XII - La cafetería

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Áine se levanta temprano y baja al comedor

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Áine se levanta temprano y baja al comedor. Lo hace con cautela al escuchar a Cedrick hablar con alguien. Se detiene un poco en el escalón más bajo y observa un chico sentado frente a su tío, tiene el cabello corto y castaño con ojos del mismo color. Sus facciones son finas con labios delgados y nariz respingada. Ella le calcula que tiene unos 19 años.

—Buenos dias —saluda al acercarse a ellos y ambos le responden de igual forma.

—Hija él es Fergus, el chico que me ayudará con las ovejas —anuncia Cedrick.

—¡Hola! Un gusto conocerla, señorita —extiende su mano.

—Hola, Fergus —contesta el saludo—. Puedes llamarme Áine —le sonríe al notar la enorme carisma del chico.

—Mucho gusto, Áine —rectifica.

—¿Ya desayunaron? —pregunta ella escaneando la mesa con su vista.

—Sí, vamos terminando —responde Cedrick.

—Y yo ya me iba —agrega el chico—. Debo empezar a trabajar —les sonrié y hace un pequeña reverencia antes de irse.

—Se ve simpático —comenta Áine.

—Lo es. Trabajaba para un amigo pero ya no lo necesita más. No tiene ningún familiar ni nadie que vea por él, así que me pareció buena idea traerlo aquí y que me ayude a estar más tiempo en casa y contigo.

—Esto pronto se convertirá en un orfanato —dice con sorna mientras toma un trozo de pan de la mesa.

—Esperemos que no llegue nadie más aparte de Fergus —ríe— ¿Quieres desayunar?

—No. Saldré con Eddie —responde con orgullo.

—Se me olvida que ya tienes novio —bromea— ¿Ocupas mi auto?

—Pues no pienso caminar hasta el pueblo —responde con la boca llena.

—Ahí están mis llaves —señala—. Conduce con cuidado ¡No estás en Londres! —le advierte aputando con el dedo índice y levantando sus cejas.

—Ya lo sé —toma las llaves y le besa la mejilla—. Esperaré afuera —susurra.

Eddie y ella se han ido en el auto rumbo al pueblo. Aunque no saben muy bien de qué hablar después de su último encuentro, tratan de entablar una conversación trivial para romper el silencio.

—¿Ya viste el cementerio? —pregunta Eddie. Aunque no es el mejor tema de conversación.

—No suelo fijarme mucho en lapidas viejas y enmohecidas —bromea ella sin perder de vista el camino.

—Tiene una historia interesante, aunque no lo creas —alardea mientras le sonríe—. Por allá en 1870 el pueblo se convirtió en un lugar turístico muy demandante y la iglesia en medio del cementerio ya no podía con su capacidad, así que decidieron construir otra más lejos y quitarle el techo a ésta para que las personas dejaran de usarla.

El Lobo que soñó con ser Hombre - 1 y 2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora