Chiara Rodriguez.
—No quiero...— Conan le dijo a mamá en voz baja.
Lo veía desde el marco de la puerta de su habitación, él estaba hundido en su cama, hace días que no se quiere levantar casi de la cama, ayer empezó terapia, obviamente no a dado los resultados inmediatos por obvias razones, necesita y lleva tiempo, pero lo que mamá y yo más hemos intentado es hacerlo sentir que no está solo.
Él a veces tiene estos pequeños momentos en donde no quiere levantarse y esta casi todo el tiempo triste, nunca ha sido tan prolongado o más bien preocupante, pero desde que me contó toda la relación que había tenido con Noah y hace dos días que le dió fin a eso, se puso peor, aunque Noah lo comprendió, le fue difícil y para Conan fue devastador en todos los sentidos.
Ese día ni siquiera quería comer, solo se metió a su habitación y se hizo ajeno a todo.
—No mamá, no puedo...— Conan susurró.
—Pero tienes que tomar una ducha, vamos hijo, te sentirás bien— mamá le pidió.
—No...quiero a Chiara— se dio vuelta sobre la cama y se tapó con su edredón —Chiara...quiero que lo hago Chiara.
Mamá se retiró de Conan y caminó hacia mi señaladolo con la cabeza y bajo las escaleras hacia la sala. Entré a la habitación y le quité de encima el edredón, él ni siquiera se inmutó al hacerlo, solo quedó ahí, sin moverse.
—Vamos flaco, tienes que tomar un baño— dije pero ni siquiera se movió —. Pero para eso tienes que salir de la cama, hermanito.
—Toy chiquito, no sabo.
—Yo te veo muuuy grande, aquí la que esta chiquita soy yo— lo vi sonreír vagamente y algo dentro de mi se alegró por eso.
—Enana condenada, Dios no te dio tamaño para darte mala leche.
—Lo se. Y si crees que diciéndome eso no te voy a llevar al baño, estás equivocado— lo tomé de los brazos, sostuve su espalda haciendo que se sentara —. Vamos al baño, te tenes que bañar ese culo.
Caminamos juntos hacia el baño, a paso lento, Conan ni siquiera quería caminar, al entrar el agua en la bañera estaba bastante tibia, le ayudé a desvestirse, aunque se negó, pero igual le ayudé.
Entró a la bañera y dio un pequeño gritito, pero se acostumbró a la temperatura, se quedó ahí en silencio viendo a la nada.
—Conan.
—Ehm...
—¿Me escuchas?— pregunté.
—Si...
—Sabes que soy tu hermana ¿Verdad? Yo nunca te dejaré y quiero que sepas que estaremos juntos al final ¿Okay?
El asintió vagamente, pasé la esponja por su espalda y vi como una lagrima corría de por su mejilla en silencio, su rostro estaba contraído en absoluto desinterés y tristeza a la vez, sus ojos se veían perdidos y tenía la nariz roja de tanto llorar.
Salió de la bañera, se secó y volvimos a la habitación, la puse un suéter y unos pantalones flojos para dormir, tomé las dos pastillas del recipiente y las acerqué a él.
—Abre grande— dije y él me vio con desinterés y volteó el rostro —. Conan, por favor, te las tienes que tomar— negó dos veces con la cabeza y suspiré —. Conan, por favor, solo serán estas por hoy, te lo juro. Solo por favor, tienes que tomarlas, te sentirás mejor, vamos.
Regresó su vista hacía mi, frunció los labios y abrió la boca un poco, metí las pastillas y le di agua para qué pudiera tomarlas bien, se acomodó mejor en la cama y lo cubrí con el edredón, me acosté a su lado rodeándolo con mis brazos.
—Vas a estar bien, estoy aquí, yo cuidaré de ti, no te voy a dejar.
—Lo se, vos siempre has cuidado mi.
Me sorprendió que dijera una oración completa. Esto tomará una semana al menos para que a él se le pase este episodio, pero tomará mucho más que él mejore un poco, tomará tiempo, pero jamás lo dejaré, yo siempre seré su escudo. Se lo prometí, se que en algún momento el tendrá que enfrentar todo solo, pero por ahora yo estoy aquí.
—Te quiero, Cece.
—Yo más, Char.