuevo. Compraría cantidad de todo, así no tenía que volver a este sitio abominable por el máximo tiempo posible.
Abro la puerta del mercado y saludo al hijo del dueño con la cabeza. Siempre que debo hacer las compras vengo aquí para no tener que arrastrar las bolsas demasiadas cuadras.
Debido a que en mi vida pisé otro mercado que no fuera este, conocía este establecimiento casi tanto como mi casa. Es por esto que me siento un poco descolocada cuando no encuentro los fideos en la sección de siempre.
Me aclaro la garganta para captar la atención del hijo del dueño, quien levanta la cabeza de su móvil para mirarme. Era un mercado de pueblo y ahora mismo no hay otros clientes aparte de mí.
—¿Han reacomodado las góndolas? —pregunto con una sonrisa amable—. No encuentro los fideos.
—Sí, sí, ahora están al fondo a la derecha —Me indica, haciendo un gesto con la mano y volviendo su vista al móvil.
—Gracias... —agradezco en voz baja mientras me dirijo para allá.
Me siento un poco perdida cuando ni siquiera siguiendo sus indicaciones encuentro los paquetes de pasta. Siento mi ceño fruncirse, en confusión ¿dijo que doble a la derecha o a la izquierda? Retrocedo unos pasos, buscando una mejor visión de los productos.
Me sobresalto y abandono la búsqueda cuando siento a un brazo rodea mi cintura. Incluso, por impulso, pego un pequeño salto, pero mis músculos se relajan cuando me doy cuenta de que tan solo es el imbécil de Logan.
—¿Te asusté, Pequeña? —se burla, mostrándome los dientes en una sonrisa y con sus ojos brillando con diversión.
—¡Eres idiota! —grité susurrando para que solo él pudiera escucharme y lo aparté de un empujón, enojada porque logró asustarme.
—Ey, ey, ey, ¿Por qué tanta agresión?¿Tanto te asusté?
—¡Saliste de la nada! Imagínate el susto que se pegaría cualquiera al ver esa cara fea que tienes, además.
—¿Cara fea?¡Ya te gustaría tener mi cara!
—Halloween pasó hace meses, ya te puedes sacar la máscara —caigo en el viejo chiste, pero igual parece causarle gracia y suelta unas carcajadas.
—Me hieres, Pequeña.
—¿Por qué te apareces en todos lados últimamente?
—Destino, creo yo —suelta, encogiéndose de hombros. Ruedo los ojos pero unas carcajadas escapan de mis labios—. En fin, ¿qué estás buscando? Te vi concentrada.
—Los paquetes de fideos —vuelvo mis ojos a las góndolas, buscándolos con la mirada nuevamente—. Me dijeron que estaban aquí pero no los puedo encontrar.
—Ajá, ya veo el problema —señala, viendo los productos de la góndola y luego de nuevo a mí en menos de un segundo. Vi una chispa de diversión en sus ojos que me hizo saber que se estaba burlando de mí.
—¿Qué? —pregunto, enfadada por no entender la broma.
—Que eres muy pequeña como para ver los fideos, Pequeña Liis —canturrea el apodo y, acto seguido, estira un brazo que llega hasta la parte más alta de la góndola para luego lanzarme un paquete de fideos mientras grita—¡Piensa rápido!
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Esquivando al Amor -COMPLETO
Roman d'amourEstamos tan acostumbrados a las historias de amor con problemas clichés que a veces olvidamos que el mayor problema usualmente es el miedo. Y tú a mí me temías. Sí, qué terror que te daba. Y cómo me dolía que me temieras, y cómo me dolías por tantas...